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Enrique Krauz, un historiador y escritor mexicano, publicó un ensayo en la edición en español del New York Times, en el que critica a la intelectualidad latinoamericana por negarse a ver el “fracaso histórico de la Revolución cubana y la dominación opresiva y empobrecedora de su patriarca”.
En su artículo Mis décadas con Fidel Castro, el fundador de la revista Letras Libres precisó a sus homólogos que si la realidad de Venezuela es inocultable, la cubana lo será también cada vez más.
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“Seis años antes de su triunfo, tras el asalto al cuartel Moncada en julio de 1953, Castro declaró famosamente: ‘La historia me absolverá’. No es seguro que ocurra. La conciencia de la libertad despierta tarde o temprano ante los excesos evidentes de los gobernantes autoritarios. Si la historia examina con esa óptica el pesaroso legado de Fidel, tal vez no lo absuelva”, expresó.
En su texto, publicado el 13 de agosto en la sección Revolución 60 del citado medio, recordó que sus maestros en la universidad, contemporáneos de Fidel, veían en el proceso cubano la reivindicación definitiva de América Latina frente a la “otra América, arrogante e imperialista”.
Mientras, prestigiosos novelistas como Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, aplaudían no solo las reivindicaciones económicas y sociales, sino también la oferta cultural.
Sin embargo, en 1968, cuando Cuba apoyó la entrada de los tanques soviéticos en Praga, llegó el cambio en la percepción de Krauze, quien pasó del entusiasmo a la desilusión.
Años después, en 1971, cuando el poeta Heberto Padilla fue condenado por disentir públicamente del régimen, varios escritores enviaron cartas de protesta, pero “faltó un nombre conspicuo: Gabriel García Márquez”.
“Y es que apartarse de la Revolución era estar en contra de la verdad, la razón, la historia, la moral, el pueblo. Por eso, cuando en 1973 el chileno Jorge Edwards publicó Persona non grata —su descorazonador recuento como embajador del gobierno de Chile en Cuba— la izquierda lo condenó al ostracismo”, precisó el escritor.
En la década del 70, “la cultura iberoamericana se distanciaba de Fidel Castro, pero estaba muy lejos de romper con él”, añadió.
La ruptura definitiva de Krauze con el gobierno cubano acaeció en 1980, tras los sucesos en la embajada de Perú en La Habana y la salida por el puerto del Mariel hacia Estados Unidos de más de cien mil cubanos.
“No eran burgueses, eran gente del pueblo. Entre ellos iba el escritor Reinaldo Arenas, que había sufrido en carne propia la persecución del régimen contra los homosexuales. Esos hechos revelaban una fractura en la utopía castrista: el sujeto mismo de la redención se rebelaba contra sus redentores”, detalló.
Enrique Krauz visitó Cuba en 2009. Allí observó un país donde el tiempo parecía detenido. “Un estudiante comentó que todo el mundo vivía igual que los cubanos. Recordé la opinión de García Márquez en 1976: el pueblo cubano era ‘uno de los mejor informados del mundo sobre su realidad’, porque Castro lo informaba en sus discursos o ‘reportajes hablados’”, narró.
Al comprar a un vendedor privado un antiguo texto de Geografía de Cuba, descubrió que antes de la Revolución, en Cuba había, por ejemplo, 4.135.000 cabezas de ganado, una proporción de 0,87 de res por habitante.
Después se enteró de cómo la justicia revolucionaria podía encarcelar durante varios años a quien matara una vaca.
“Entendí por qué en la Cuba de Fidel un cubano asalariado tenía que gastar su sueldo íntegro de tres meses para comprar un kilo de res”, recalcó.
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