El tardocastrismo suicida avanza con una sucesión de crueles ocurrencias, salpicadas por aberraciones judiciales, represivas, migratorias, sociales y económicas, como la venta de lanchas neumáticas semirrigidas, dotadas de motores chinos fuera de borda, en un timbiriche con tufo al complejo militar-empresarial Gaesa, en la Marina Hemingway.
La devastación de Cuba incluye instigar la emigración por aire y mar, para vaciar el país de incómodos, sabiendo que una parte morirá en el intento, otra será rechazada en Centroamérica, México y en las fronteras terrestres y marinas de Estados Unidos y que los afortunados se convertirán en emisores de remesas monetarias y recargas telefónicas; así de macabro es el plan, como evidencia el periódico estatal Granma con su cantaleta de esta semana sobre la huida masiva del infierno comunista; éxodo del que -rareza- culpa a Estados Unidos.
¡Que mediocres han sido el castrismo y su epílogo, endosando cada derrota propia al imperialismo! La gente se va de Cuba para donde sea y como sea, no únicamente para Estados Unidos, que es un imán para muchos ciudadanos del mundo por su libertad, prosperidad, oportunidades y programas de protección social.
Pero el plan está incompleto, ya una vez lanzados a expulsar cubanos de su tierra, debían complementar el esfuerzo lanchero con la venta de globos aerostáticos y parapentes, abriendo una tienda en el aeropuerto ejecutivo de Baracoa, en el noroeste de La Habana, incluyendo cursos y GPS, facilitando, a quienes huyan, posarse suavemente sobre los Cayos de la Florida.
La matriz ideológica del partido comunista repica su conveniente santísima trinidad: "Bloqueo recrudecido, la crisis generada por la pandemia de Covid-19, y conflicto en Ucrania"; ¿cómo es posible entonces que ante panorama tan adverso, aparezca un timbiriche marino en La Habana? ¿Quién autorizó tamaño disparate? ¿Qué mercado existe en Cuba para la navegación de ocio?
Acaba de morir una niña en Santiago de Cuba, después de tres horas esperando una ambulancia y convulsionando; si no hay dinero para mantener una mínima flota automotriz de socorro sanitario, ¿a qué viene el esperpento de vender embarcaciones neumáticas motorizadas y autorizar la importación de motores marinos de hasta 10 caballos de potencia?
Si hasta junio no habrá una recuperación parcial de la producción de medicinas, si el transporte colectivo está mermado por averías y escasez de combustibles y ruedas, si comer pescado en la isla de Cuba es un lujo; ¿porqué el gobierno desvía los escasísimos recursos financieros a actividades de dudosa rentabilidad económica y manifiesta intención política, y de lucro personal de algunos?, como ya hizo Gaesa con la construcción de hoteles de lujo, en medio de la pandemia de coronavirus y la falta de oxígeno medicinal.
Solo una dictadura aberrada y acobardada es capaz de tamaños injusticias y absurdos, en medio del naufragio político y económico, con consecuencias directas en millones de cubanos, víctimas de la pobreza y desigualdad comunistas y asombrados por la ecuación gubernamental de buscar paz social con evasión de ciudadanos en edad activa.
En ningún caso se trata de un programa paralelo de estímulo a la pesca de cabotaje porque, hace años, el navegante en jefe asfixió a pescadores privados, forzándolos a cooperativizarse en pequeños koljoses acuáticos y vincularse a los destacamentos Mirando al mar; e introdujo en ríos, las extranjeras y voraces tilapia, tenca, carpas y clarias, que arrasaron con autóctonas biajacas, guabinas, sofís y truchas.
Los abuelos con memoria y que no mienten, por conveniencia o miedo, sobre el pasado, recuerdan a aguajíes, biajaibas, carajuelos, corvinas, cuberas, chernas, doncellas, jeníguanos, loros, negritos, palometas, pargos, peces perros, picúas, rabirrubias, robalos, roncos, salmonetes y, muchos más, saltando sobre las tarimas de la habanera Plaza del Mercado Único y otras lonjas de la mayor de las Antillas, otrora ambrosía de langostas, camarones y mamoncillos, entre otras frutas del Caney.
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