Elías Amor: El reto no es fijar una tasa cambiaria del dólar, sino conseguir la estabilidad del peso cubano

El problema de Cuba y su economía es la ausencia de mercados de bienes y servicios, de dinero, de trabajo y de sector exterior.

Pesos cubanos (CUP) © Granma
Pesos cubanos (CUP) Foto © Granma

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Este artículo es de hace 4 años

Elías Amor Bravo (La Habana, 1958) preside la Unión Liberal Cubana (ULC), desde agosto, y a quien -como economista atento a la situación de la Isla- acudimos para intentar poner luz en el convulso escenario de una anunciada, y muchas veces pospuesta, unificación monetaria en Cuba, donde unas fuentes la consideran "inminente" y otras sostienen que tardará debido a la difícil coyuntura económica, caracterizada por la insolvencia, la carencia de reservas en dinero, la bajísima producción y el aumento de gasto público que ha exigido el coronavirus, que rebrota con fuerza.

Granma y Cubadebate han dedicado sendos espacios al tema de la unificación monetaria y cambiaria, en los últimos días; ¿qué valoración haces de las tesis oficiales y del ambiente generado en torno a una de las claves económicas de Cuba?


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Quizá la más acertada ha sido Karina Cruz Simón, especialista de la Dirección de Estudios Económicos del Banco Central de Cuba, que fue especialmente clara en sus posiciones, a la hora de definir “las condiciones ideales del entorno en Cuba para que el dinero cumpla sus funciones” como medio de cambio, depósito de valor y nominal para las transacciones económicas.

Cruz Simón usó la frase “objetivo de estabilidad de la moneda nacional”. Algo que está actualmente en cuestión, porque exige la garantía de que “los procesos de emisión de dinero se correspondan con la evolución de la economía real o productiva”. Casi nada.

Porque en efecto. Mucho se habla de la unificación monetaria, algo menos de la cambiaria, pero poca gente se refiere a la necesidad de que, una vez logrado ese objetivo, se consiga una estabilidad de la moneda, lo que exige una actuación si cabe, más compleja que la unificadora previa.

Por eso es importante lo dicho por Cruz Simón ya que sus palabras entroncan con una política, la monetaria, que en Cuba está muy lejos de haber sido implementada de manera exitosa.

Como ella misma dice, la política monetaria es la responsable de la estabilidad de la moneda por medio “de procesos de emisión de dinero que se correspondan con la economía real y su evolución”. Sin embargo, la historia reciente de Cuba no admite esta relación por ningún sitio.

Por ejemplo, la cantidad de dinero efectivo en circulación se ha incrementado hasta los niveles del 30% del PIB en 2018, uno de los porcentajes más elevados del mundo, sin que ello tuviera efectos sobre la economía real, que se encuentra prácticamente estancada. Por eso, es importante lo que dice Cruz Simón, porque viene a reivindicar un instrumento desconocido, hasta ahora, por la dirección comunista, pero que se tendrá que utilizar cada vez más.

Entonces, el texto de Granma aborda, quizá por vez primera de manera pública, la necesidad de un mercado de dinero en Cuba.

Cruz Simón plantea la necesidad urgente de un mercado de dinero en la economía cubana, en que la oferta y demanda de este activo estén en equilibrio. Pero habría que preguntarse si hay posibilidad de crear ese mercado en la economía cubana, con su enfoque hacia la planificación central e intervención del gobierno. Evidentemente no.

No hay forma de identificar una relación entre la cantidad de dinero en circulación y los tipos de interés, nominales o reales, para establecer una curva de oferta de dinero. Yo no la veo.

En Cuba, la expansión monetaria tiene su origen en la financiación del déficit público y la emisión de dinero es ajena a la evolución real de la economía. La segmentación monetaria del gobierno ha llevado a tres áreas poco relacionadas entre sí: la estatal presupuestada, nominada en CUP, la comercial interna en CUC y la comercial externa en dólares norteamericanos, como moneda de referencia.

En cuanto a la demanda de dinero, si se descompone en sus distintos elementos, la demanda para especulación keynesiana es prácticamente inexistente en la economía, ya que una vez más, los tipos de interés se comportan de forma autónoma respecto al Estado o evolución de la economía y la inversión en activos físicos registra una muy baja participación en el PIB; además, el ahorro es escaso en Cuba.

La demanda para transacciones, otro componente fundamental de la demanda de dinero, es bastante errática en Cuba y no parece guardar relación con el crecimiento del PIB o el número de transacciones que se realizan en la economía.

Un tercer componente, la demanda de dinero por precaución, es inexistente en Cuba, donde la mayor parte de la gente vive al día, dados los bajos niveles salariales.

Todo ello se ve agravado por la inexistencia de estadísticas oficiales públicas relativas al ámbito monetario, lo que impide, en cualquier caso, realizar una evaluación del mismo.

Sin oferta ni demanda de dinero, el objetivo de establecer un mercado para alcanzar el equilibrio entre ambas parece complicado al menos a corto plazo. Tampoco existen evidencias que el gobierno haya estado trabajando en la construcción de este mercado. Las instituciones del sistema financiero cubano, pertenecientes al Estado y poco dinámicas en sus procesos de relación con los clientes, no son las más adecuadas para desarrollar un mercado monetario en condiciones. Por tanto, habrá que esperar.

Cubanos haciendo cola / Foto: CiberCuba

El arte de la espera parece una cualidad cubana, pero ¿qué efectos tienen sobre el dinero la inflación, que ya es evidente en el mercado cubano, y la política gubernamental de topar precios?

En el texto de Granma, los economistas consultados renuncian a abordar el análisis estructural del mercado de dinero que, sin embargo, es fundamental para entender cómo la estabilidad de este activo se ve afectada por los distintos procesos que influyen en el precio del dinero, a saber, el tipo de interés.

De un lado, están los procesos inflacionistas que golpean a la economía cubana, y que no siempre se encuentran explicados por la existencia de un exceso de dinero en circulación, ya que no se observa una correlación entre ambas variables.

De hecho, de forma periódica, los precios tienden a dispararse al alza por problemas productivos, comerciales o de distribución, y llevan al gobierno a practicar “topes” en situaciones de escasez de numerario, y viceversa.

En cuanto a lo que se denomina “inflación reprimida”, que es lo contrario de las alzas de precios, en Cuba suele ser el resultado de los topes de precios, cuando los cubanos ven cómo las bodegas y tiendas se vacían de productos.

En este caso, tampoco existe relación alguna con los indicadores monetarios, ya que el problema tiene su origen cuando los productores son incapaces de suministrar al mercado sus bienes a tan bajos precios.

De modo que, por un lado, se disparan los subsidios a empresas estatales ineficientes, generando mayores problemas al control del gasto público. Al no existir bienes para comprar, se provoca un exceso de liquidez en manos del público (ahorro forzoso) al tiempo que se produce un auge de los mercados informales que tratan de atender las necesidades de la población.

Los factores que afectan el poder adquisitivo de la moneda y su credibilidad en la economía cubana, tanto en procesos inflacionistas como en los de inflación reprimida son muy distintos de los que ocurren en otros países y plantean no pocos problemas de control a las autoridades que se acaban trasladando en una expansión del gasto público lo que obliga a expandir la cantidad de dinero. Un círculo vicioso, e improductivo.

Hecho el diagnóstico, al parecer compartido con algunos de los postulados de la economista Cruz Simón; ¿cómo debería actuar el gobierno para afrontar la crisis monetaria de Cuba?

Debe asumir pasos fundamentales sobre el tipo de cambio, dictar reglas claras de emisión monetaria, ejercer un mayor control de los gastos públicos y mejorar la coordinación entre organismos competentes.

Precisamente, la especialista Cruz Simón señaló que el escenario favorable para que el peso cubano pueda cumplir con sus funciones y se logren preservar los equilibrios macroeconómicos, implica varios pasos fundamentales, que detalló.

El primero, sin dudas, fundamental, lograr un tipo de cambio que acerque la oferta y la demanda de divisas.

Examinando la situación en Cuba en los últimos años, este primer paso es complicado, al menos a corto plazo. Cómo si no aceptar como válido el tipo de cambio en el sector empresarial que se mantiene de forma artificial (de 1 CUP igual a 1 CUC igual a 1 USD), “sobrevaluado” con respecto al valor real que tiene con sus consecuencias negativas sobre la productividad, las exportaciones y las importaciones.

Este tipo de cambio oficial hace difícil otorgar alguna credibilidad a las cifras de la contabilidad empresarial e incluso nacional, de la economía, con serias dudas sobre el valor real del PIB y sus distintos componentes desagregados, con la negativa influencia en la medición de los hechos económicos y los incentivos.

Además se crean problemas para la población, obligada a manejar dos referencias monetarias, sin saber cuál ha de predominar, e incluso se trastocan los procesos de formación de precios mayoristas y minoristas, la creación de depósitos formales o informales de numerario, etcétera, etc.

Cubanos haciendo cola en una oficina de CADECA / Foto: CiberCuba

¿Tiene sentido seguir sosteniendo una tasa de cambio de 1 CUC por 24 pesos cubanos?

La realidad es que no existe relación alguna objetiva entre el CUC y el CUP y las principales divisas y que el cambio actual, de 1 por 24 carece de significado. Tampoco existe relación entre el tipo de interés autónomo, cuyo nivel depende de decisiones políticas del gobierno, y el tipo de interés internacional.

Evidentemente, no se trata de volver a la situación de los años 90 cuando el dólar se cambiaba por 150 CUP, pero la cotización actual no debe quedar muy lejos. Mejor será estar atento al cambio en la economía informal, que ya anda por 1 a 1,25 entre dólar y CUP.

El ritmo de la economía informal nos lleva a un escenario cambiario más próximo a una tasa en torno a cien pesos por un dólar, aunque en diciembre hablé de 50 pesos por dólar y hubo estupor.

Los cambios en los valores nominales de la economía van a ser espectaculares de practicarse estos ajustes cambiarios, pero son inevitables. Si mañana el Gobierno cubano declarase unilateralmente que en Cuba solo hay una moneda y que todas las transacciones económicas deben realizarse en la misma, los fundamentales de la economía (una cuestión en la que el gobierno apenas trabaja) se encargarían de situar el cambio de las divisas con la moneda nacional. Insisto, el resultado podría ser espectacular.

Ahora mismo no tengo todos los elementos para apostar por una tasa cambiaria, pero todos los factores, incluidas las propias tesis gubernamentales y de economistas oficiales, nos sitúan en un escenario entre 80 y 90 pesos por un dólar y los cubanos ya lo deben tener calculado porque están guardando una parte de los dólares y euros que reciben de sus familiares emigrados a la espera de una tasa cambiaria más favorable.

Segundo paso, lograr la existencia de reglas claras de emisión monetaria.

Esta es la clave de bóveda del sistema. Pero en Cuba, realmente, ¿cree alguien que se pueden establecer reglas claras de emisión monetaria, una política monetaria independiente del gobierno? El Estado, dueño absoluto de la vida económica, ha funcionado durante 61 años sin prestar atención a estas cuestiones. Cuando ha hecho falta dinero se monetiza el déficit sin más.

El castrismo nunca ha respetado reglas de emisión monetaria, de la misma forma que ha rechazado los consejos de los organismos internacionales especializados, como el FMI o el Banco Mundial para salir del agujero en que se encuentra. Poco importa a las autoridades comunistas entregar a los cubanos o a los turistas que llegan al país un papel moneda, el CUC, que cada vez vale menos. La emisión monetaria no sigue reglas objetivas. Responde a intereses políticos presupuestarios.

Por eso, merece especial atención la frase de la economista Cruz Simón cuando afirma que la única forma de que en la economía haya “justo la cantidad de dinero necesaria es logrando la disciplina entre los ingresos y gastos del gobierno (control del endeudamiento público)”. Tiene toda la razón.

Pero que le digan al partido comunista cubano, con su poder hegemónico, que controle el endeudamiento del gobierno, eliminando gastos superfluos e improductivos del presupuesto destinados a financiar las organizaciones de masas que sostienen al régimen, o reformulando las cuentas públicas para evitar el despilfarro en subsidios a empresas que no deberían funcionar, es impracticable en las condiciones actuales. Está bien decirlo, y públicamente, pero es muy difícil de materializar.

La cuestión fundamental, la que más llama la atención del análisis de Granma se refiere a “la necesaria coordinación entre los organismos encargados de conducir las políticas macroeconómicas”. Cuesta creer que en una economía de planificación central completamente intervenida por el Estado, no exista esa coordinación.

¿A qué se dedican entonces? La realidad es que el régimen, dominado por el autoritarismo que se desprende de sus actuaciones, no ha prestado atención a estas cuestiones durante 61 años, y por eso, en Cuba la gestión de las políticas públicas es muy deficiente, y exige cambios de gran alcance, que solo podrán proceder de un gobierno democrático y respetuoso con las necesidades sociales.

El tercer paso, que me parece fundamental, consiste en dejar atrás la dirección administrativa de los precios y orientarse al mercado

La necesidad de “transitar de una dirección administrativa al uso de instrumentos financieros, para que los precios puedan ofrecer señales para un mejor desempeño de los consumidores, productores y la planificación general de la economía”.

En esto tampoco se puede menos que darle toda la razón a Cruz Simón, y mostrarle apoyo. Eso que la economista del Banco Central pretende se llama transitar hacia el mercado, la institución económica principal en todos los países del mundo que precisamente cumple esa función, a través de los precios, de “ofrecer señales para un mejor desempeño de los consumidores, productores”.

Pero esa tesis equivale a mentar la soga en casa del ahorcado.

Sin dudas, pero Cruz Simón lo hizo de manera cuidadosa, porque, al mismo tiempo que se plantea decir adiós a la dirección administrativa del Ministerio de Finanzas y Precios, matiza que entre los que pueden mejorar su desempeño, está la “planificación general de la economía”, y lo entiendo, debe ser prudente en su análisis y declaraciones, pero sabe muy bien, como economista, que el mercado asigna los recursos de manera eficiente, vacía los mercados y logra los mejores precios para consumidores y productores, los precios de equilibrio.

Y mucho mejor que la “planificación” cuyas funciones son bien conocidas y en ningún caso se sitúan en el esquema de referencia del régimen cubano.

En cuarto lugar, lograr una oferta estable y abundante de bienes y servicios en moneda nacional, el estímulo al ahorro y los salarios

La necesidad de que “exista una oferta estable y de calidad de bienes y servicios que puedan ser adquiridos en la moneda nacional”. Realmente, no se debe tratar de una oferta parcial, sino lograr que todos los bienes y servicios puedan ser adquiridos en la moneda nacional unificada, el peso cubano.

La política del gobierno creando tiendas con precios en dólares norteamericanos, o anteriormente en CUC, va en contra del derecho soberano del pueblo de Cuba a usar su propia moneda nacional, que debe ser respetada y cuidada por su gobierno.

El asunto es que tan solo se podrá garantizar la generalidad de la oferta de bienes y servicios en moneda nacional si se acierta con la decisión final de unificación monetaria y cambiaria, y a la vez, este proceso dependerá de que la economía pueda continuar funcionando.

La circularidad e interdependencia del proceso plantea no pocas dudas.

Y el quinto paso a ejecutar, sería crear condiciones que estimulen que las personas y las empresas ahorren y obtengan créditos en la moneda nacional.

La guinda del pastel, sin duda. La falta de financiación interna en Cuba, su obsoleto e intervenido sistema bancario, impide la creación de dinero por los bancos (a partir del coeficiente de reserva) y promover un adecuado funcionamiento de los mecanismos de transmisión de la política monetaria a la economía real.

Hay que trabajar mucho en ello. Una respuesta puede ser, posiblemente, abriendo el sistema bancario a la banca internacional. Pero sobre todo, el problema se encuentra en el origen del ahorro, el salario, que está muy limitado por el bajo nivel que tiene.

Sin una adecuación de los salarios a los precios y al tipo de cambio que resulte de la unificación monetaria, no hay que esperar grandes cosas del proceso. En el sector empresarial estatal los salarios podrán crecer si se suprimen los ingresos no tributarios que detrae el Estado de las empresas de su propiedad, pero hay que buscar soluciones de alcance y sostenibles.

No será fácil alcanzar el equilibrio porque el problema de Cuba y su economía es la ausencia de mercados de bienes y servicios, de dinero, de trabajo y de sector exterior, que interaccionen entre si, lo que impide el ajuste general macroeconómico.

Tal vez habría que empezar desde mucho más abajo.

¿Y cómo encaja en esa política monetaria esbozada, la venta de deuda pública (Bonos del Estado) a empresas y privados?

Para que se pueda colocar deuda pública en las empresas y las personas naturales se requiere que exista demanda, es decir, necesidad y capacidad económica.

El comprador de deuda pública lo hace para obtener una retribución por la colocación de un capital, y esto supone enriquecimiento y aumento de su patrimonio y riqueza, lo que implica que habrá que vulnerar lo dispuesto en la Constitución de 2019 con relación al enriquecimiento de las personas.

Por otra parte, no existe ahorro suficiente en las familias para destinar recursos a la compra de bonos, la mayor parte de la gente con sueldos muy bajos, vive al día.

Otro tanto ocurre con las empresas, que están altamente endeudadas y no tienen siquiera puntas de tesorería. Sinceramente, creo que el gobierno no sabe de que habla cuando habla de mercado de deuda pública, posiblemente exista la oferta (porque el déficit del Estado crece continuamente) basada en títulos de muy baja calidad y aceptación -en realidad son bonos basura pero el problema es que la demanda no se manifiesta y por tanto, el mercado no podrá funcionar.

Entonces, ¿la venta de bonos soberanos al Banco Central de Cuba es una actuación monetaria igualmente expansiva; por cierto, una práctica prohibida en economías capitalistas?

Si. Es la actuación monetaria expansiva por naturaleza de los gobiernos despilfarradores, que además está prohibida en numerosos países occidentales, porque genera efectos perversos sobre la economía en forma de inflación y depreciación de las monedas.

Los bancos centrales que no tienen autonomía del gobierno, como el de Cuba, se ven obligados a crear dinero, de forma irresponsable, para financiar las colocaciones de bonos soberanos del gobierno, y por esa adquisición suministran la liquidez que se necesita para ejecutar el presupuesto.

Ancianos y población activa en La Habana (imagen referencia) / Foto: CiberCuba

Hablaste de salarios, pero no de jubilaciones; Cuba tiene la población más envejecida de América Latina; ¿qué hacer con las pensiones entonces en un escenario de crisis y reforma monetaria?

Sin dudas este es un problema grave para el que no existe una solución fácil ni a corto plazo, porque el sistema de reparto que existe en Cuba, solo se puede mantener sacrificando las pensiones, que son de las más bajas del mundo.

Conforme se jubile más gente y la población en edad laboral se reduzca, el sistema de reparto entrará en crisis, y lo más grave es que no se puede construir un sistema alternativo, porque no hay tiempo para ello.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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