Varios enfermeros cubanos que abandonaron la misión médica enviada a Qatar tuvieron que disfrazarse con atuendos árabes para hacerse pasar por nativos y escapar rumbo a Estados.
Un reportaje publicado este viernes en el periódico español El Mundo recoge los testimonios de varios profesionales de la salud que huyeron de la misión, y critica el esquema de comercialización de estos servicios sanitarios en los que el régimen cubano se embolsa hasta un 90 % de los salarios oficialmente contratados.
Con nombres falsos, para evitar represalias, los tres cooperantes cubanos entrevistados contaron los entresijos de su "deserción" (término de la jerga militar que utiliza el régimen cubano para calificar a los que aprovechan su estancia en el extranjero para fugarse o pedir asilo).
"Recuerdo que tenía mucho miedo a ser descubierta. Me vestí de árabe. Me puse una túnica y un pañuelo. Tuve que disfrazarme todas las veces que visité la embajada de Estados Unidos en Qatar", relata "Yadira", una enfermera que trabajó dos años en el Hospital Cubano de Qatar, la joya de la corona de las misiones médicas en ese país.
Se trata de una institución administrada por La Habana pero dependiente de la Hamad Medical Corporation en virtud de un acuerdo secreto entre ambos países. Su ubicación en medio del desierto, próximo al mayor campo de gas y petróleo de Qatar Petroleum, favorece el control del personal.
"Las presiones existen desde que llegas", narra "Alexis", otro enfermero cubano que trabajó en Qatar. "En el aeropuerto, antes de saludarte, te retiran tu pasaporte y te hacen saber que todos tus movimientos serán controlados. Te hacen consciente de que eres simplemente una pieza de ajedrez y que serás movido a su antojo. El día que no les sirvas a sus principios serás desechado. Te sientes extremadamente utilizado", admitió en conversación con El Mundo.
Los detalles revelados no son una sorpresa para cualquiera que haya seguido las noticias sobre estas misiones en medios independientes cubanos. El pasaporte permanece en manos del hospital hasta el regreso a Cuba de los empleados, una práctica ilegal en Qatar. Y la opacidad rodea la información sobre el dinero que Cuba percibe por cada profesional.
"Jamás se nos dijo cuánto era lo que la Corporación pagaba por cada uno de nosotros. Extraoficialmente se decía que pagaban 13.200 euros mensuales por cada enfermero. Nosotros recibíamos un sueldo mensual de 1.000 dólares", explica Alexis. Es decir, como sucede con otras misiones de la brigada "Henry Reeve" en el extranjero, las autoridades cubanas se quedan con hasta el 90% de las cantidades pactadas como salarios por el empleador qatarí.
El nivel del hospital del emirato es superior al de cualquier institución médica de la isla. "Había tecnología que yo ni siquiera podía imaginar que existiera", admite Rolando, otro de los enfermeros que se acogieron a un programa creado por el gobierno de Estados Unidos en 2006 para proporcionar asilo a los médicos y enfermeros cubanos.
Rolando también cuenta el estrés sufrido durante las citas en el consulado norteamericano para presentar documentos: "Tenía que ir escondido a las citas. Si se enteraban de lo que yo quería hacer, de seguro me enviaban de regreso a Cuba. Luego de unos meses me avisaron de que mi solicitud había sido aprobada. Pero como yo no tenía mi pasaporte tuve que esperar hasta que me llegara mi tiempo de vacaciones a Cuba. Una vez en Holanda y con visa en mano, pude comprar un billete para Miami", explica.
"Poco después de llegar al hospital comenzaron los abandonos. Empezaron a irse hacia Europa y Estados Unidos. La presión creció sobre nosotros. Teníamos que asistir a mítines semanales y a continuas arengas políticas. Había personas dedicadas a controlarnos", narra Alexis.
"En el pico de salidas, pudieron desertar de dos a tres profesionales cada 15 días. Alrededor de 40 personas salieron y habrían sido muchos más si el programa [de asilo norteamericano] no se hubiese abolido en 2017", comenta el enfermero, que también debió recurrir al disimulo para esquivar la vigilancia.
El temor a las represalias si se descubría el plan de deserción obligó a los cubanos a agudizar el ingenio.
Alexis cuenta cómo compró el atuendo tradicional de los varones qataríes —un thawb, la tradicional túnica blanca, y una ghutra, pañuelo de cabeza— para acudir a sus reuniones en la embajada.
"Resulta complicado porque el personal cubano en Qatar está aislado en el desierto y al Gobierno de Cuba le interesa que permanezca así. Tiene control sobre tus movimientos, sabe de dónde sales y las horas a las que lo haces... No tienes derecho a tener transporte privado y sólo puedes moverte en autobuses a lugares específicos y en horarios concretos. Era difícil hacer las citas en la embajada en esos horarios en los que aparentemente ibas hacia un lugar en Doha para comprar y moverte desde allí disfrazado de árabe para ir a la embajada, con el miedo a que te estuvieran fotografiando y a que alguien te viera", explica Alexis al diario español.
"Hice cuatro visitas a la embajada estadounidense, todas de incógnito, con los celulares apagados y con un nivel de estrés muy alto. Usaba sombrillas, gorras y todo lo que pudiera complicar mi reconocimiento. La embajada está a unos 300 metros de una autopista, en un espacio llano en el que no hay nada. Tienes que atravesarlo y se decía que había personas de la seguridad del Estado cubano por los alrededores fotografiando a quien entraba y salía".
Según los testimonios recogidos, el goteo de defecciones se volvió un quebradero de cabeza para las autoridades cubanas,
Pero ni siquiera las estrechas medidas de vigilancia pudieron disuadir a los inconformes. "Nos sentíamos que éramos prostitutas y que nuestro sueldo había que dárselo al chulo, que era el Gobierno de Cuba", dice Alexis. Nos negaban hasta el derecho de visitar a un extranjero y, en el caso de personas solteras, a tener relaciones íntimas. Estábamos aislados en una jaula de oro y se nos impedía acceder a bebidas alcohólicas y a la carne de cerdo, que en Qatar es un derecho para los extranjeros que pueden obtener una licencia para comprarlos".
Además de las declaraciones de los llamados "desertores", El Mundo recuerda las consecuencias que enfrentan quienes abandonan las misiones: prohibición de regresar a Cuba en un período mínimo de ocho años, la pérdida de su acreditación profesional y la separación familiar.
Las misiones médicas cubanas en las petromonarquías del Golfo Pérsico tienen casi una década funcionando. "Hay un giro a partir de 2010. Venezuela empieza a entrar en crisis y se produce un movimiento de personal hacia los países que pagan más", explica a El Mundo María Werlau, directora de la ONG Archivo Cuba, que ha publicado numerosos análisis e informes sobre el "ejército cubano de batas blancas".
Además del personal sanitario enviado a Kuwait y Arabia Saudí, en abril llegaron otros 229 colaboradores médicos cubanos a Qatar para apoyar la contención del COVID-19 en ese país.
En las últimas semanas, Cuba ha enviado cientos de médicos a más de una decena de países para ayudar en la lucha contra el coronavirus, una enfermedad que ha colapsado los sistemas sanitarios de países desarrollados. Pero aunque la propaganda de la isla lo presente como una gigantesca operación de solidaridad, la realidad es que la exportación de servicios médicos no es más que un lucrativo negocio que generó más de 6.400 millones de dólares en 2018.
El gobierno norteamericano y varias ONGs internacionales han denunciado que Cuba utiliza a este personal médico como una masa de trabajo en condiciones de semiesclavitud, y les paga una ínfima parte del salario legalmente previsto por los diferentes gobiernos extranjeros.
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