El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, hizo un guiño a la juventud y a la cultura cubanas, asistiendo al multitudinario concierto de Laura Pausini y Gente de Zona en La Habana, donde apareció sin anuncio previo.
El gesto presidencial es una acción política premeditada con dos objetivos principales y lecturas secundarias: tender puentes con los jóvenes que apuestan por la gozadera frente al tedio y lanzar un mensaje claro a los conservadores que intentan criminalizar el Reguetón y a parte de la juventud cubana.
Díaz-Canel quiso dejar claro que allí estaba el Presidente de la República y que su gobierno estaba involucrado en el concierto que congregó a 250 mil asistentes, entre los que estarían sus hijos e hijos y nietos de Fidel, Raúl Castro y demás altos cargos. Alexander estuvo ágil y agradeció el guiño presidencial, revelando la otra noticia del concierto.
Los conservadores internos, que han intentado usar el Reguetón como arma arrojadiza contra jóvenes, deben estar aún estupefactos ante la maniobra presidencial, aunque los oportunistas no tardarán en cambiar el paso para bailar lo que suene bien en palacio.
Los conservadores de afuera, que han intentado usar el Reguetón como arma arrojadiza contra jóvenes y contra el castrismo, estarán indignados y blasfemando de un presidente reguetonero, en otro ejercicio maniqueo de reduccionismo mental y ético.
Cuba es una potencia musical, por tradición y los programas de enseñanza musical que organizó y expandió la revolución. Lo raro, lo extraño, era que anteriores presidentes mostraran poca sensibilidad ante la música, salvo cuando se trataba de que la era pariera un corazón o la instrumentalización política del excelente grupo La Colmenita.
Los cubanos, ricos en eufonías caribes, a estas horas estarán diciendo: ¡coñó!, viste, el tipo se fue al concierto. Canel sirvió… y el otro grupo dirá: ¡que vergüenza!, tú viste eso, chico, un presidente metido con los reguetoneros esos, ¡que va!, eso con Fidel y Raúl no pasaba… Allende los mares, el debate transcurrirá por cauces parecidos, con el añadido de que la dictadura está haciendo payasadas para congraciarse con jóvenes y lavarse la cara.
Estos parlamentos reflejan la Cuba plural que palpita en calles y casas, y que el Buró Político del Partido Comunista no acaba de asumir con la naturalidad serena que implican los cambios reales. La cúpula comunista vive a medio camino entre el conservadurismo y la certeza de que el nuevo escenario tiene dos puertas: la racionalidad democrática o el precipicio, y ellos son los que más tienen que perder en el abismo.
La cúpula comunista vive a medio camino entre el conservadurismo y la certeza de que el nuevo escenario tiene dos puertas: la racionalidad democrática o el precipicio, y ellos son los que más tienen que perder en el abismo
El guiño de Díaz-Canel genera una expectativa optimista sobre un nuevo enfoque hacia la cultura, que ya ha venido ocurriendo parcialmente a partir del esquema Abel Prieto de yo te dejo viajar, te tramito los permisos por la UNEAC y pórtate bien, pero que despolitizó parcialmente y agilizó la capacidad de los artistas cubanos para generar dinero.
Pero aún quedan zonas oscuras como la intolerancia frente a Tania Brugueras, Luis Manuel Alcántara, Gorki Águila, Henry Laso y el Sexto, por citar los más conocidos y recientes, pero que forman parte de una larga tradición de encontronazos entre poder y cultura, de la que no se salvó siquiera la Nueva Trova, en la época de Ojalá y Resumen de Noticias.
Díaz-Canel ha empezado a gobernar con la habilidad de acercarse a los problemas reales de la gente, pues sabe que ahí se juega su prestigio, y cuidando a la generación histórica a la que mima citándola en sus discursos y poniendo de ejemplos positivos a Fidel y Raúl Castro, cuando se tercia la ocasión; como corresponde al traje a la medida que le han hecho en una transición no anunciada, pero inevitable, salvo que se imponga la irracionalidad.
Un presidente apostando por Gente de Zona y agradeciendo el gesto de Laura Pausini de cantar en La Habana, después que ha pasado el embullo Obama, no resolverá los problemas de la cultura cubana ni los roces lógicos entre poder y creadores, pero abre una rendija a la esperanza de que los cubanos, como otros muchos pueblos del mundo, puedan vivir en la gozadera de la diferencia, tras 60 años de uniformidad verde oliva.
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