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Salario mínimo en Cuba: ¿Canasta de referencia o canasta de miseria?

Habría que preguntarse por qué el régimen comunista no quiere que el salario se calcule en función de la productividad

Calle de Centro Habana (Imagen de referencia) © CiberCuba
Calle de Centro Habana (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Una de las contradicciones más evidentes del régimen comunista cubano tiene que ver con la determinación de los salarios. Parece mentira. Un sistema que declara defender una ideología que identifica al trabajador como la prioridad para un supuesto “paraíso” igualitario, no encuentra ni forma ni manera de resolver el problema salarial.

En la economía de mercado el salario es esencial, por cuanto constituye la base de su funcionamiento. El salario aquí viene determinado por la productividad del trabajo que depende a su vez del nivel tecnológico de las empresas, de la cualificación del trabajador y del tamaño del mercado, entre otros. El salario determina la elección renta/ocio de las personas, que es esencial para fijar la oferta de trabajo que pueden contratar los empresarios para los puestos que reclaman. El salario es una pieza clave en el engranaje de oferta y mercado del mercado laboral y explica el comportamiento del consumo, aunque no todo. De ahí ese papel esencial.

Pero en Cuba, la ideología comunista, marxista y leninista, no tiene forma de resolver la determinación del salario. La cronología ofrecida en un artículo de Granma sobre este tema permite comprobar que en el largo y oscuro período revolucionario que transcurre entre 1963, cuando se adoptó la absurda escala salarial de los países del telón de acero, y 1980, que se puso en marcha la primera reforma salarial, el régimen cubano no adoptó ni una sola medida en materia de salarios, como buen ejemplo de la importancia que los comunistas otorgan a la principal fuente de subsistencia de los trabajadores. Ninguna.

Eso sí. Debatir, lo que haga falta. Que si hay que abolir diferencias salariales que no estimulan el trabajo, que si hay que corregir la pirámide invertida, que si el salario no ofrece condiciones dignas a la población, que si un exceso de igualitarismo, que debe servir para atender las necesidades básicas del trabajador y su familia así como el consumo promedio a satisfacer, aunque luego estas necesidades no se determinen de forma adecuada. En fin, de un lío a otro, sin encontrar una fórmula.

La cuestión es importante, porque en la “tarea ordenamiento” se ha decidido implementar una reforma salarial, que junto a la unificación monetaria y cambiaria, conlleva una eliminación de subsidios y gratuidades. Las alarmas se han encendido. Las autoridades quieren determinar el salario mínimo y su relación con la canasta de bienes y servicios de referencia. ¿Es sensato este procedimiento?

Dicen haber basado los cálculos de la canasta en estudios que han tenido en cuenta los principales gastos que hace una persona para adquirir bienes y servicios fundamentales. Los bienes considerados en dicho cálculo integran la canasta de referencia, que asegura que quienes reciben menos salarios puedan sufragar ese consumo estimado.

Cierto es que la canasta de bienes y servicios de referencia no es un concepto exclusivo de Cuba, y que en muchos países sirve, por ejemplo, para el cálculo del índice de precios al consumo que actúa como base para la determinación de la tasa de inflación, uno de los indicadores más importantes de cualquier economía. Pero la canasta cubana es otra cosa y conviene tener este aspecto diferencial en cuenta, para no caer en error.

La canasta cubana de bienes y servicios de referencia se basa en una estructura de alimentos que, por ejemplo, no incluye gastos de salud y educación porque el gobierno dice que son gratuitos y no procede su inclusión. Pero esta afirmación es falsa, ya que se educación y salud se pagan, y además a un alto precio por los cubanos, con cargo a los ingresos tributarios y no tributarios que obtiene el estado de la economía, de modo que la canasta cubana ya nace incompleta y su cálculo, en tales condiciones, no refleja fielmente las necesidades de la población.

Al estar basada en alimentos, otra diferencia importante de la canasta cubana con el resto del mundo, es que en Cuba, la ingesta diaria que satisface los requerimientos mínimos nutricionales per cápita es objeto de una aprobación por un ministerio, el de Salud Pública, y no como consecuencia de lo que realmente quieren comer los cubanos, lo que sería más correcto. No hay nada peor en materia de consumo que alguien se atribuya una capacidad de elección por encima del individuo.

Al final, la canasta de referencia se compone de otra bien conocida de todos los cubanos, la canasta familiar normada, a la que se añade una relación de alimentos y de productos no alimenticios de venta liberada y un cálculo del consumo fuera del hogar, y poco más, con artículos de aseo e higiene personal, vestuario, calzado, un porciento para mantenimiento de la vivienda, y el pago de prestaciones básicas, electricidad, agua y telefonía fija, además de la transportación urbana. Es tan mínima que puede ser difícil para los cubanos llevar una vida agradable y plenamente satisfactoria con esa “canasta de miseria” predeterminada por las autoridades y no por la libre elección de los consumidores.

Pues bien, esta “canasta de miseria” sirve al gobierno comunista para calcular el salario mínimo, que según lo establecido, debe cubrir las necesidades de consumo básico. Destacar en este punto, la diferencia significativa entre el concepto de salario mínimo cubano y la determinación del mismo por la Organización Internacional del Trabajo, OIT, que se aplica en la práctica totalidad de países del mundo. Según la OIT, el salario mínimo es la cuantía mínima de remuneración que un empleador está obligado a pagar a sus asalariados por el trabajo que estos hayan efectuado durante un periodo determinado. Es decir, el salario se determina en el ámbito de la producción, las empresas, y no en el consumo mediatizado, como se hace en Cuba. Diferencias que están detrás de los problemas con el salario en Cuba.

En ese sentido, en el resto del mundo, que el salario mínimo sea suficiente o no para cubrir las necesidades de una familia depende del tamaño de la misma, es decir, de los miembros de la unidad familiar que ganan el salario mínimo o superior. De igual modo, el salario mínimo, en el ámbito de la negociación colectiva y el diálogo social entre sindicatos y trabajadores, aumenta con el coste de la vida y las variaciones de la inflación. En Cuba, todas estas actuaciones no caben dentro del modelo social comunista.

En Cuba, la vía emprendida para los salarios en la tarea ordenamiento, parte de una evaluación integral de las necesidades básicas de las personas para definir una canasta de bienes y servicios de referencia, una “canasta de miseria”. Después, se relaciona el consumo promedio con los ingresos que debe recibir el trabajador, y con ello se obtienen unos resultados inadecuados, porque el salario se descuelga de la productividad marginal del trabajo lo que impide alcanzar un equilibrio.

En Cuba, utilizar la “canasta de miseria” para fijar el salario mínimo acaba siendo incluso peor, porque como referente “se tiene en cuenta no solo para fijar el salario mínimo, sino también la composición promedio de los núcleos, la cantidad de trabajadores por núcleo y lo que deben pagar los trabajadores como contribuciones e impuestos (concepto de salario bruto y neto)”. Todavía peor.

Por último, y no por ello menos importante, otro problema derivado de la “canasta de miseria” que sirve de referencia para el salario se encuentra en los precios. Curioso. Se tienen en cuenta los precios y tarifas que podrán tener los productos y prestaciones de la canasta una vez que se apliquen las medidas de la reforma salarial y la unificación monetaria y cambiaria. Las autoridades creen saber cuáles van a ser los precios, tras un proceso tan complejo como puede ser una devaluación o las alzas previstas en salarios y pensiones. Incluso asumen que la gente debe estar atada a esa canasta mediatizada por los burócratas y por ello, no pueden tener en cuenta los cambios en los patrones de consumo provocados por las alzas de precios (efecto sustitución). De modo que los precios utilizados para calcular la canasta no son los actuales, sino los que se prevé que vayan a quedar tras los ajustes futuros. No se puede ser más irresponsable.

Las autoridades dicen haber examinado el comportamiento del mercado internacional para definir cómo pudieran moverse los precios tras la devaluación, y con ello han prestado atención al coste de importación, tanto si se trata de una materia prima o de un producto terminado, incorporando los efectos directos de la devaluación del CUP. Hay dudas de que un proceso esencialmente dinámico como es la fijación de precios, pueda apoyarse en este tipo de estimaciones previas. Las temidas fluctuaciones de precios se producirán, y por mucho que se calcule el salario mínimo y el valor de la canasta de bienes y servicios de referencia, nadie puede asegurar un resultado final que, en todo caso, dependerá de las tendencias de oferta y demanda, una vez que la economía cubana se ponga en relación con el exterior por medio del tipo de cambio del CUP.

Habría que preguntarse por qué el régimen comunista no quiere que el salario se calcule en función de la productividad. La ideología tiene su servidumbre, pero en este caso, puede acarrear graves consecuencias para el nivel de vida de los cubanos.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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