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Preocupada por no recibir el pescado jurel en su carnicería a pesar de escuchar que se estaba repartiendo en algunas barriadas de la ciudad de Santiago de Cuba, María Rodríguez, una ama de casa de 63 años de edad, se dio a la tarea de buscar la ruta de los pescados que le tocaban a su familia.
En la carnicería le dijeron que no había llegado y no supieron darle más detalles, a pesar de que ese sitio cuenta con neveras y condiciones necesarias para vender el producto a la población.
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Llamó al puesto de mando de comercio y ahí le informaron que el famoso jurel, cuya comercialización liberada y controlada a 20 pesos la libra ha dado tanto de que hablar en el país, en el caso de Santiago de Cuba se había decidido colocar en algunas carnicerías, además se vendería a todo el que estuviera en la cola y dos pescados por persona hasta que se acabara.
“Te imaginas mi indignación. No es que estuviera barato el pescado, tampoco a un precio tan asequible, pero era una opción más porque empatarse con un pescado aquí es difícil, hay en la bolsa negra, aunque uno ni sabe de dónde sale. Pero distribuido de esta manera no me va a llegar ni a mí ni a otros miles de santiagueros. No ha sido algo equitativo”, comenta.
Días después, refiere María, el mismo jurel se estaba vendiendo en algunos lugares hasta en 35 pesos la libra, a 30 otras personas, depende del lugar y de la gente, pero en todo caso se estaba moviendo en el mercado informal.
“Es que esa manera de vender el jurel se prestaba precisamente para eso. En La Habana tengo entendido que se vendió de otra manera, y al final, si había personas que no lo cogían cuando se cumplían las horas que debía estar en nevera, pues se vendía a todo el que quisiera, pero todo el mundo tuvo la oportunidad de comprar. Pero aquí no, aquí se hizo de una manera arbitraria y absurda que se prestó para el negocio y la especulación de los revendedores”, opina.
Esta santiaguera agrega que, si no se podía colocar en todas las carnicerías de la ciudad, por el motivo que fuera, entonces debió venderse en una lo que les tocaba a varias zonas, y si no había suficiente, pues entonces debía venderse primero en un lugar, luego en otro y así sucesivamente.
“Lo cierto es que la cosa está negra y sin puntos claros, y esta opción no iba a estar al alcance de todo el mundo, pero de esta forma en que se vendió fue peor. En La Habana, al menos todo el que quería podía, pero aquí ni eso. Y según la gente del puesto de mando de comercio, se vendió así porque fueron las orientaciones de La Habana, ¿y por qué no se informó en ningún lado? ¿Esas son las noticias que los medios de prensa locales no le hacen ni caso?”, agrega.
Un intento desesperado por llevar opciones alimenticias a un pueblo que hoy carece mucho más de ellas es esta opción del pescado jurel a 20 pesos la libra, una venta liberada y controlada que en Santiago de Cuba muchos, ni vieron pasar.
“Y no me supieron decir en el puesto de mando si se vendería de nuevo, dicen que junio no se ha acabado aún”, señala María.
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