Sucedió a finales de la semana pasada en la tienda Cuba Tesoro, ubicada en la antiguamente glamurosa 5ta Avenida de Miramar. En dicho comercio, a la altura de la calle 96, se veía una larga fila de personas haciendo cola desde el amanecer. El motivo: “sacaban detergente”.
Acorde al testimonio de varias personas que compartieron lo sucedido en redes sociales, lo que allí se formó fue un auténtico salpafuera, algo difícil de ver en un barrio como Miramar, con sus embajadas y sedes de firmas extranjeras. Golpes entre los que estaban en la cola, golpes de la policía a los que se pegaban entre sí, insultos, chillidos, desmayos y ataques de histeria.
Al parecer, la bronca se desencadenó cuando la policía y el jefe de sector de la zona se personaron en el lugar, atendiendo una llamada (o chivatazo anónimo) de alguien que se quejaba de las malas artes de los que habían llegado primeros a la cola.
El argumento contra ellos era poderoso: personas que habían llegado a las cinco de la mañana ya se habían encontrado con los primeros “privilegiados”. De haber sido cierto, estos madrugadores habrían violado la ley de toque de queda que restringe la salida a la calle de 7 de la noche a 5 de la mañana.
Según refiere una testigo de los hechos, una vez en el sitio, los policías decidieron retirar los turnos de los 50 primeros ciudadanos que esperaban impacientemente para entrar a la tienda, ante el clamor de los que más atrás veían nerviosos peligrar su compra de productos de aseo.
Semejante decisión causó los primeros incidentes y detenciones, pero lo peor estaba por venir. Según la misma testigo, inexplicablemente aparecieron allí “cuatro carros del DTI, y empezaron a bajarse gente vestida de verde con trescientas estrellas”, describiendo así a oficiales del MININT de alta graduación.
Nadie podría confirmarlo, pero la sospecha entre los allí presentes era que alguien de los cincuenta primeros desahuciados de la cola estaba “conectado”. Lo cierto es que los oficiales procedieron a restituir en sus respectivos sitios a estos ciudadanos.
Y hasta allí llegó la paciencia del resto de la cola, y en definitiva todo rastro de civismo y comportamiento que todavía quedaba entre una masa humana necesitada de llevar algo limpio y decente como ropa. Con las puertas de infierno ya abiertas, también se borraron las fronteras entre la autoridad y la masa, y la piñacera fue de todos contra todos, incluido el jefe de sector y el firmamento represor allí reunido.
La testigo de los hechos, que llevaba el número setenta y pico, compara el pandemónium desatado frente a Cuba Tesoro con la Guerra de los Diez Años, seguramente por lo violento de las escenas, aun cuando no incluyeran cargas al machete. “No tengo coronavirus de milagro” llega a decir en su relato, como si se hubiera librado por los pelos de un machetazo.
Como colofón a este descenso a los infiernos, narra la testigo que la bronca llegó a ocupar parte de la propia Avenida, dificultando el paso de los vehículos, lo cual motivó aún mayor nerviosismo entre las fuerzas del orden. Y es que por allí estaba previsto el paso de la comitiva de Díaz Canel, y la muchedumbre empezaba a llamar al amotinamiento.
En medio de la grave escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad que padece la población, el gobierno creó la figura del anticolero, para perseguir a quienes señala como chivos expiatorios del desabastecimiento generalizado.
Desde que se impusieron las nuevas medidas que restringen el acceso a los productos de primera necesidad se han realizado numerosos procesos penales contra coleros, acaparadores, revendedores y traficantes ilegales de divisas, cuyas principales conductas fueron la venta de turnos en las colas, la sobreventa de productos y la tenencia de productos de procedencia desconocida, presuntamente para revender.
En los últimos días, debido al aumento de contagios de coronavirus en la capital, el gobierno implementó nuevas medidas de aislamiento social que se han acompañado de más acciones represivas.
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