Ser pescador puede parecer cosa simple en una isla en el medio del agradecido mar Caribe.
Pero en Cuba no lo es. Al menos no para los pescadores particulares de la Bahía de Perché, en Cienfuegos, sometidos a la misma asfixia estatal que el resto de los trabajadores por cuenta propia de todo el país.
Y es que por un lado les exigen, por ejemplo, un plan mensual de captura, pero por otro jamás les ofrecen ventajas para reparar sus embarcaciones o comprar el combustible.
“La captura se nos hace imposible a veces para cumplir lo que nos exigen”, admite Adalberto Rosabal, un pescador que aunque joven, dice que lleva al menos 30 de sus 36 años de vida en el mar, entre los peces.
Para colmo las zonas restringidas impiden a los pescadores ir a trabajar en áreas más accesibles y cercanas a la bahía. “Les hemos reclamado a las tropas de guardafronteras que por qué esas zonas son prohibidas, por qué donde más peces hay cerca de Cienfuegos no nos dejan pescar, pero no hay respuesta”, dice Aurelio Cordobés, uno de los pescadores más veteranos de la perla del sur.
Estos hombres de mar dicen que sienten vergüenza cuando ven por televisión que se habla de toneladas de pesca. Ellos saben que es mentira.
Para colmo, los pescadores no pueden montar en sus embarcaciones a familiares o amigos libremente, sin la autorización férrea del estado, ni siquiera para que les sirvan de ayuda. Y usar sus botes con fines recreativos está igualmente prohibido.
Quienes se preguntan cómo es posible que una isla en pleno mar Caribe exhiba tal carencia de pescados y mariscos en las mesas de sus ciudadanos, quizás deberían escuchar los testimonios de quienes intentan ponerlos en sus platos. Lo que ellos padecen lo explica todo.
“Tal pareciera que no les interesa ni que nosotros nos ganemos decentemente la vida, ni que alimentemos a la gente” concluye Adonis Dubernal, hijo y nieto de pescadores cienfuegueros.
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