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Las modificaciones introducidas recientemente a la ley de inversión extranjera vigente en Cuba han pretendido "agilizar el proceso inversionista", pero están lejos de ser suficientes para llamar la atención de todo el capital foráneo que el país necesita para reinventarse económicamente.
"Existe un proceso de aprobación súperengorroso y quien busca invertir su dinero quiere facilidades, no trabas. Ahora se eliminó el estudio de factibilidad como requisito previo y se flexibilizaron los pasos para la presentación de una oportunidad de negocio, pero el discurso sigue siendo vacío. Pedimos avances palpables, resultados", considera Juan Ernesto, especialista de una hotelera cubana.
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Agrega el experto que "el paternalismo, la inmovilidad, el miedo... tienen detenido el avance de las inversiones, como al país mismo. Incluso en pleno Período Especial estos procesos eran más rápidos, con menos papeleo. Tiene que haber un cambio de mentalidad que permita reducir los tiempos de respuesta. Las inversiones son algo que aún muchos ven con recelo y que otros ni quieren mirar".
Por otro lado, indica, que "tenemos que replantearnos qué tan atractivos somos como plataforma de inversión. ¿Para qué nuevas leyes si no acabamos de lograr las inversiones directas que necesitamos? Los inversionistas no confían. Hay incertidumbre en ellos porque no se les da seguridad. Nuestro futuro económico es incierto".
Déborah Rivas, directora general de Inversión Extranjera del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (Mincex), ha admitido que "estamos claros de que con estas normas no se atrae a la inversión extranjera", pero sí de que "lograremos dinamizar hasta cierto punto los trámites de evaluación y aprobación de los expedientes".
El propio titular del Mincex Rodrigo Malmierca ha reconocido que, además de cuestiones objetivas como el bloqueo económico y la dualidad monetaria y cambiaria, hay factores subjetivos y organizativos que limitan las exportaciones, el uso de los créditos y la atracción de inversión extranjera.
"Se impone agilizar la eliminación de la doble moneda. Para avanzar necesitamos más audacia, autonomía empresarial y menos ineficiencia. No tenemos que recibir solo a entidades millonarias; las pequeñas también pueden aportar".
"Todas las inversiones no deben seguir dependiendo de un permiso nacional. Hay algunas que son necesarias solo localmente y les corresponde a los gobiernos locales aprobarlas", asegura el ingeniero civil Ariel, de 32 años.
Si bien "ha habido un incremento en las inversiones con capital foráneo desde 2014, todavía tienen un peso muy bajo en relación con la inversión total del país", en palabras de Malmierca.
Datos oficiales afirman que hasta noviembre de 2016 Cuba logró atraer en compromisos de capital extranjero unos 1.300 millones de dólares y en el pasado año esa cifra había alcanzado alrededor de 2.300 millones de dólares, destinados fundamentalmente al turismo, las energías, la construcción, la logística, la minería, etc.
Por su parte, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel ha dejado claro que "hay que ser creativos y correr riesgos, sin afectar nuestra soberanía".
A tenor con lo que dicta el proyecto de reforma constitucional cubano que se discute actualmente en el país: "El Estado promueve y brinda garantías a la inversión extranjera, como elemento importante para el desarrollo económico del país, sobre la base de la protección y el uso racional de los recursos humanos y naturales, así como del respeto a la soberanía e independencia nacionales".
De acuerdo con el economista Ricardo, de 51 años, "no puede ser que haya que tener un 150% de seguridad para invertir. En el mundo empresarial hay que arriesgarse, claro está, con fundamento. Así es como único puede avanzarse".
"Tenemos que abrirnos totalmente a la inversión extranjera, pero teniendo en cuenta todas las maneras de obtener financiamiento. Eso incluye a los cubanos que residen en el exterior y a los que juntan legalmente su dinero en la Isla también", explica.
"Lo que hace falta es que, de avanzar la inversión foránea, mejore la calidad de vida de los obreros. Mientras más se invierta más riqueza debería haber para todos".
"Cuesta entender que las enormes diferencias de nuestro mercado interno espantan a los potenciales inversionistas porque el consumo es bajo. Casi todo lo que ingresamos los cubanos (lo poco que ingresamos) lo gastamos en comida", añade la abogada matancera Teresa.
Desde la óptica de la joven Amanda, propietaria de un restaurante en Cienfuegos, "debiera permitirse el desarrollo de pequeñas y medianas empresas en el sector no estatal. Creo que hay muchos cubanos que queremos y podemos invertir. El país necesita inversiones grandes, pero también otras pequeñas, que bien podrían ser asumidas por personas naturales.
"Los trabajadores privados y cooperativistas debieran poder asociarse con extranjeros y exportar lo que producen. Cuba es de los pocos lugares del mundo que no permite que sus ciudadanos inviertan en él", acota.
Asimismo, uno de los puntos más ásperos en lo que a la inversión ‘de afuera’ se refiere sigue estando en los salarios de los trabajadores de las empresas mixtas, a los que se les paga dos pesos cubanos por cada CUC que da el extranjero por sus servicios.
"Si sustituimos importaciones que ahorran millones al país, ¿por qué percibimos tan poco? Merecemos un mayor salario porque estamos donde se produce en mayor cantidad y con más calidad. Además, el cambio es de 25x1 en todo el territorio nacional y en la Zona Especial de Desarrollo Mariel es de 10x1. Podrían pagarnos al menos cinco pesos cubanos por cada CUC.
"Seguimos hablando de desarrollo con demasiadas pausas puestas y deudas en medio mundo. Que nos paguen lo que verdaderamente merecemos y que hagan desaparecer a las entidades empleadoras. Por eso muchos profesionales van a parar a las cooperativas o se convierten en cuentapropistas. Necesitamos trabajar y vivir mejor", expresa Ernesto, quien se desempeña en una empresa mixta dedicada a la producción de alimentos.
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