Ocurrencias de La Habana

El compañero Polanco y sus subordinados no deben quedarse a medias con ocurrencias para enriquecer la vida íntima del primer matrimonio de Estados Unidos, sino extender su vocación de terapeutas de parejas y crear un nuevo espacio televisivo: "Con Lis Cuesta en la intimidad".

El presidente Díaz-Canel y su esposa Lis Cuesta © Facebook / Miguel Díaz-Canel
El presidente Díaz-Canel y su esposa Lis Cuesta Foto © Facebook / Miguel Díaz-Canel

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El Departamento Ideológico del gobernante partido comunista vive un otoño tierno y ordenó una medida activa que arrancó con un reportaje televisivo sobre la visita a Cuba, hace cinco años, de Jill Biden, la mujer del presidente norteamericano y un despacho evocador de Prensa Latina: "Persiste la duda de si, en la intimidad, ella cuenta a su esposo las historias de sus días en el Caribe".

El compañero Rogelio Polanco debe estar viéndole muy mal el ojo a la chiva, para lanzar haikus caribeños de mendicidad solapada, el mismo día que el marido de Jill firmó una ley para proteger a las víctimas del Síndrome de La Habana, obligando al Departamento de Estado y la CIA a mantener informado al Congreso de esos incidentes y autorizando la ayuda financiera y garantizando la atención médica para los funcionarios que hayan sufrido lesiones cerebrales a causa de ataques sónicos.


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El Caribe es tan amplio, que Prela tuvo que hacer carpintería de redacción y, una vez creada la estampa bucólica de Jill Biden, cual Alfonsina, y el mar; publicó el interés prioritario del gobierno cubano: La vuelta del embullo Obama, que Raúl Castro despreció por cobardía política, pese a la generosidad del mandatario norteamericano.

Polanco peca de mala memoria o carece del dato que Joe Biden fue un vicepresidente leal y disciplinado, pero nunca un entusiasta del deshielo Obama con Cuba y subestima a la primera dama, a quien el tardocastrismo pretendió engañar con sus escenografías de papier maché en Camagüey y La Habana; como hace habitualmente con visitantes extranjeros, que no pasean por La Güinera o El Fanguito.

Pero el principal inconveniente que tiene la medida activa del tardocastrismo es que cubanos pueden seguirle la rima e indagar si la primera dama, Lis Cuesta, comenta en la intimidad al presidente Miguel Díaz-Canel, el sufrimiento de miles de madres, hijas, esposas y hermanas por sus hijos y demás familiares muertos por coronavirus y otros males, carentes de alimentación y atención médica adecuadas, oxígeno y medicinas; presos, desterrados, regulados, condenados y pendientes de juicio por el 11J.

Los cubanos no necesitan de la bondad de un presidente norteamericano y su esposa; sino de la sensibilidad de Díaz-Canel -arrebatador de sueños- y demás miembros de la casta verde oliva y enguayaberada, a salvo de la cárcel y la fatiga diaria de no saber que cocinar ni como alumbrarse y estirar los magros sueldos familiares frente a la inflación desbocada que provocó la Tarea ordenamiento.

El compañero Polanco y sus subordinados no deben quedarse a medias con ocurrencias para enriquecer la vida íntima del primer matrimonio de Estados Unidos, sino extender su vocación de terapeutas de parejas y crear un nuevo espacio televisivo: "Con Lis Cuesta en la intimidad".

La tía de Denis Solís podría contar como vivió la prisión de su hijo; el tío de Luis Manuel Otero, su sufrimiento; la esposa y los hijos de José Daniel Ferrer, su calvario; la hija de Félix Navarro, sus vicisitudes; La mamá de Luis Robles como vive el encarcelamiento de su hijo; un abuelo revolucionario contarle cómo perdió a su nieta embarazada por Covid y demás angustias de la cotidianidad cubana, que seguramente Lis Cuesta contará atribulada a su marido, en sus ratos de intimidad; porque ellos no saben lo que pasa en Cuba, aunque sienten curiosidad por lo que hablan Joe y Jill Biden, a solas.

Para que Lis no se fatigue, y siga trabajando en la edición Caribe del festival de música de San Remo y en banquetes lezamianos; los viernes podrían acudir al programa cubanas y cubanos con manjares de elaboración propia como bistec en cazuela, frituritas de malanga, arroz con pollo a la chorrera, frijoles negros dormidos, aporreados de bacalao y tasajo, ñame con mojo, langosta al café, harina de maíz tierno con enchilado de jaiba, Raspadura y majarete, jugos y batidos de las frutas del Caney, y esa calórica merienda habitual de pioneros que es la Maltina con leche condensada.

En política no vale todo, y menos aun, cuando el pueblo padece hambre de libertad, alimentos, medicinas y sosiego; el anexionismo siempre fue una opción minoritaria en la historia patria; hasta que esta recua de incapaces promovió la emigración como válvula de escape y apostó su suerte a la bondad o maldad de Washington porque desconfía de la mayoría de los nobles cubanos, que sufren su desprecio; hasta un día.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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