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El tardocastrismo sigue mostrándose más torpe que un cerrojo y -cada vez que sufre un estrallón del mundo democrático, como ocurrió este jueves en Bruselas- lanza una cortina de humo para desviar la atención de los cubanos lesionados por su mal gobierno y, sabiendo que el dólar norteamericano, es objeto de deseo e interés de la masa,lanzó una improvisada pirueta bancaria en la furtiva Mesa Redonda.
La casta verde oliva y enguayaberada debe pensar que los cubanos, además de empobrecidos por decreto comunista, son tontos y, que alarmados por el anuncio de la compañera Marta Sabina Wilson González apenas se enterarían del yiti europeo.
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La reacción de La Habana a la condena fue tan improvisada que en vez de haber montado una Mesa Redonda sobre la crisis de la pelota o haber entrevistado a los diez pioneros camagüeyanos en el sacrificio y venta legal de carne de res, jugó con fuego, encareciendo el dólar en el mercado paralelo, desconociendo que nada es más cobarde que el dinero.
Cuba tiene sensatos economistas que aún colorean el absurdo, pero que saben cómo debe reformarse la economía y las finanzas; y debieron ser consultados antes de lanzar el penúltimo boomerang.
La primera obligación de un gobierno es gobernar con justicia, eficacia, sensatez y perspectiva de futuro; ¿alguien puede citar un éxito gubernamental reciente, una medida que atisbe el futuro socialista y sostenible?; ¿cuánto más necesitan empeorar Cuba y los cubanos para que Díaz-Canel, sus jefes y sus compañeros de travesía dejen de jugar a las candelitas sobre un polvorín?
La resolución de condena tuvo la habilidad de relacionar cuidadosamente los antecedentes de fiibusterismo tardocastrista, incluido insultos a Europa, pero omitió el trabajo callado y riguroso de Archivo Cuba y María C. Werlau, pioneros en poner el foco del mundo democrático en las prácticas médicas mafiosas del castrismo.
La relación de la casta verde oliva con el dólar norteamericano merece un estudio psicológico que ayude a comprender sus altibajos emocionales que, casi siempre, acaban en el acaparamiento privativo de la divisa y reparto escalonado de vales de la bodega de Birán, en que Castro, S.A. convirtió a Cuba.
El tardocastrismo actúa como aquellos legendarios carteristas de La Habana republicana, que subían a las guaguas, elegantemente vestidos y perfumados con Yardley, daban los buenos días, cedían asientos a mujeres en viaje de tiendas, pedían a varones un pasito alante e iban desplumando a Maríasantísima, a lo largo y ancho de las General Motors con suspensión de aire.
La Habana se pasó de frenada y, una vez más, calculó mal su fuerza, pese al oportuno aviso previo de dos cargos del grupo socialista a la compañera Heidy Villuendas Ortega, joven educada y con buena formación diplomática, a la que Díaz-Canel rebajó a la condición de buzón de confianza con su inoportuno twitter, confirmando la denuncia del periódico español ABC sobre los manejos socialcomunistas de traición a los demócratas cubanos.
Con maniobras como el no a la carrera al billete norteamericano, el Buró Político no necesita de adversarios; tantos años pasados en la Ñico López y el Colegio de Defensa Nacional y ni siquiera aprendieron a hacer cortinas de humos; sucede cuando el mundo viaja en cómodos aviones y navega en fibra óptica y un grupito de iluminados se monta en una carreta tirada por bueyes, nombrados Comandate y Bandolero.
La torpeza es carísima; la simulación también.
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