La Habana, 19 ago.- Cuando Oleksandr Savchenko llegó a Cuba tenía seis años. Era 1991, había pasado un quinquenio del desastre nuclear más grande de la Historia, en Chernóbil, y pocos meses de la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Entonces Oleksandr no entendía nada de eso. Era uno de los niños afectados por la hecatombe en Prípiat y se contaba entre los más de 26.000 pequeños ucranianos que serían asistidos en el país caribeño dentro de un programa que duró dos décadas, en el campamento a orillas del mar de Tarará, en esta capital.
Tampoco podía imaginar que 18 años después estaría contando la historia de su vida en la Fototeca de Cuba, como parte del coloquio y exposición “Documentos extraviados. Niños de Chernóbil en Cuba”, de la artista peruana Sonia Cunliffe y con investigación de la periodista cubana Maribel Acosta, que estará abierta al público hasta el 12 de septiembre.
“Vine con mi madre, en busca de una esperanza”, recuerda Oleksandr. “En Ucrania no sabían qué me pasaba. El sistema de salud estaba muy deteriorado. Eran incapaces de hacerme un diagnóstico. Solo el médico cubano, coordinador allá, supo decirme. Luego aquí, con los exámenes complementarios, me confirmaron: tenía un tumor maligno”.
Médicos, enfermeras, científicos y pacientes contaron sus historias este sábado, en un coloquio que fue también el primer diálogo sobre esa etapa desde que cerró el programa en 2011. El intercambio nutrió los documentos y audiovisuales que muestran la estancia en la isla de miles de niños que siempre se apellidarían “De Chernóbil”.
“Fueron cuatro sesiones de quimio y radioterapia, con seis meses de diferencia”, cuenta Oleksandr. “Lograron frenar el tumor. Después, en el campamento de Tarará, me hicieron estudios periódicos. Hasta el día de hoy. Estoy vivo”.
La idea de la exposición surgió en 2011, cuando Cunliffe visitó Tarará. Así lo ha revelado la artista en varias ocasiones. Luego en 2015 se vinculó con Acosta, para echar a andar el proyecto.
“Al principio, no entendía nada”, relata Oleksandr. “Era un niño. Mi primera impresión fue el calor, las frutas exóticas, el carisma y cariño de los cubanos. Nunca olvido los llaveritos que nos hacían con los sueros del hospital. Tenía hasta una enfermera favorita; solo le confiaba a ella mis manos para que me canalizara las venas”.
Fue un año de investigación en los archivos de los periódicos cubanos Granma y Juventud Rebelde. Así se conformó la muestra que ya estuvo en Lima y Miami en 2016. En enero de 2017 se estrenó en La Habana y ahora se repone junto a otras actividades. En octubre llegará a la Bienal de Arte de Asunción, en Paraguay.
“Con el coloquio sumamos nuevas historias, que a su vez nos brindarán otras fuentes y nuevos documentos”, insistió Acosta. También esta vez se interpretó en vivo, durante la inauguración, “Cuarteto de Luisia”, una composición exclusiva de Jorge Fernández Acosta, inspirada en libro Voces de Chernóbil (1997), de la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Alexievich,
“Estuve hasta el último momento”, reseña Oleksandr. "Mi madre se quedó a trabajar en la escuela. Yo ayudaba como guía. Al cabo de los años entendí la importancia del programa para mí y todos los niños que vinimos a Cuba. Este país es mi segunda patria. Tarará. Cuba. Estoy más acostumbrado a estar aquí que en Ucrania".
La exposición es un recorrido gráfico y humano. Es periodismo, fotografía, música, medicina, historia. Todo a la vez. Es una exposición de memoria y amor, como les gusta resumir a sus creadoras.
“Estudié aquí Estomatología, Prótesis dental”, resume Oleksandr sobre su vida actual. “Conocí a mi esposa, el amor de mi vida. Tenemos una niña de tres años. Una niña cubana. Todo gracias a los médicos cubanos. Ojalá hubiese más programas como ese por el mundo”.
Maribel Acosta apunta que la agenda de Chernóbil “ha ganado en preeminencia a nivel internacional, por eso regresamos con la muestra”.
La exitosa y polémica serie televisiva homónima de HBO provocó el retorno al debate actual de un capítulo decisivo de la historia europea y para la URSS, del que todavía aparecen hallazgos por el hermético silencio en que se mantuvieron los hechos durante años.
“También hay una carta de intención entre Cuba y Ucrania por una posible reapertura del programa”, recordó Acosta, sobre un proyecto que, de concretarse, ayudaría a los nietos de quienes vivieron el accidente nuclear en 1986.
“Muchos amigos del programa quieren regresar a Cuba”, asegura Oleksandr. “Recuerdo que ellos llegaban llorando. Se había separado de sus familias, venían a un país extraño. Y después de pasar tiempo aquí, del cuidado, del cariño; cuando regresaban a Ucrania, lo hacían llorando también. Nadie hizo lo que Cuba con los niños ucranianos. Y eso merece respeto”.
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