Entre la "corte de los milagros" que hemos visto desfilar estos días por los medios de propaganda cubanos, siempre al servicio del Partido Comunista y sus "orientaciones", está el uso de la palabra "chantaje" contra el grupo de artistas e intelectuales que el pasado 27 de noviembre se congregaron a las puertas del Ministerio de Cultura para pedir diálogo, cese de la represión y respeto a las libertades ciudadanas en la isla.
En el comunicado que selló cualquier posibilidad de acuerdo con el variado grupo, el ministro de Cultura Alpidio Alonso habla de "un correo insolente, donde el grupo que se ha erigido en voz de todos, pretende imponer, de modo unilateral, quiénes, con quién y para qué aceptarán dialogar".
Una vez más, se trata de la vieja táctica de acusar al otro de tu principal defecto: para insolencia, la del MINCULT en ese comunicado que representa no sólo un portazo a las esperanzas de muchos, sino la evidencia de la absoluta subordinación de las autoridades culturales al MININT.
Horas después del desplante oficial, la dirigencia de la UNEAC aseguró: "No podemos comulgar con el chantaje, la simulación y el despropósito de aquellos que empequeñecen y falsean el ejercicio artístico y lo toman como pretexto para denigrar la obra cultural que, por tantísimos años, luego del triunfo de enero de 1959, ha tenido lugar entre nosotros". Un tanto reiterativo, sin duda, para ser obra de tan excelsos profesionales de la pluma.
Hasta Díaz-Canel tuiteó sobre "el chantaje de los artistas".
Hay que ser caradura para, luego de ejercer durante décadas la coacción más descarada contra quienes no comulgan con el discurso oficial, venir ahora a acusar de chantajistas a los jóvenes artistas, criados con la Revolución, que se atreven a reclamar sus derechos ciudadanos. Desde aquellas célebres y multicitadas palabras de Fidel Castro a los intelectuales, la política cultural de la Revolución cubana no ha sido otra cosa que una escuela de chantaje.
La mejor respuesta a esta treta retórica la dio un tuitero local, al citar las consecuencias de haberse atrevido a alzar la voz: "Si no piensas como yo entonces te pongo una patrulla frente a tu casa y no te dejo salir; si no me aplaudes entonces te desacredito en la TV nacional sin derecho a réplica, si no te unes a nosotros entonces no encontrarás un trabajo decente y te obligaré a emigrar... Así estamos"
Como bien ha explicado Rafael Rojas (sabia antítesis disidente de su hermano, el cínico Fernando), lo que pasó el 27N y el hecho de que esos jóvenes intelectuales y artistas se solidarizaran con el Movimiento San Isidro representa el fin de un proceso de vejaciones y reclamos sin respuesta. Los recientes decretos oficiales que intensifican la censura y la falta de libertades fueron denunciados tanto por los artivistas de San Isidro como por los jóvenes artistas antes de que la repulsa catalizara en el 27N. No es en "los laboratorios de la CIA", como quiere hacer creer el gobierno, donde hay que buscar el origen de lo que pasó frente al MINCULT, sino en los despachos ministeriales del Estado cubano.
El 27N y la represión contra San Isidro son las evidencias paralelas de un inmenso fracaso gubernamental y de su incapacidad congénita para un diálogo democrático.
Ahora salen los "apagafuegos" habituales a tratar de contener el malestar. Pero parece que las recetas de antaño no servirán esta vez para contener el incendio.
Entre los motivos que hacen pensar que la grosera campaña de difamación orquestada por el gobierno no está funcionando y pudiera tener resultados contraproducentes, está esta lista de reacciones con las que valdría la pena cerrar esta nota:
--La madre de Llópiz hace una carta pública a Fernando Rojas para recordarle que su hijo no es ningún terrorista, como afirma la TV.
--El cineasta Fernando Pérez se niega a aceptar la versión oficial del 27N y sigue reclamándole al gobierno el diálogo que vetó, "incluso con aquellos que han estado excluidos, no solamente por sus posiciones ‘creadoras’, sino también por sus posiciones políticas”.
--Una carta de estudiantes de la Escuela de Cine y el ISA denuncia los actos de repudio promovidos por las instituciones del estado cubano, rechaza las campañas de descrédito y difamación contra artistas, activistas y periodistas independientes y llama al pueblo cubano a no participar en actos violentos orquestados por el estado.
--Las numerosas muestras de solidaridad con el abogado y profesor Julio Antonio Fernández Estrada, expulsado este año de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, víctima ahora de un linchamiento en la TV oficial por aceptar ser mediador de la reunión que nunca se celebró entre el 27N y el MINCULT.
--La carta del día 28 de noviembre, llamada "Articulación Plebeya", donde intelectuales tradicionalmente autodefinidos como de izquierdas (entre los cuales algunos nada sospechosos de sedición como Carlos Alzugaray, Julio César Guanche o Carolina de la Torre) dicen rechazar "cualquier acción violenta y represiva" y reivindican "el respeto a los espacios de diálogo dentro del marco de las leyes y la Constitución".
Además, numerosos intelectuales cubanos, de un amplio espectro político, desde la escritora Wendy Guerra hasta el profesor Maikel Pons Giralt, han tomado distancia de las versiones oficiales y siguen recordando al gobierno su obligación de dialogar con quienes no comulgan con la ideología en el poder.
Es posible que, muy pronto, el incansable chantaje oficialista también los alcance a todos ellos.
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