López Obrador, los médicos y la suerte del pollo cubano

Cuba tiene hábito de sanguijuela profesional, de esas que eligen al perro con sangre gourmette para no chupar en vano. Y vaya si saben hacerlo y subsistir sin verse obligados a abrir sus murallas, sin crear libertades, sin potenciar el oxígeno nacional. El único que en verdad nos podría interesar.

Miguel Díaz-Canel y López Obrador junto a sus esposas en México © Twitter/ Miguel Díaz-Canel Bermúdez
Miguel Díaz-Canel y López Obrador junto a sus esposas en México Foto © Twitter/ Miguel Díaz-Canel Bermúdez

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Este artículo es de hace 6 años

“Más suerte que el pollo que dejaron para gallo”, decían los viejiitos de la Cuba que yo conocí cuando querían ensalzar la buena fortuna de alguien. La metáfora es de un divertido incuestionable: algo de suerte lleva, en efecto, el pollo que salva su carne de la olla de caldo porque lo eligen para procrear.

Más suerte que el pollo que dejaron para gallo: eso tiene el poder cubano. Ningún gato puede exhibir más vidas. Más capacidad de supervivencia. Más resistencia a morir. Y de paso: pocas dictaduras pueden alardear de encontrar más tanques de oxígeno a última hora, cuando el agua ya le sobrepasaba el cuello, que la cubana.


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El nuevo tanque de oxígeno podría llevar siglas en forma de cuatro letras: AMLO. El recién investido monarca mexicano habría estado negociando el contrato de al menos 3 mil de los 8 mil médicos cubanos que deberán hacer las maletas de Brasil y volar de vuelta a Cuba.

Tras conocerse el dato, muchos han caído en la cuenta de por qué la bravuconada intempestiva de La Habana: ya tenía hasta cierto punto cubierto el flanco. Descontando las deserciones, algunos millones continuará ingresando con esos 3 mil médicos que ahora contrate López Obrador gracias a las prácticas esclavistas del vecino gobierno cubano.

Mirado con lupa, el plan de López Obrador encaja perfectamente con la reinvención de un “Más Médicos” ahora en versión mexicana. Si su intención es, según proclama, recortar costos públicos y aumentar -entre otras- la cobertura médica nacional, la mano de obra cubana, barata y altamente calificada, le viene de perillas. Si los médicos directamente reciben apenas una cuarta parte de esos sueldos, es lo de menos, ¿verdad Andrés Manuel, paladín de las causas sociales y paladín de la izquierda latinoamericana?

El entramado Díaz-Canel/Raúl Castro/Establishment de La Habana sigue jugando a los dados porque la suerte no le para de mimar.

El apadrinamiento soviético costó más de un Plan Marshall: toda la Europa de postguerra pudo reconstruirse con poco menos de lo que la URSS le destinó a Fidel Castro por concepto de subsidio de Guerra Fría: “tú nos das suelo para plantar misiles antiyanquis, nosotros te damos rublos y carne rusa”. Así, poco más o menos.

Pero luego el castillo de naipes soviético se vino abajo y con este, todo el equilibrio de que era capaz la improductiva y disfuncional dictadura cubana. En el horizonte no se olfateaba todavía ningún aliado salvador, así que fue momento de abrir la muralla al enemigo.

El dólar de las escorias, los gusanos, los apátridas, los mafiosos de Miami, tuvo recibimiento de Estado en aquella Cuba de principio de los '90. Y no hubo un milagro de la economía, y de todos modos la polineuritis avitaminosa se cebó con las córneas cubanas, y la desnutrición fue tan parte de la idiosincrasia como el café con chícharos o el bicarbonato por pasta de dientes, pero en algo ayudó. Algún que otro tanque de oxígeno lanzó por aire, el mismo aire donde despedazaron después a dos avionetas que rescataban a balseros desesperados.

Hasta que otro caudillo asomó por el horizonte venezolano.

Los dados marcaban otro premio. La suerte no paraba de sonreír al malvado de la película. Los 100,000 barriles de petróleo diarios que comenzaron a viajar desde el subsuelo venezolano hasta las tripas del poder cubano habrían conformado otro Plan Marshall. Todo, a cambio de asesoramiento de inteligencia, impulso propagandístico, doctores y entrenadores de deportes. Un todo incluido que nadie sabrá jamás si fue rentable o si solo sirvió a los intereses de un Fidel Castro para quien Hugo Chávez era el discípulo perfecto.

Y así Cuba sorteó disfunciones, improductividades, malgastos y peores decisiones durante una década y media. Pero luego un cáncer se llevó a Chávez por delante, puso al chofer Maduro al volante del país, y una superinflación de proporciones épicas amenazaron de muerte el sustento económico cubano.

Los tanques de oxígeno se redujeron otra vez. Ni China ni Rusia eran tan prolijos con La Habana como habría deseado la dictadura caribeña. De Ecuador, de Bolivia, de Nicaragua, podría esperarse solo verborrea demagógica y sellitos de “Socialismo del Siglo XXI”, pero no plata dura.

Pero de Brasil sí. El gigante sudamericano tuvo un florecimiento económico importante bajo Lula da Silva, heredado a tropezones y malgastos por Dilma Rousseff. Y fue esta, nuevamente con la mano izquierda en el corazón, la que puso alfombra roja para un nuevo método de subsistencia cubano: “Más médicos”. El programa que a la luz pública sería presentado como una causa de humanismo incuestionable pero que en su trasfondo, en sus entrañas, llevaba la esencia podrida: fue planeado desde La Habana para sacar rédito económico del ejército de batas blancas que se formaban en el país. Médicos a chorros, con o sin vocación, con o sin talentos. Médicos por los que cobrar aunque no tuvieran demasiada pasión por curar.

Hasta que llegó Bolsonaro y mandó a parar. Y todos nos preguntábamos, luego de este episodio bilateral donde Cuba perdería $332 millones anuales por sus médicos en Brasil, cómo haría ahora el viejo zorro dictatorial, cómo se las arreglaría el aparato cubano para garantizar una vez más su supervivencia.

Desde México sonó entonces una guitarra de mariachi y tuvimos la respuesta. Alguna risa macabra se escuchó de fondo, una burla despiadada.

Yo no puedo anticipar si estos 3 mil médicos cubanos que podrían terminar en tierras de “Cielito Lindo” será apenas algo episódico, sin demasiada cola durante la presidencia de López Obrador, o si estaremos en presencia de otro nexo cubasoviético o cubachavista, de esos que comienzan un buen día con un puñado de informáticos de la UCI instalando una red en un laboratorio extranjero y termina con una cuasi ocupación castrista en suelo foráneo.

Pero los modus operandi son cosa seria. Y los hábitos también. Y Cuba tiene hábito de sanguijuela profesional, de esas que eligen al perro con sangre gourmette para no chupar en vano. Y vaya si saben hacerlo y subsistir sin verse obligados a abrir sus murallas, sin crear libertades, sin potenciar el oxígeno nacional. El único que en verdad nos podría interesar.

Más suerte que el pollo que dejaron para gallo, diría mi abuelita. Eso tienen. Nunca terminan de morirse porque siempre hay alguien que les salva el cadáver a última hora. La mala suerte la siguen teniendo los de siempre. Once millones con peor suerte que el cartero golpeado dos veces por un rayo.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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