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La historia de Aurora Suárez es una de las muchas odiseas de cubanos que mueven cielo y tierra para juntar a sus familias en Miami a través del Programa Parole de Reunificación Familiar, paralizado desde hace un año. Ella llegó a Estados Unidos en febrero de 2016 reclamada por su hijo mayor, Javier Lugo. "Vine porque creí que mis hijos vendrían rápido, pero sin el Parole he pensado hasta en lo peor: en regresar", comenta a CiberCuba.
En Los Arabos, Matanzas (25.702 habitantes), Aurora dejó a dos de sus hijos, María Lugo y Janier González. Este último, de 22 años, fue entrevistado en la embajada de los Estados Unidos en La Habana el 31 de agosto de 2017. Sus documentos, que debían habérselos devuelto en 15 días con la visa, siguen en la sede diplomática estadounidense. Allí se quedaron al estallar el escándalo de los ataques acústicos. Fue entonces cuando el Departamento de Estado anunció el 29 de septiembre del año pasado que suspendía su servicio consular en la Isla y, por tanto, la tramitación del Parole.
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Su hija, su nieta y su yerno no llegaron a ser entrevistados en la embajada de EE.UU. en La Habana. Nunca los citaron. María Lugo ha vuelto a quedarse embarazada y su madre, Aurora, lamenta que con el parón del Parole el niño no pueda nacer en Estados Unidos. "No puedo pedirle a mi hija que interrumpa su embarazo. Eso no puedo hacerlo", dice.
Aunque el Departamento de Estado asegura que trabaja para retomar el Programa Reunificación Familiar Cubano, un año después todo está en el mismo punto. El Servicio de Inmigración de Estados Unidos (USCIS) avanzó a CiberCuba que están buscando "una ubicación" para desatascar los procesos, pero también dijo que la medida no se adoptaría de manera "inminente".
"Yo estoy muy deprimida. Me he enfermado de tal manera que sólo hago llorar. Paso los días en cama, a oscuras", confiesa Aurora a este portal de noticias. Ella no hace más que pensar en que su nieta, cuando fue a Cuba en agosto pasado, le pidió que no volviera a marcharse.
El hijo mayor de Aurora la reclamó a ella hace cuatro años (lleva casi 3 en Miami) y su proceso apenas duró ocho o nueve meses. Ella creyó que con el resto de la familia sería igual, pero no ha sido así. "Dejé a mi hijo pequeño cuando era un adolescente y más me necesitaba. Por eso tengo esta tristeza tan grande".
Tampoco se perdona que nada más llegar a Miami, la llamaran de Cuba para decirle que su hija había tenido un accidente doméstico y se había quemado. "Todo eso ha pasado en medio de esta triste separación. Imagínate, no puedo estar bien".
Esta madre y abuela cubana tiene claro que si tuviera la posibilidad de echar el tiempo atrás no volvería a optar por la separación. "Nunca lo haría de nuevo. Yo vine porque ellos venían rápido, si no, no vengo", afirma.
Aurora confiesa que ni en sus peores pesadillas creyó que iba a vivir el calvario que está viviendo. "Mis niños tienen la vida parada en Cuba por culpa de todo esto, que ha acabado con todos mis sueños. Yo quería Miami para ellos, que son jóvenes".
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