Silvio Rodríguez Domínguez es uno de los poetas más importantes del siglo XX cubano, cantautor de multitudes fieles en varios puntos del planeta, millonario por su lírica, comprometido políticamente por su relación con Fidel Castro Ruz, cubano universal y tímido y majadero hasta el extremo de que -a veces- le patina el coco, como le está ocurriendo ahora con el uso por Orishas de su convincente tema "Ojalá".
Orishas ha pecado de indelicadeza al no haberse puesto en contacto previamente con Rodríguez y haber negociado con el autor una fórmula mutuamente ventajosa para ambos. Respetar la creación ajena y a las figuras forma parte del catálogo ético de los verdaderos artistas y así no debieron actuar.
A Silvio, con 73 años, le ha faltado tacto para haber llamado por teléfono o escrito a Orishas y pactar una salida. Está en su derecho de quejarse, pero sabe que sus criterios tienen peso específico y no debió abrir esa brecha porque redunda en el viejo litigio que desgarra a Cuba de unos contra otros.
Contrario a lo que piensan y repiten muchos cubanos, "Ojalá" no es una canción de amor ni estuvo inspirada en Fidel Castro Ruz; la musa de ese legandario tema de la Nueva Trova cubana es Jorge "Papito" Serguera, uno de los comandantes más pìntorescos de la revolución cubana, y que un día provocó al joven Silvio, diciéndole que era una pena que su talento lo desperdiciara en canciones raras que nadie entendía.
Aquello ocurrió cuando el comandante Serguera aplicaba a rajatabla las órdenes de Fidel y Raúl Castro Ruz en el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR) que luego pasó a ser también de Televisión (ICRT): Cero Beatles, cero maricones y tortilleras, cero peludos con pantalocitos apretaos, etcétera, etc.
Si Serguera fue la musa, Haydée Santamaría fue la madrina de Silvio Rodríguez y del resto de jóvenes cantautores que se agruparon en torno a la Nueva Trova. y cuyas canciones encandilaron a muchos jóvenes de los años 70 y 80, cuando Cuba, además, vendía la imagen del socialismo verde olivo, despojado de estalinismo y otras prácticas nocivas del comunismo made in URSS.
La vejez hace trampas a la memoria y Cuba es un país de poca retentiva. Silvio Rodríguez tiene todo el derecho del mundo a reclamar, incluso, cobrar sus Derechos de autor por el uso de "Ojalá" en el polémico tema de Orishas, si así lo decidiera.
Pero conmueve la justa indignación en alguien que ha ganado legítimamente su dinero, en alguien que quizá tenga calculado los millones que dejó de ganar cuando Cuba lo exportaba en un erróneo dos por el precio de uno, junto a otro grande de la lírica cubana, Pablo Milanés y en alguien, a quien por coherencia y talento, se le presume generoso con los pecados juveniles.
Habría que leer la letra pequeña de la Ley de derechos de Autor y pedir fundado criterio a juristas expertos para determinar si Orihas debe pagar o no al compositor de "Ojalá". Siempre que Silvio decidiera establecer una demanda, circunstancia que no aclara en su respuesta al grupo Orishas.
Orishas yerra en su respuesta a Silvio porque una vez que uno se ha equivocado, lo sensato es llamar al ofendido, pedirle disculpas y no airear otro enfrentamiento -uno más- entre cubanos, este particularmente doloroso porque ocurre entre personas a las que se presume una cultura de convivencia y respeto.
Una pena que Silvio aparezca ahora con ese reclamo, cuando nunca levantó la voz contra la discriminación que implicó no reconocer Derechos de Autor a compositores cubanos exiliados, cuyas canciones aparecían en los discos de la EGREM con el acrónimo de D.R.
Sencillamente, habían dejado de existir, los habían borrado por decreto del faraón (Castro) que le bajó el tomate (carné del PartidoComunista) a Buffalo Bill (Silvio), como dijera aquella vez la ocurrente Sara González en un ensayo en el teatro Carlos Marx.
Una pena que Orishas no haya reconocido su error a tiempo y nos haya evitado todo el sainete que -inevitablemente- se ha politizado porque un país frustrado en lo esencial político no tiene cotas más altas que patiñeros ruidosos y aledaños.
Días antes, Silvio había sorprendido a propios y extraños acusando al Partido Comunista de Cuba de censurar a los medios de comunicación independientes con la elaboración de una lista negra que publicó la web de Radio Progreso y que luego una gusañera refugiada en Madrid intentó enjuagar diciendo que era una ocurrencia de cuadros intermedios.
Silvio Rodríguez Domínguez, además de poseer una lírica que emociona, es experto en dar una de cal y otra de arena frente a los designios del poder, con el que ha convivido como mataperro con papalote, en la guara con Fidel y distante con Raúl, que aprecia más la melodía búlgara y los cantíos de gallos finos, que los trebejos de cantautores.
Orishas no necesita de una bronquita con Silvio para brillar con luz propia. Ambos forman parte de la cultura cubana, que debe ser siempre un lugar de encuentro y abrazo y nunca de disputa por grandes que sean los egos.
Silvio sigue siendo coherente con ese muchacho que llegó por San Antonio de los Baños para instalarse en Siboney, donde hay días que encuentra su Unicornio azul a la primera y otros en que se torna necio y pretende ignorar que los héroes ya no pastan en su jardín, mientras aguarda ese silencio total de ángel exterminador con espejuelos, guitarra, pitusa y camisa arremangada.
¡Oh, melancolía!
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