Hace medio siglo tuvo lugar la mítica llegada del hombre a la luna. Cincuenta años de que se pusiera un pie sobre el satélite natural de la Tierra y que regresara a salvo la expedición.
El crédito de la hazaña siempre se le da a los tres astronautas que lo protagonizaron: Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michzael Collins. Sin embargo tras ellos hubo un equipo inmenso de personas que hizo posible posicionar a Estados Unidos en la delantera de la carrera espacial. Entre ellos hubo un cubano que nunca pensó vivir tal experiencia.
Miguel Hernández es su nombre. En una crónica publicada por su propio sobrino en USA ToDay pueden conocerse detalles de la vida de este hombre que de niño se perdía entre las páginas de revistas dedicadas a la aeronáutica.
Tenía 19 años cuando decidió volverse contra la naciente Revolución cubana que empezaba a apoderarse de todo. Cuando vio que su vida podía terminar en una prisión huyó de Cuba.
Llegó a Miami y luego se fue a Nueva York, nos relata el cronista. “ Tenía 100 dólares en el bolsillo y no sabía inglés. Su tía le prestó un abrigo, dos tallas demasiado grande, para sobrevivir a los inviernos de Nueva York”.
Estudió, se preparó, aprendió inglés y en 1966 reclutadores de la NASA fueron hasta su universidad. No desaprovechó la oportunidad de trabajar en la agencia espacial.
“Fue asignado al recién inaugurado Centro Espacial John F. Kennedy, cerca de Cabo Cañaveral, Florida, y entrenó a astronautas para las nacientes misiones de Apolo”, recuerda el autor del artículo.
Allí tuvo la tarea de aprender los sistemas necesarios para poner al hombre en el espacio exterior. Su especialidad: propulsión y cohetes.
De los hombres que estuvieron en la Luna, el propio Hernández ha dicho: “ Mike Collins, el menos conocido de los tres pilotos del Apollo 11, fue el mejor”, pero no deja de reconocer que los tres dieron lo mejor de si en el entrenamiento.
"Necesitabas tener la confianza de los astronautas", dijo. "En ningún momento se les pudo decir algo que luego resultó ser incorrecto. Eso podría costarles la vida".
Sobre ese momento histórico vivido hace cincuenta años ha expresado: "Fue algo que no solo hizo Estados Unidos, fue algo que hizo la raza humana".
Hoy tiene 77 años. En la década del 80 dejó la NASA y fundó su propia empresa. Miguel Hernández es uno de esos héroes anónimos que supo romper la barrera que se le impone a los emigrantes y se supo desempeñar entre otros cientificos, ingenieros y técnicos que no lo vieron como el único latino por esos lares, sino como uno más del equipo que puso al hombre en la Luna.
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