El próximo 24 de febrero más de 8 millones de cubanos están llamados a votar en un referendo en el que se les preguntará si ratifican o no la reforma constitucional que concede poderes políticos al Partido Comunista por encima del Estado; elimina la libertad "política" y pone como meta al país avanzar hacia el comunismo.
Un 19,2% de los cubanos tienen decidido ya que votarán "No" en el referendo, frente a un 38,2% que dice que apoyará el texto que propone el Gobierno y que deja fuera derechos como la libertad de prensa, de reunión o de asociación y la formación de partidos políticos, según una encuesta realizada hace unos días en la Isla por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos,
La gente es libre de votar lo que quiera, pero no tiene sentido que los cubanos desaprovechemos una oportunidad única como ésta del 24 de febrero para mostrar nuestro desacuerdo con el Gobierno.
En Cuba, en 60 años, se han convocado referendos en contadas ocasiones: uno para ratificar la Constitución de 1976; otro en junio de 2002 y éste que se celebrará en 2019. En 1992 Fidel Castro se saltó la consulta popular tras modificar la Carta Magna. Lo hizo so pretexto de que la reforma era parcial, no tocaba las atribuciones de la Asamblea Nacional del Poder Popular y del Consejo de Estado y no violentaba derechos ciudadanos.
Ahora los cubanos tendrán la oportunidad de decirle "No" al Gobierno este 24 de febrero. No nos engañemos. Ese "No" no cambiará nada a corto plazo. Pero será un primer paso para el cambio.
Es preocupante que un 5,1% de votantes confiese en la encuesta que anulará su voto y un 9,2%, que votará en blanco. Eso es casi lo mismo que regalarle el sí al Gobierno porque ellos no reconocerán nunca que las boletas en blanco o anuladas son una forma de protestar contra su mala gestión y su capacidad sin límites de hundir la Isla en la miseria y pisotear los derechos humanos. Por no haber, no hay nada: ni libertad ni pan.
El propio Fidel Castro contestó en una ocasión que el voto nulo correspondía "a gente que no sabe votar". Es la hora de demostrar que sí sabemos votar. La única forma posible de protestar es marcando el "No". Dejar la boleta en blanco es casi lo mismo que permitir que cualquiera de los comunistas de confianza elegidos para custodiar la mesa electoral pueda alterar ese voto durante los recuentos. No hay ningún observador neutral que garantice que serán unas votaciones limpias. No se lo sirvas en bandeja.
Tampoco sirve de nada quedarse en casa. Con la que está cayendo en Cuba eso es una temeridad. La comunidad internacional no entiende cómo los cubanos somos capaces de recorrer a pie toda América Latina, dejando atrás a nuestros hijos; cómo arriesgamos la vida subiendo a una balsa; cómo nos adentramos en la selva con coyotes que nos pueden matar y no somos capaces de votar "No" en un referendo constitucional que nos garantiza más de lo mismo que llevamos sufriendo desde hace 60 años.
El futuro de los jóvenes cubanos no puede pasar necesariamente por la emigración. Se pueden cambiar las cosas sin derramar sangre. Basta con marcar el "No" en el referendo para abrir la puerta al cambio.
Una transición democrática no se hace de un día para otro, pero para dar ese paso hace falta una Constitución que fije las bases del ordenamiento jurídico, que le frene los pies al Estado; que separe el poder judicial del legislativo de manera que la justicia sea igual para todos. No es de recibo que un cubano de a pie que comete un delito vaya a la cárcel mientras que a un cuadro del Partido Comunista, por lo mismo, le encarguen "otras responsabilidades" y lo manden a su casa, a retomar su vida en el punto donde la dejó cuando lo ascendieron a dirigente.
Para eso necesitamos una Carta Magna que reconozca los derechos humanos fudamentales. En qué cabeza cabe que alguien no pueda entrar en su país por pensar distinto al Gobierno; que un cubano residente en el extranjero no pueda invertir en su país; que alguien pueda ser detenido casi a diario por pensar diferente; que millones de trabajadores no lleguen a fin de mes con su salario y no haya habido una sola huelga sindical en la Isla en 60 años. Con qué derecho se le impone a los profesionales cubanos que salen de 'misión' y deciden no seguir trabajando para el Gobierno cubano que no pueden entrar a Cuba en ocho años.
Cada voto cuenta. Votar en blanco o anular la boleta no es protestar. Es hacerle el juego al Gobierno cubano. Dale donde les duele. Los que estamos fuera no podemos hacerlo porque nos niegan el derecho al voto. Hazlo por nosotros: por la reunificación de las familias y por el fin de la miseria. Los cubanos no podemos mendigar asilo político eternamente. Sólo quienes pueden votar tienen la oportunidad de iniciar el cambio.
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