Aún conservo en la memoria las escenas de las «guarandingas» doblando por avenida de Céspedes hacia Garzón, y seguir camino hasta el Parque Baconao. Ese era el transporte por excelencia cuando los santiagueros disfrutaban a plenitud de su Reserva de la Biosfera, hace ya varias décadas. Justo en esa esquina mi mamá les hacía seña y nos montábamos. Era una aventura que repetíamos varias veces durante los días del verano.
No tenía yo más de seis años, pero donde la fantasía hace volar la imaginación del niño, es un lugar que no muere.
Por eso aún revivo de vez en cuando los muchos instantes en que fui feliz en el Parque Baconao, también por eso me molesta, en grado superlativo, y me duele, ver lo destruido que está.
Recuerdo, por ejemplo, un tocororo de piedras sin cabida para la hierba y con brillantes colores de la bandera, un acuario desbordado de vida y golosinas, un Valle de la Prehistoria donde aún hoy me pregunto si los animales realmente caminaban o no, un Museo del Transporte con pequeños automóviles que no entendía el por qué no se vendían como «juguetes»…, pero el más especial de todos era el Mundo de la Fantasía.
Dicen Sabina y López Varona que “(…) al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver”, por eso quizás las razones afectivas que hacen que conserve el Parque Baconao en mi memoria son las mismas que me provocan dolor cuando veo el estado de abandono de este sitio de la geografía de Santiago de Cuba.
El Parque Baconao, Reserva de la Biosfera desde 1987, hoy no es ni una lamentable sombra de la sobra de aquel sitio que hacía soñar a los niños.
Ayer «El Mundo de la Fantasía», hoy escenario de terror
Hace ya algunos años fue la última vez que entré al Mundo de la Fantasía, en el Parque Baconao. Estábamos, como de costumbre, en un camión que ni por asomo tenía intención de detenerse ahí, pero una emergencia sanitaria nos obligó a parar.
Preguntamos, sin esperanza, si prestaban servicios. Entonces una señora, alzando su gruesa voz, dijo: ¡CLIENTESSSSSSSS!
Se formó un corre corre tremendo. Era evidente que ya no tenían ni costumbre de atender clientes. Aquello me recordaba esas viejas películas del oeste, en locaciones deshabitadas, polvorientas, donde todos se conocen, y entonces alguien nuevo llega y todos se viran indiscretamente a mirar al osado que se atreve a pisar esos lares.
La última vez que pasé por delante de ese sitio presencié un grupo de niños que, casi pegados a la ventana del ómnibus, veían maravillados lo poco que podían observar por la velocidad del transporte y estaban verdaderamente fascinados.
Pero luego, cuando se dieron cuenta de que ese payaso gigante y cuya boca es la entrada al sitio, o el castillo color rosado salido de un muñequito de princesas, o las pequeñas figuras de los dibujos animados, o las frutas enormes, o el tren…, que nada de eso iban a poder disfrutar, rompieron a llorar.
“Siempre que pasamos por aquí es lo mismo, este lugar ya no provoca fantasías, sino terror. Antes lo amaba, cuando funcionaba, pero cada vez que paso con mis dos pequeños y veo cómo se ponen, lo que le tengo es odio. Está y es como si no existiera”, comenta Miriam.
Su hermana Mariam dice que: “si me coge de noche ahí, todas esas casas de dibujos animados, con Blanca Nieves y los enanos, los tres cerditos, todos ellos se convierten en personajes de una película de terror, hasta Elpidio Valdés y Resoples asustan”.
Lo mejor es que, a ciencia cierta, nadie sabe si este sitio está abierto al público. No parece pues siempre luce como un sitio deshabitado. Pero la verdad es que cuanto transporte pasa por delante, jamás detienen su marcha. Hace años nadie lo hace, hace años no entro y no conozco a nadie que lo haga.
Para quien no conoce su historia, su rol en la diversión de generaciones pasadas, no le daría mayor importancia que la de un lugar abandonado. Pero quienes llevan en su corazón los dulces recuerdos, a ellos sí les duele. Quizás, incluso, de todo el Parque Baconao sea el sitio que más acongoje ver atrapado por el olvido.
Parque Baconao y el reverdecimiento del año 2009
Parecía que el año 2009 sería especial para el Parque Baconao. De hecho, lo fue de cierta manera. Más bien se suponía sería el inicio de una etapa mejor para este sitio de la geografía santiaguera.
La prensa nacional anunciaba grandes obras, nada más y nada menos que una playa artificial de un kilómetro de extensión y un complejo de piscinas, uno de los más grandes de Cuba. Aquello, junto a la reanimación de diferentes atractivos, apuntaba a un reverdecimiento. Pero…, no fue así al final, al menos no tan grande como se anunció, aunque sí se pasó colorete a varios lugares.
Los medios de prensa, y las personas, fueron testigos de un intenso ajetreo: grandes bulldozer removían la tierra en Punta Llana, mientras que muy cerca del Mundo de la Fantasía se daban pasos para el famoso complejo de piscinas que, recuerdan algunos, tendría capacidad para mil personas, entre niños y adultos.
Las piscinas recreativas iban a ser de agua salada y abarcarían la nada despreciable cifra de 12,140 metros cuadrados, y llevaría todo cuando requiere una instalación de este tipo. El diseño perteneció a la Empresa de Proyecto Número 15.
Once años después de aquel pomposo y extravagante sueño de una playa artificial de un kilómetro de largo y una piscina para mil personas no queda nada, salvo algunos vestigios de información en Internet, un terreno sin vegetación con evidencias de la mano del hombre, y la risa burlona de algunos cómplices que saben la verdadera historia detrás del descalabro.
Muchos ni recuerdan o no se enteraron de esos proyectos, y prácticamente nadie sabe las razones de su suspensión. Esta es una de esas explicaciones que al pueblo se le debe hace más de 10 años.
Tierra de dinosaurios
Al Valle de la Prehistoria aún le quedan fuerzas y saca la cara por el agonizante Parque Baconao. Quizás el ser el único de su tipo en el país sea la razón de tal fortaleza.
Pero la pequeña Alma María no sabe nada de esto, sólo quiere ver los dinosaurios que su padre le dijo existían. Ella, desde que tiene en su memoria flash de muñequitos una canción dedicada exclusivamente a varias especies de estos animales, está que sueña con visitar el Valle de la Prehistoria.
Y son tantos los sueños de esta pequeña niña por creer que son reales esos animales, que no se percata de que algunos de los más de 200 exponentes tienen a la vista las cabillas internas de acero, por el deterioro existente en el sitio.
“Estaba loca por ver un tricerátops. La verdad no sé si hay uno de esos en el lugar. Nos recibieron personas con más interés en cobrar la entrada al valle o el uso del baño, o vendernos un ticket para poder usar la cámara de los móviles y tomar fotos… en fin, que no me enteré ni siquiera si existía un guía, imagino que sí, tampoco pudimos ver si había o no uno de estos dinosaurios que quería ver la niña, pero cuando vio ese enorme cromagnon no hizo falta”, sonríe la mamá de Ana María.
Con un palo y una lata un niño hace un carnaval. A los pequeños no les importa si las figuras están deterioradas o no. Eso lo ven los padres que, además, comparan con tiempos pasados, y constatan el abandono.
“Recuerdo en el Valle de la Prehistoria se vendían unas postales con imágenes de cada animal, con su nombre, y una pequeña explicación de sus características. Yo iba con mis padres, pero también con las escuelas, todo eso se coordinaba. Cuando era con la escuela se organizaban concursos en el lugar, de pintura, por ejemplo, pero también las clases se relacionaban con el Valle… existía un evidente vínculo de los santiagueros, las instituciones como las escuelas, con el Parque Baconao. Hoy dudo que los profesores de primaria, por ejemplo, mencionen o relacionen las clases con el Valle, por decir un lugar. Y me pregunto, ¿para qué? Posiblemente pasen años antes de un niño ir a uno de estos sitios, no es como antes que el santiaguero disfrutaba más el Parque Baconao, ahora está como divorciado, sólo venimos en el verano y una vez con suerte, y mayormente a la playa, no a los museos o demás lugares de interés”, añade.
Antes, quien entraba al Parque Baconao pasaba obligatoriamente por el Valle de la Prehistoria. A alguien se le ocurrió hacer una carretera paralela, y entonces visitar este sitio se volvió opcional. Poco a poco muchos dejaron de transitar por esos exponentes que reviven animales del pasado, eran los mismos y no había novedades. Llegó un día que ir era más un desvío del camino a la playa o acuario, que un verdadero placer.
Unos 227 animales conforman el Valle de la Prehistoria, del santiaguero Parque de Baconao. Además, en 11 hectáreas y 1 890 metros cuadrados, posee un museo de ciencias naturales con animales endémicos de Cuba.
El sitio, aun sin guía, asombra por las diferentes fases de la evolución del hombre que se muestran, además se identifican animales como el mamut, aves enormes, reptiles impresionantes, ciervos gigantes, elefantes de menos de un metro de alto, entre otros.
En los años 80 del pasado siglo nació el Valle de la Prehistoria donde se muestran 15 especies de dinosaurios recreados en su ambiente natural.
Ellos narran desde el comienzo de la vida hasta unos 10 000 años atrás. Todas las figuras son a tamaño natural, menos el Hombre de Cromagnon.
Con 25 metros de altura es, para muchos, no sólo la figura diva del valle, sino identificativa del Parque Baconao en su totalidad. Es, además, la escultura más alta de toda la Reserva de la Biosfera.
Casi al final… el Acuario de Baconao
El huracán Sandy, en 2012, vino a ser la estocada final que puso al Acuario Baconao en un estado lamentable. Pero la verdad es que tiempo atrás mostraba los inequívocos síntomas de la desidia o del esfuerzo estéril por devolverle su lucidez.
El tiburonario o tanque de los tiburones, el túnel… fueron de los atractivos del Acuario que más sufrieron con las penetraciones del mar en 2012. El primero, al parecer luego de ser imposible revertir los daños, se convirtió en una improvisada pequeña piscina, posiblemente sin cumplir los mínimos requisitos para ser utilizada con ese fin; el segundo, mantiene sus 30 metros de largo siendo de los pocos que existen en Cuba, pero ahora mismo desprovisto de peces u otras especies.
“Cada vez que venía un ciclón al iban a dar muchas especies, eso dicen la gente. Esa es la parte cómica del asunto, pero la verdad es que los huracanes poco a poco han ido transformando el lugar y por mucho que se ha intentado, no se ha logrado recuperar el sitio”, comenta Silvia, una santiaguera hoy abuela y que ha visitado el lugar varias veces, desde su apertura en 1983.
“Da tristeza ver el acuario como está, dan ganas de llorar. Peceras oscuras, vacías, peces muertos, personas que no respetan nada y pasan por encima de la cadena que delimita, todo por tomarse fotos, latas, humedad, aquello da ganas de gritar. Donde antes habían varias tortugas sólo hay una, en otros unos pocos peces y uno muerto en el fondo. Es deprimente”, señala.
Una sola cafetería funcionando. Aglomeraciones. Son las 10 y 30 am, el show de los delfines está por comenzar. La gente lo saben, llegan más camiones, más guaguas. Aglomeraciones. Huellas de Sandy aún en la instalación que se traducen en abandono. ¿O acaso será puro abandono, a secas, a casi 10 años del famoso meteoro?
“Es terrible. Le pregunté a la de la entrada para ver el museo, recuerdo unos barcos de madera, etc., se encogió de hombros. No supe ni qué significó el gesto. No subí. Fui directo al show de los delfines. Lo mejor es verlo, ver los dos o tres peces que hay, ni pasar por la cafetería, y seguir. El acuario antes no era así, podías hacer una vida ahí, ya no. No hay música, no hay animación, todo se rige por los delfines, ves el show, te cobran 1 CUC si quieres una foto con ellos, otro CUC si quieres que te den un beso, 10 si te quieres bañar con ellos. Y te largas lo más rápido que puedas para la playa.
Baconao era un parque de atracciones, de cultura, de historia, no lograbas verlo en un día, ahora lo mejor es la playa, y Santiago tiene playas malas, imagínate…”, sentencia.
Otros destinos en el Parque Baconao
Soy un millennial al que le parece imposible que no exista en internet exceso de información sobre cualquier rincón del planeta, incluso si este es cubano. Pero sí, no hay en la gran red de redes suficiente elementos sobre toda la riqueza que existió en el Parque Baconao.
Acuario y Laguna de Baconao, Valle de la Prehistoria, Pedro el Cojo, las comunidades artísticas de El Oasis y de Verraco…, son algunos de los sitios más conocidos y también sobre los cuales sí hay información en Internet. Similar suerte corren los museos Nacional del Transporte y de la Guerra Hispano Cubana Norteamericana.
Pero, ¿y el Jardín de Cactus, el órgano marino, el restaurante Los Corales, el Museo Mesoamericano, las colecciones de muñecas con vestuarios de los países latinoamericanos y de las monedas de plata, La Chivera, el Prado de las Esculturas…? Como si casi no existieran. Algunos aseguran que sí estuvieron en el Parque Baconao, mucho ni saben a ciencia cierta.
La única razón que encuentro es que el abandono por años en el espacio físico, también la desidia mediática, trajo como consecuencia un silencio en el universo virtual.
A mis 34 años soy padre. Pienso en mi infancia, en aquellos lugares que tanta felicidad me dieron, y el Parque Baconao encabeza la lista. Entonces me inunda la tristeza saber que la ciudad que ella hereda, en sus primeros años, no es ni sombra de la que tuve yo.
Es muy triste cuando un lugar tiene más vida y amor en tus recuerdos que en el presente. Ese es el parque de Baconao, desde la dolorosa nostalgia.
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