#YoVotoNo: La importancia de la bulla

Hay que hacer bulla antes de la pantomima, durante ella, y después. No necesitamos esperar a que empiece un referéndum cuyos efectos vinculantes no reconocemos.

Campaña por el No al referendo constitucional en Cuba © Facebook/ Carlos Ferrera
Campaña por el No al referendo constitucional en Cuba Foto © Facebook/ Carlos Ferrera

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Este artículo es de hace 5 años

En estos días que ando más solo que Adán en su despedida de soltero, cada noche antes de que Morfeo entre en mi cama, comparto sábanas unos minutos con un sociólogo libanés de nombre Nassim Nicholas Taleb, un pensador brillante y un maestro insuperable de eso que antes llamábamos “filosofar”.

En mi más reciente lectura nocturna, Taleb me habla de los “Cisnes Negros”, de cuya existencia aconseja apercibirse.


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Un cisne negro se manifiesta cuando ocurre un suceso altamente improbable de incalculables consecuencias. Cualquier explicación de él, hecha por un ser humano a posteriori, no tendrá nunca en cuenta el azar, e intentará encajarlo en el modelo lógico de orden que ha estado diseñando nuestro cerebro para ese fin mientras crecíamos.

Por eso, para Taleb es importante aprender a detectar la inminencia de un Cisne Negro y a atenuar sus consecuencias. Funciona como una profilaxis para combatir las pequeñas y grandes tragedias inesperadas de la vida.

Saber reconocer a un Cisne Negro es crucial para entender mejor lo que somos, y también para hacernos una idea de hacia dónde vamos: las dos preguntas recurrentes en nuestra memoria de especie.

Un cisne negro es una suerte de efecto mariposa extraño y terrible, cuyo poder está en que, sabiendo que es probable que ocurra, nadie lo espera en realidad. Por eso es siempre mucho más destructivo que las causas que lo provocan.

Nassim Taleb compara nuestra destreza para enfrentar a un cisne negro, con la de esos padres que juegan a lanzarnos al aire cuando somos bebés, pero no aciertan a cogernos bien cuando estamos cayendo.

Un accidente es más que posible, pero ellos no lo han previsto. Nunca lo habían hecho antes, pero ni siquiera han practicado utilizando primero un muñeco en nuestro lugar. Un poco absurdo nos parece, a priori. Quizás lo es. También lo es lanzar un bebé al aire. No es solo una estúpida manifestación circense de júbilo casero; es la tercera causa de muertes de bebés españoles en el hogar. Es un acto irresponsable y criminal que practican miles de padres con miles de niños en el mundo cada día. Ninguno se detiene a pensar en todos los eventos que pueden concurrir para que el bebé se les escape de las manos, y se golpee la cabeza contra el suelo. Para ellos, eso es algo que “nunca pasará”, pero han expuesto a sus hijos al primer Cisne Negro de sus vidas. “Malos catchers”, los define Taleb.

La lógica del Cisne Negro funciona sobre dos constantes: lo que aún no sabemos siempre es más importante que lo que ya hemos aprendido, y lo que no ha ocurrido nunca, cada día que pasa es más fácil que suceda.

El tsunami que se produjo en el Pacífico hace solo unos días, repitió la tragedia del que ocurrió 14 años atrás en 2004. Es un evento altamente improbable que ha ocurrido dos veces en el mismo lugar. De haber sido esperado a conciencia, no hubiera causado los daños que hoy lamentamos; pero volvió a suceder, nadie lo esperaba y nadie tomó medida alguna.

Teorías conspirativas aparte, el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos fue la materialización de un riesgo del que ya éramos tan conscientes ese día, como su víspera, el día 10 y todos los días anteriores. Pero no había ocurrido el 10, ni antes, ni nunca. Era un suceso altamente improbable, no solo para el gobierno norteamericano, sino también para cualquiera de nosotros.

La incapacidad de predecir un Cisne Negro, implica también nuestra insolvencia para adivinar el curso de la historia. El hombre puede vaticinar a veces un acontecimiento por la frecuencia de su repetición, pero ¿qué pasa con las cosas que nunca han ocurrido?

Aun así, hacemos proyecciones a treinta años del déficit de la seguridad social, sobre cómo serán los tipos de crédito y los precios del petróleo, sin siquiera poder prever a cuánto ascenderán unos y otros para el verano entrante.

Nuestros errores de previsión acumulativos son terribles, pero más aún lo es la falta de conciencia que tenemos de que los cometemos. Esto es más preocupante cuando nos abocan a conflictos mortales como las guerras y las epidemias, o nos apartan de un fin noble, como es la libertad.

LA LIBERTAD: EL CISNE NEGRO DE LOS CUBANOS

La incapacidad de los cubanos para predecir la cercanía de un Cisne Negro, no se debe solo al inmovilismo del último medio siglo de nuestra historia. Es proporcional a la falta general de conciencia de este estado, que nos ha alejado históricamente de la lucha por conseguir nuestra quimera más deseada: ser libres. En esa empresa, siempre estamos divididos antes de comenzar, y eso es gestionar mal un Cisne Negro.

Somos fáciles de desviar del camino; basta entretenernos con un poco de alpiste que alimente nuestras diferencias, y perdemos el rumbo de lo que verdaderamente nos importa.

Por eso me molesta que nos desgastemos criticando a quienes van a votar NO en el próximo referéndum sobre la constitución, en vez de apoyar la consigna, (que es lo que importa) aunque no seamos partidarios de reflejarla en la boleta de un referéndum amañado y falso. Perdemos de vista el objetivo por dividirnos en la estrategia de cómo conseguirlo, y así estamos hace 60 años.

La Libertad es un Cisne Negro que hace mucho tiempo se nos resiste, y quizás por eso, ya casi nadie lo espera. Es sin duda un Cisne Negro, porque su llegada por fuerza habrá de ser traumática y dolorosa. Las cosas deben primero ponerse peor antes de mejorar. La Libertad ha sido el evento más altamente improbable de los cubanos, después de la muerte de Fidel Castro, que fue otro Cisne Negro de libro.

Nassim Taleb me dejó pensando en los riesgos de no comprender cómo funcionan las cadenas causales entre la política, los que la hacen y los que la sufrimos. Los cubanos de hoy somos muy propensos a los Cisnes Negros, porque llevamos muchos años esperando a que ocurran cosas sin que ocurran. En algunos casos ya hemos aceptado tácitamente que “nunca van a ocurrir”, aunque todas leyes naturales nos estén indicando lo contrario.

También es fácil para nosotros “provocar” la aparición de Cisnes Negros, por la ignorancia agresiva que demostramos sobre su naturaleza, y los errores que cometemos –y repetimos–, cuando intentamos reparar sus daños.

En psicología debe haber una figura para definir a quien manifiesta repudio por algo de lo que a su vez forma parte.

No me dejan entrar a Cuba, pero de poder hacerlo, no participaría en este referéndum para votar NO. Sin embargo, apoyaría a quienes piensan -como yo- que esa es la respuesta, aunque quieran decirlo en las urnas de la dictadura.

Estoy en contra de asistir a votar cualquier cosa al referéndum “revolucionario”, porque nadie verá ni sabrá nada de los millones de casillas marcadas con un NO entre las que estaría la mía.

No encuentro ninguna conveniencia en aceptar las “garantías” de un meeting asambleario ilegal impulsado por la dictadura castrista, que sería igual a todos los "procesos electorales" que hemos vivido en Cuba a lo largo del último medio siglo.

Quien lo haga, como mucho podrá después demostrarlo con un selfie junto a su boleta, (no es mala idea como bulla a posteriori) pero serán solo tímidas revanchas sin efecto, pequeñas protestas recesivas que no hacen ningún daño a la maquinaria del poder.

Los resultados de este referéndum de palo, no cambiarán nada per se. Las pocas o muchas cruces que convoque el “NO”, no afectarán las políticas antidemocráticas de la dictadura. Se hará lo mismo que ya está pensado y que se ha hecho tantas veces; está escrito en el libro invisible “60 Años de Referéndums en Cuba”.

Si el mayor número de respuestas es favorable al “NO”, quien ha organizado el circo lo convertirá en votos del “SÍ”, con participaciones récord y cifras porcentuales rozando la centena. Ha pasado siempre en todas las elecciones que hemos vivido en Cuba y no hay nada que indique que esta vez será distinto. Nada ha cambiado allí en lo concerniente a garantías constitucionales para legitimar un proceso electoral, ya sea de ideas o de personas. En todo ese tiempo, al pueblo cubano se le consultaron tan pocas cosas, que ahora que ocurre, aplaudimos que “por fin” se nos haya tenido en cuenta, y vamos a las urnas a responderles “como ellos se merecen”. Es un razonamiento tan inocente como parece.

Pero tampoco pasa nada por asistir a los comicios, aunque nuestro voto –y nuestra asistencia– no nos reporte ningún beneficio. Por eso lo importante no es el voto, sino LA BULLA.

El voto será directo, secreto, silente, anónimo, SIN EFECTO para los que queremos el cambio, e INOCUO para los organizadores del sainete. Todavía, incluso será difícil para muchos de los cubanos que me siguen en Cuba, colgar en los comentarios de este post un selfie de ese día, junto a su boleta después de marcar NO. Deben continuar dando de comer a sus hijos después del referéndum. No se juega con las cosas de comer.

Mientras viví en Cuba, asistí a votar a todas las elecciones del Poder Popular que me tocaron siendo estudiante y después como trabajador, hasta que conseguí escapar de allí.

Fui a votar sin convicción, por miedo, embullo, aceptación, pasividad, indignación, odio, precaución o conveniencia, según la edad y el momento. Siempre elegí yo, y decliné voluntariamente la otra oferta: no ir y significarme explícitamente en mi comunidad y en mi trabajo. No me importa reconocerlo, porque un gran número de nosotros hizo lo mismo, y a muchos de ellos los veo ahora aquí cada día haciendo campaña para que los que están allá, no vayan a votar. Me molesta esa falta de memoria y honestidad.

En Cuba yo votaba en blanco para quedar en paz con mi conciencia y hacerle al poder el mayor de los pocos males que podía. Bajaba la cifra de votos válidos invalidando el mío con un poema de Martí, un Viva Cuba Libre escrito en diagonal, o añadiendo una cuadrícula con el nombre de Adolf Hitler, y en letra simulada “porque está mejor preparado para el cargo”.

Daba igual, porque siempre los resultados computados rozaban el 100% de participación y el recuadro “boletas anuladas” reflejaba una incidencia mínima. Mis pequeños sabotajes no servían para nada.

YO VOTO NO A ESTA CONSTITUCIÓN, pero no acepto como buena la “consulta popular” que propone el gobierno cubano para su aprobación. Hacerlo, sería también considerar legítimo el marco de su formulación y la manipulación de sus resultados. No quiero votar en un referéndum tejido con los mismos hilos de la constitución que rechazo.

YO APOYO EL “NO” A LA CONSTITUCIÓN, con la misma firmeza con que defiendo mi derecho a no participar en ningún referéndum que organice la dictadura sobre ella. Sus resultados reales jamás tendrán difusión, y serán manipulados por quienes convocan la farsa. Participando en ella, les regalaría además, la foto que tanto necesitan: mucha gente asistiendo a votar.

YO VOTO NO A LA CONSTITUCIÓN, pero no quiero decírselo a las urnas rojas de la revolución, que me lo preguntan después de ignorar 60 años mi presencia.

YO VOTO NO A ESTA CONSTITUCIÓN que aun sin haber nacido, ya se manifiesta en un referéndum mentiroso y excluyente. Repentinamente la dictadura nos perdona la vida a los que la hemos combatido, y nos retira el cartelito de “gusanos”. Nos invita “amigablemente” a ser parte de la representación del referéndum antidemocrático, que convertirá en ley una constitución llena de inconstitucionalidades, y que sigue tratando a quienes emigramos como ciudadanos de segunda.

Sin embargo, somos también ya muchos los que nada tenemos que perder y no tenemos miedo de dar la cara, dentro o fuera de Cuba.

Las redes nos dan hoy la oportunidad de decir ahora QUE VOTAMOS “NO” A LA CONSTITUCIÓN EN UN REFERÉNDUM DEMOCRÁTICO Y LIBRE. Y aquí no somos una cruz anónima, somos personas con cara, nombre y apellidos. ¿Qué mejor forma de refrendar nuestro apoyo al “NO” que hacer público nuestro voto, y no enterrándolo en una boleta que jamás será contabilizada?

Quedarse en casa es más productivo y útil que asistir al ritual electoral, aunque es también más peligroso. No servirá de nada reclamar lo que nos corresponde en este referéndum de papier-mâché; “Vox clamantis in deserto”. Pero no importa el camino que haya escogido cada uno para decir que no quiere esta constitución de mierda, lo importante es QUE SE SEPA QUE NO LA QUEREMOS. Eso no lo dirán jamás las urnas de Díaz-Canel, pero podemos decirlo nosotros ahora. Lo mejor es la bulla.

No importa el camino que haya escogido cada uno para decir que no quiere esta constitución de mierda, lo importante es que se sepa que no la queremos. Eso no lo dirán jamás las urnas de Díaz-Canel, pero podemos decirlo nosotros ahora. Lo mejor es la bulla

Hay que hacer bulla antes de la pantomima, durante ella, y después. NO NECESITAMOS ESPERAR A QUE EMPIECE UN REFERÉNDUM CUYOS EFECTOS VINCULANTES NO RECONOCEMOS. YA ESTAMOS VOTANDO.

YO NO VOY A VOTAR EN EL REFERÉNDUM COMUNISTA pero apoyo y respeto la libertad de los demás de ir a hacerlo, para decir también que NO. Prefiero darme el gusto de responder a lo que se me pregunta, desde la libertad que me permite hacer pública mi respuesta:

VOTARÍA “NO” A LA CONSTITUCIÓN DISEÑADA POR LA DICTADURA y pediría la enmienda a la totalidad del documento en un hipotético parlamento constitucional libre. Pero eso no existe en Cuba.

Votaría “no” a la constitución diseñada por la dictadura y pediría la enmienda a la totalidad del documento en un hipotético parlamento constitucional libre. Pero eso no existe en Cuba

Sin embargo, LO IMPORTANTE ES LA RESPUESTA Y NO QUIÉN HA PREGUNTADO.

Lo importante es la bulla.

Mi voto negativo no quedará en las boletas del Gobierno cubano, pero es solo la letra pequeña de mi contrato con la Patria, que tiene una cláusula irrevocable; haré siempre todo lo que reme a favor de la libertad de Cuba.

Apoyo y apoyaré con mi bulla, cualquier acto o manifestación en que se pida libertad para Cuba, aunque sea la más pequeña de las libertades. Lo haré, venga de quien venga la iniciativa, cualquiera sea la entidad opositora que lo haya organizado, cualquiera la identidad, edad o sexo de su líder, y sea de quien sea el dinero que sostiene su campaña, NO ME IMPORTA EL MENSAJERO, solo quiero que llegue el mensaje.

Apoyo y apoyaré con mi bulla, cualquier acto o manifestación en que se pida libertad para Cuba, aunque sea la más pequeña de las libertades. Lo haré, venga de quien venga la iniciativa, cualquiera sea la entidad opositora que lo haya organizado, cualquiera la identidad, edad o sexo de su líder, y sea de quien sea el dinero que sostiene su campaña, no me importa el mensajero, solo quiero que llegue el mensaje

YO VOTO NO, porque es un ideal político y social al que adhiero y que me representa, aunque no esté de acuerdo en decirlo donde se me ha ordenado. Y VOTARÍA NO a esta fantochada de Constitución en cualquier marco democrático que no esté patrocinado por la revolución.

Pero ¿y si Nassim Taleb tiene razón?

¿Qué pasaría si repentinamente y contra todo pronóstico, la dictadura cubana reconoce que ha ganado el “NO” por un resultado abrumador? ¿Sería por fin una manifestación clara del Cisne Negro de La Libertad? ¿Estaríamos preparados para gestionar correctamente sus efectos? No ha sucedido nunca, es altamente improbable… Pero no es imposible.

Si tú también votarías NO a esta constitución si se te preguntara tu opinión en un marco democrático, estás tardando en compartir esta publicación.

Lo importante es la bulla.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Ferrera Torres

Arquitecto, escritor y guionista nacido en La Habana, reside en España desde 1993, donde ha desempeñado su labor profesional como guionista de ficción y realitys en productoras de televisión como Magnolia y Zeppelin TV. Ha escrito varias piezas teatrales estrenadas en USA, Grecia, Argentina y España


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