Media Cuba sumergida y el presidente Díaz-Canel afuera

Los ciclones y demás fenómenos meteorológicos adversos solo ponen de relieve la pobreza estructural cubana, que es anterior al cambio climático.

Inundaciones en Cuba © Facebook/ Siul Hernández Alegría
Inundaciones en Cuba Foto © Facebook/ Siul Hernández Alegría

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Este artículo es de hace 6 años

Las lluvias asociadas a la tormenta “Alberto” incrementan la pobreza estructural de Cuba y generan sufrimiento en la mayoría de la población que asiste impotente al derrumbe total o parcial de sus casas y a cuantiosos daños materiales que devastan sus exiguos patrimonios.

Cuba –que tiene un eficaz sistema de protección de vidas humanas ante catástrofes naturales- no es capaz de revertir los daños a la propiedad de los ciudadanos que –además- sufren trastornos psicológicos severos ante la contemplación de que parte de sus vidas y hacienda se las lleva el agua.


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La isla ha perdido cuatro hijos en este embate de la naturaleza y el gobierno y los medios que paga se han apresurado a hablar de cambio climático que –junto con el embargo norteamericano- se ha convertido en comodín preferido de las autoridades.

Habrá que ver los daños causados a las siembras de alimentos y el más que probable desabastecimiento y encarecimiento de productos como el boniato o el tomate. El tabaco está a salvo porque existe un acuerdo con Altadis que prefinancia la mitad de la cosecha por adelantado y, a su vez, la empresa española tiene contratados seguros que cubren estas contingencias. Este acuerdo protege a los productores, aunque no los libra totalmente de que la hoja se eche a perder en los secaderos.

Los ciclones y demás fenómenos meteorológicos adversos solo ponen de relieve la pobreza estructural cubana, que es anterior al cambio climático, al que contribuyen decisivamente dos aliados de La Habana: China e India que –lógicamente- han pedido al mundo tener su propio siglo XIX para industrializarse y poder dar de comer a sus millonarias poblaciones.

Los ciclones y demás fenómenos meteorológicos adversos solo ponen de relieve la pobreza estructural cubana

Con estos episodios, más los probables derrumbes de viviendas que se produzcan durante el oreo de tejados y paredes viejos y mal conservados, se ahonda la brecha de pobreza que la crisis económica de 1989, tras el abandono soviético, asola a la isla.

El Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba –desde entonces- se ha limitado a enarbolar un discurso de la resistencia para eludir la necesidad de acometer reformas políticas y económicas estructurales que posibiliten a los cubanos disponer de libertad, riqueza y justicia social.

Esta simplonería política ha consolidado la dependencia cubana de suministradores externos, ya sean Venezuela, antes la URSS y el exilio cubano, que ha incrementado su auxilio a familias y amigos desde 1977 hasta la fecha, tras las medidas del entonces presidente norteamericano James Carter.

Si la URSS y el CAME condenaron a Cuba a ser productor de azúcar, cítricos, componentes de informática y mano de obra barata; el chavismo arrebató a los empresarios cubanos la posibilidad de elegir su propio camino, aún dentro de los limitados marcos que impone la legislación cubana, y medirse con el resto del mundo con desventajas notables, pero conocedores de que la prosperidad es la única receta posible.

Tales dependencias generan errores de bulto como el que acaba de cometer el nuevo presidente de la república, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que en vez de acercarse a las zonas de desastres, incluida Villa Clara -su patria chica- ha volado a Caracas en un avión moderno y seguro de fabricación norteamericana con matrícula de Venezuela; a menos de un mes del desastre aéreo de Boyeros, que costó la vida a 111 personas.

El gesto evidencia falta de reflejos políticos porque el viaje a Caracas podría aplazarse ante la “compleja situación”, otro de los eufemismos preferidos de la letanía tardocastrista cuando la cosa está mala. El deber de un presidente es estar junto a su pueblo en momentos difíciles, tal y como hacía Fidel Castro, cuando se anunciaba la proximidad de un ciclón, aunque luego su presencia no garantizaba que los afectados resarcieran sus pérdidas. Pero el Comandante en Jefe daba la cara y se exponía ante la gente encabronada y triste.

A Caracas podría ir Salvador Valdés Mesa o cualquier otro alto cargo cubano, si tan perentoria era la visita; pero la obligación de Díaz-Canel era estar en las zonas de desastre, como hizo cuando cayó el avión nada más despegar del aeropuerto internacional José Martí.

Las formas en política son importantes y al flamante mandatario cubano le han faltado reflejos para discriminar lo imprescindible de lo urgente, yéndose a Caracas a ser condecorado con pompa con una distinción que podría alimentar su ego, pero que no resolverá los problemas de las pobres victimas de “Alberto”.

Muchos de los albergados a consecuencias de los ciclones de los años 90 siguen acogidos en instalaciones que generan problemas de todo tipo, a partir de la convivencia colectiva, y la economía cubana no tiene respuesta para ellos ni para los que acaban de perder sus casas.

El descrédito político comienza cuando los servidores públicos se desentienden de los asuntos que realmente afectan a los ciudadanos y la actitud de Díaz-Canel no es culpa del embargo ni del cambio climático, sino de su propia irresponsabilidad política al apreciar erróneamente los escenarios.

El descrédito político comienza cuando los servidores públicos se desentienden de los asuntos que realmente afectan a los ciudadanos y la actitud de Díaz-Canel no es culpa del embargo ni del cambio climático

Díaz-Canel no goza de la legitimidad histórica ni del carisma que disfrutaba Fidel Castro y la gente cubana está harta de la maldición de la pobreza por todas partes que obliga al estado a depender de que llegue uno o más barcos cargados de arroz desde Viet Nam, que ya ha perdonado la deuda cubana, y a los ciudadanos a que un emigrado le recargue el teléfono móvil o le pague parte de los alimentos y de las medicinas que necesita.

Cuba invirtió e invierte cuantiosos recursos en la instrucción de sus ciudadanos que –teniéndolo casi todo para vivir mejor- han sido reducidos a la condición de mendigos por ese afán totalitario de mantenerlos pobres, sin libertad y vigilados constantemente para que acumulen pobreza, nunca riqueza.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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