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Inflación en Cuba: Revendedores ofrecen hasta 10 mil pesos para comprar módulos de canastilla para embarazadas

El texto de opinión “¿Quiénes inflan la inflación?”, publicado en el periódico Vanguardia de Villa Clara, responsabiliza de ese fenómeno, sobre todo, a coleros y revendedores, es decir, a la propia población, y en ningún caso al Estado cubano.

Canastillas en Cuba © Facebook/Telecubanacán / ACN
Canastillas en Cuba Foto © Facebook/Telecubanacán / ACN

Este artículo es de hace 2 años

Hasta 10 000 pesos cubanos han llegado a ofrecer personas dedicadas a la reventa de módulos de canastilla para embarazadas por el derecho a comprar en tiendas estatales de Santa Clara, según un artículo aparecido en la prensa local.

El texto de opinión “¿Quiénes inflan la inflación?” —que responsabiliza, sobre todo, a coleros y revendedores, es decir, a la propia población, y en ningún caso al Estado cubano—, publicado en el periódico Vanguardia de Villa Clara, señala que cuando en abril comenzaron a venderse las canastillas “aparecieron las propuestas de revendedoras dispuestas a pagar ¡10 000 pesos! por el derecho de compra”.

La autora del trabajo —que asegura haber investigado el tema— acepta que “muchas de las propias beneficiarias”, embarazadas con más de 26 semanas de gestación o dieron a luz después de enero, han decidido también revender los módulos que adquirieron en la tienda estatal santaclareña La Muralla, de la cadena Caribe.

Por supuesto, la periodista no duda en regañar a esas que “sin pizca de consideración o solidaridad hacia las demás mujeres que quedaron fuera de la distribución del módulo, lo revendieron, pieza a pieza, a cuatro o cinco veces su valor original”.

“Coches en 14 000 pesos, bañaderas en 2 500, tres pomos en 600, baberos en 125 cada uno… Como lobos, despedazándonos”, dice, sin mayor análisis sobre la dolarización impulsada por el gobierno ni sobre el llamado “ordenamiento económico”, que ha modificado exponencialmente el panorama de los costos y precios en la isla desde inicios de año.

La vida, caray. Fácil, fácil, nunca la hemos tenido, pero ese refrán de los pescadores y el río revuelto se ha hiperbolizado hasta límites insoportables, llegando, incluso, a marginar a demasiados de nuestros conciudadanos”, escribe la reportera, que lamenta las sempiternas dificultades de la cotidianidad cubana, pero deriva siempre, al otorgar responsabilidades, hacia quienes, en realidad, pescan “en río revuelto” para sobrevivir.

Según la investigación de la periodista de Vanguardia, los precios de la canastilla vuelan “alto, altísimo, en grupos de venta en Facebook, Whatsapp y Telegram, bajo perfiles falsos y también con nombres reales”.

Sin embargo, no hace énfasis en el hecho que el costo del “módulo completo” en la red estatal “costaba cerca de 7 000 pesos”; un precio ya privativo o por lo menos penalizador para buena parte de las familias cubanas.

Cierto que, aclara, “las mujeres podían elegir qué productos adquirir y cuáles no, en dependencia de sus posibilidades y necesidades reales”.

A continuación, señala que “lo que se suponía fuera un beneficio largamente demandado por las gestantes temerosas a enfermar con la COVID-19 en alguna de las colas interminables que suelen acompañar las ventas de cualquier artículo de canastilla (…) degeneró, una vez más en oportunidad para engordar la inflación”.

Es decir, un “beneficio largamente demandado” que cuesta “cerca de 7 000 pesos” y que se obtiene tras “colas interminables”.

En el mismo artículo se indica que “desde enero y hasta el 26 de mayo, se contabilizaban en el país más de 1 000 embarazadas positivas al coronavirus, de las cuales tres fallecieron y decenas fueron reportadas de graves”.

La disquisición sobre el actual fenómeno inflacionario en Cuba pasa de puntillas sobre la “escasez” y el “desabastecimiento” de productos básicos; ilustra con algunos ejemplos que sirven para culpar a los revendedores, pero esas dos palabras jamás se mencionan en el texto.

Tampoco aparece la palabra “desigualdad” y solo una vez, como parte de una expresión metafórica, el término “inequidad social”, sin que se intente despejar la incógnita de la responsabilidad gubernamental en la situación cubana.

En cuanto a la palabra “crisis” solo se emplea en este fragmento que quita hierro a “la apertura de los establecimientos que venden en MLC”, que “coincidió con los que, pensábamos, serían los peores meses de la crisis sanitaria y económica, por lo que demonizar el dólar como el causante de una profunda brecha en la capacidad adquisitiva de la población, resultó una suerte de grito de Munch con el que muchos exteriorizaron sus ansiedades”.

Pero, viene a decir el artículo, no hay que satanizar la dolarización porque “miles de familias cubanas se han beneficiado durante décadas con el auxilio monetario proporcionado por hijos, padres, hermanos y amigos residentes fuera de la isla, sobre todo, en los Estados Unidos”; o sea, “el dólar (…) ha campeado entre el Cabo de San Antonio y la Punta de Maisí desde hace mucho tiempo”.

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