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Inspectores internacionales evalúan Central Electronuclear de Juraguá

Los visitantes comprobaron el estado de las salvaguardias nucleares que existen en la instalación pues, de acuerdo con un proyecto del Ministerio de Industrias (MINDUS), debe convertirse en el confinatorio nacional de desechos peligrosos.

Ruinas de la Central Nuclear de Juraguá, en Cienfuegos © Cinco de Septiembre
Ruinas de la Central Nuclear de Juraguá, en Cienfuegos Foto © Cinco de Septiembre

Este artículo es de hace 1 año

Inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) evaluaron las condiciones de la Central Electronuclear (CEN) ubicada en la localidad de Juraguá, en Cienfuegos, abandonada tras el derrumbe del campo socialista soviético.

El periodico oficialista Tribuna de La Habana informó que los representantes de la organización comprobaron el estado de las salvaguardias nucleares que existen en la instalación pues, de acuerdo con un proyecto del Ministerio de Industrias (MINDUS), debe convertirse en el confinatorio nacional de desechos peligrosos.

Jorge Luis Paredes, de la Oficina de Regulación y Seguridad Ambiental (ORSA), perteneciente al CITMA, acompañó a las autoridades de la OIEA por el sitio en el que se construyó la planta nuclear, de la que solo queda relativamente intacto el edificio del reactor, pues el resto de los inmuebles presenta un avanzado estado de deterioro. La prensa oficialista local no puede acceder al lugar ni documentar lo que allí sucede con fotos o videos.

Paredes afirmó que los inspectores del organismo internacional se mostraron satisfechos con la profesionalidad de los especialistas cubanos que se mantienen vinculados con la central, por lo que manifestaron su deseo de seguir colaborando con la isla en el desarrollo de aplicaciones nucleares.

En 1976 Cuba y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas firmaron un acuerdo para construir dos reactores nucleares en esa zona del municipio de Abreus. Inicialmente, la planta debía satisfacer hasta un 15 % de las necesidades energéticas del país y generar miles de puestos de trabajo, pero ninguno de esos propósitos fue completado, pues en 1989 se paralizaron las principales labores constructivas.

Junto a la CEN se comenzó a levantar un reparto para los trabajadores que operarían la instalación y que, tras la decisión de Fidel Castro de detener el proyecto y de destituir a su propio hijo, Fidel Castro Díaz-Balart, se convirtió en una mini ciudad fantasma, con problemas de transporte, escasez de opciones recreativas y edificios a medio construir.

En la zona quedaron varados cientos de cubanos, e incluso ciudadanos rusos que llegaron en esa época para participar en el ambicioso plan. El reparto se comenzó a erigir a siete millas del domo principal y según lo prometido por el gobierno castrista, contaría con todas las condiciones para ser autosuficiente.

El enclave sería el hogar de unos 13,000 habitantes y para tales fines se dispuso la construcción de unas 4,200 viviendas. Además se proyectaron escuelas, mercados, muelles para el acceso de los barcos que entrarían por Pasacaballos y canchas de deporte que quedaron a medio camino.

La paralización total de la Central Nuclear llegó en 1992, aunque en 1996 los gobiernos ruso y cubano intentaron retomar el plan con la financiación de un tercer país. Esta idea tampoco fructificó pues la Ley Helms-Burton frenaba el interés de cualquier otra nación que quisiera invertir en Cuba.

La crisis económica que se desató en la isla, conocida como Período Especial, golpeó con fuerza a las familias que llegaron a vivir en la CEN, por lo que muchos se dedicaron a explotar las ruinas del reactor para sobrevivir. Los nombrados picapiedras sacaron bloques, ladrillos, barras de metal para obtener ganancias.

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