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Cuando un cubano mata a otro cubano

Los hijos de la revolución en autoexterminio.


Este artículo es de hace 3 años

Junio y 2020 pasará a la historia de Cuba como el mes que dos cubanos hijos de la revolución mataron a dos de sus hermanos: Un policía en Calabazar y un presunto delincuente en Guanabacoa.

Las habituales voces inflamadas del anticastrismo obvio reaccionaron con la algarabía habitual frente a la terrible muerte de Hansel Ernesto Hernández Galiano, 26 años, negro y pobre, por un disparo de un policía que lo perseguía, mientras intentaba protegerse de las pedradas del perseguido, en un terreno escarpado, según la versión oficial.

Previamente, el tardocastrismo había tendido una trampa habitual, un youtuber al servicio de la dictadura más antigua de América Latina, había ofrecido una versión tendenciosa e incompleta de los hechos, replicada inmediatamente por la prensa anticubana que paga el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista, caracterizada por su agilidad y objetividad informativas.

El truco tampoco salió esta vez porque una mayoría de cubanos está persuadido que todo lo que viene del gobierno y sus altoparlantes está contaminado, es engañoso y pretende ofrecer versiones edulcoradas de ese terrible descampado en que el comunismo ha convertido a Cuba; y el MININT sacó una Nota oficial que lamenta la muerte del joven cubano y reitera su compromiso con la tranquilidad ciudadana.

La ecuación es sencilla. La familia del difunto tendrá complicado conseguir un juicio y sentencia justos porque la ley cubana impide la contratación de forenses y peritos independientes, asi que aún cuando el abogado defensor que designen los deudos de Hernández Galiano, haga comparecer a un forense o perito balístico, sabrá que está provocando el testimonio de un soldado de la revolución, aleccionado previamente por el poder.

Para compensar, la familia del joven muerto recibirá tratamiento y -se aquí al juicio- será aliviada en su pobreza y dolor con algunas atenciones, que pueden ir desde la instalación del servicio de gas, un teléfono fijo con Nauta, un televisor de pantalla plana, una computadora para hermanos pequeños, si los hubiera y hasta una casa o reparación y mejora de la vivienda; como hicieron en 1989 con familiares de cubanos muertos en África y cuyos cadáveres fueron repatriados con despedidas de duelos municipales.

Las penas con pan son menos y la familia será atendida por psicólogos y psiquiatras verde oliva que irán transmitiendo al poder el comportamiento y la actitud de la familia rota que, si se porta bien, evita todo contacto con la prensa cubana independiente, corresponsales y diplomáticos extranjeros; será compensada adecuadamente y -si se prestara al escarnio- de reconocer que su pariente muerto era conflictivo, será premiada.

Al tardocastrismo ni siquiera le importa ya la verdad, solo permanecer en el poder; y pedirá un informe a los órganos de Orden Interior del MININT para usarlo ante organismos internacionales, si fuera necesario, y construirá argumentarios para diseminar en Guanabacoa y adyacentes, como hicieron con Reinaldo Arenas, cuando se escondió en un paraje del Parque Lenin; propalando la idea que un peligroso delincuente y violador había escapado de una cárcel.

Hansel Ernesto Hernández Galiano no murió el 24 de junio, cuando una bala policíaca hizo que dejara de respirar para siempre; había muerto mucho antes en esa selva cotidiana en que el castrismo convirtió a Cuba, pregonando igualdad, solidaridad y educación.

El recrudecimiento de la crisis económica, cuyo principal responsable es el partido comunista, ayudado en su empeño exterminador por los apretones de Donald Trump, refuerza el clima de violencia que impuso la revolución en pueblos y ciudades.

Hernández Galiano y el Primer Teniente Yoannis Rodríguez Rivero (34) nacieron muertos porque, desde antes, ya en Cuba casi nadie daba los Buenos días, vitupereaba al bien vestido, cortés y limpio, tildándolo de bitonguito y maricón y había suplantado la solidaridad humana por el delirante: ¡Paloquesea, Fidel, paloquesea!

El general deterioro -como pronosticó Ramón Grau San Martín- campea a sus anchas por una Cuba que seguirá enterrando a sus hijos divididos en héroes y villanos, que ha sido la fórmula más habitual en estos 61 años de mil congojas.

Solo el amor engendra la maravilla, avisó Silvio Rodríguez, pero nadie escuchaba, corrigió Néstor Almendros, en ese contrapunteo cubano del tabaco y al azúcar; amargo y oscuro él, dulce y blanca ella...

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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