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El partido comunista mató al primer ministro Manuel Marrero por su estúpida arremetida contra médicos y sanitarios cubanos con una portada de Granma que pasará a la historia de la bronquitis aguda del tardocastrismo, poniendo contra las cuerdas al cuestionado zar financiero Luis A. Rodríguez López-Calleja, dejándolo sin cortafuego, en medio de la mayor crisis de legitimidad política de Miguel Díaz-Canel y su equipo.
La andanada comunista es artillería reactiva porque cuestiona directamente a un miembro del Buró Político y primer ministro, dejándolo a los pies de los caballos, e indirectamente, a otro de sus integrantes, que nunca da la cara, pero es uno de los mayores responsables del desastre cubano por su avaricia, insolidaridad, autoritarismo e inmadurez política, que sigue jugando a las candelitas ,pese a que camina sobre fuego abrasador.
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El penúltimo invento de la factoría GAESA consiste en filtrar que en octubre vuelven los canadienses y que sus turoperadores y líneas aéreas están apostando nuevamente por el mercado cubano; en esa prolongación agónica de la esperanza infundada como táctica de supervivencia, desconociendo los pronósticos claros de no recuperación turística hasta dentro de cuatro años, las características del viajero canadiense y la actualidad política de esa nación norteamericana.
A Cuba solían viajar jubilados y trabajadores canadienses; los turistas ricos van a Miami y otras playas del Caribe con mejor oferta y calidad de servicios; Canadá está inmersa en el prólogo de una contienda electoral, donde liberales y conservadores no tienen asegurada la mayoría absoluta, y hasta el fiel Trudeau empieza a estar harto de las maniobras de La Habana, con quien ha sido exquisito en el trato, pese a la agresión de los ataques sónicos contra sus diplomáticos, que ahora litigan contra su estado.
El embullo canadiense fue la causa de la grotesca pose del doctor Durán en su comparecencia de este miércoles, cuando apareció casi sonriente y diciendo: ya vamos saliendo, pese que debió informar de 84 muertos mas y 8.666 nuevos contagios; el problema del optimismo revolucionario es que carece de base científica y lógica, y consiste en suplantar la realidad con entusiasmo, aunque con actos fallidos como esa frase sobre la salida, que tiene sabrosa lectura.
Canadiense, esta es tu casa, será la consigna de orden, de aquí a otoño y para la que deberían rescatar a aquella jacarandosa funcionaria del Ministerio de Turismo, Bárbara Cruz, como voz segunda de Durán en sus ruedas de prensa diarias y les ponga sabor porque es una compañera que sabe mucho de seguridad alimentaria y potencia médica, como demostró en aquella fantasiosa e irresponsable comparecencia.
López-Calleja ha puesto fácil a sus adversarios internos vincular su travesía a los latidos del corazón de su ex suegro, al que deberá cuidar como gallo fino porque muerto Raúl Castro, sus horas estarán contadas, al carecer de respaldo popular, no controlar provincia o territorio para negociar cuota de poder y los millones de dólares que maneja no son suyos y nada más débil que un administrador de fortuna ajena en medio de una guerra entre clanes.
Su inclusión en el Buró Político, que fue una carambola de Raúl Castro, junto con la sustitución de Polo Frías por López Miera el sacrificio de generales como Espinosa Martín y Quintas Solá y la entronización de sicarios prosirios en los principales mandos, fue el principio del fin de Gallito ronco que -hasta ese momento- no tenía responsabilidad política y era invisible para la mayoría de los cubanos, incluidos miembros del Comité Central del partido comunista, del gabinete ministerial y la Contraloría.
La intención de Raúl Castro no era joderlo, sino posicionarlo como posible relevo de Díaz-Canel al frente del partido y el estado, pero toda sucesión dinástica está sujeta siempre a las condiciones objetivas, equilibrio entre adversarios y, fundamentalmente, a la voluntad popular, incluso en una dictadura como la cubana, que acumula derrotas notables.
El primer semestre de 2021 se ha llevado por delante al tardocastrismo con sucesivos reveses: Tarea ordenamiento; tiendas en dólares norteamericanos para un mercado empobrecido y dependiente de la emigración, marginando a un notable número de ciudadanos sin acceso a la divisa del enemigo, que debe comprarla a 60x1 en el mercado irregular; congelamiento de los depósitos en dólares y recogida del CUC, siempre a favor del régimen y en contra de los ciudadanos; desastroso manejo del coronavirus, resistiéndose a cerrar fronteras y una feroz carencia de medicinas y oxígeno; anteponiendo la guapería política y los intereses extractivo de la casta dominante a los del pueblo, precios topados si y después no que provocaron más hambre; y el egoísmo suicida de López-Calleja negándose a parar la construcción de hoteles de lujo, mientras cubanos morían, mueren y morirán por hambre y enfermedad.
Hasta aquí, algunos miembros del Buró Político y militantes podrían compartir el análisis con sus lógicos matices, pero esa es la lectura más conveniente para sus intereses, intentado despolitizar la crisis, atribuyéndola a la economía y a las sanciones norteamericanas, de ahí el reparto de mayores cuotas de limosnas en San Antonio de los Baños, La Güinera, San Isidro, Palma Soriano, con las donaciones de urgencias recibidas, pero la agonía tardocastrista tiene componentes políticos insoslayables.
Garrafal error de Inteligencia política con Estados Unidos; descomunal pifia de la Seguridad del Estado frente a la nueva oposición como los movimientos San Isidro, 27N y la rebelión del 11J; la debilidad del ministro del Interior es de tal calibre, que el general retirado Fabián Escalante Font le metió un sonoro conteo de protección en Cubadebate y el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, volvió a Palma Soriano a entregar la Orden por el Servicio Distinguido a dos caballitos de tráfico, desautorizando públicamente a la Contrainteligencia de Santiago de Cuba y sin que se conozca el acuerdo preceptivo del Consejo de Estado.
El desmantelamiento interno del partido comunista en su octavo congreso, respuesta represiva desproporcionada al creciente malestar popular, como el criminal llamado de Díaz-Canel a la guerra civil; intentar echar a los leones a dirigentes provinciales y municipales; intento de desprestigio de la profesión médica con los absurdos ataques de Marrero y la estadísticas insostenibles de Durán, respondida con fuego amigo desde Holguín, Guantánamo, Ciego de Ávila y Santiago de Cuba.
El Consejo de Ministros de Cuba es una fosa común de cadáveres palucheros como el propio Marrero, Lázaro Álvarez, Alejandro Gil, José A. Portal Miranda, Alpidio Alonso, Ydael Pérez Brito y Manuel Sobrino, y con enfermos graves como Rodrigo Malmierca, manager del import/export de atraco y financiación ONU y Bruno Rodríguez, aquejado de pinochitis aguda.
Díaz-Canel tiene banco para sustituir a Marrero, como son los casos de Inés Chapman, que pitó en tuiter contra el mentecato premier y que, políticamente, es virgen vestal, o Jorge Luis Tapia, cuyo ascenso cerraría la herida abierta con dirigentes provinciales y municipales; Morales Ojeda tendría que obrar el milagro de recomponer el partido comunista, evitando esas alusiones baldías a Fidel Castro como si fuera el Espírtu Santo y preparando a sus cuadros para el multipartidismo; mientras Cabrisas y Ramiro son reserva estratégica por autoridad y valor, incluso frente a Raúl Castro.
El presidente debería abordar también la jubilación por enfermedad de Salvador Valdés Mesa, que lleva años trabajando a media máquina, y la crisis actual exige un intenso trabajo; con Chapman de vicepresidenta y Tapia de primer ministro, Díaz-Canel podría ligar el parlé de imagen y bajar la intensidad del fuego que lo cerca, en parte por su inmadurez política y esa funesta vocación castrista de actuar como pirómanos, en vez de bomberos, creyéndose que así se parecen a Fidel Castro, que planificaba hasta sus incursiones a Baraguá.
Si Díaz-Canel quiere sobrevivir políticamente, debe congelar el Decreto-Ley 35, como ha hecho antes con los 349 y 370; liberar sin cargos a los rebeldes del 11J y retirar las acusaciones a los liberados, sacar de la cárcel a Ferrer, Osorbo, Otero Alcántara, Hamlet Lavastida y el resto de más de 120 reos políticos; negociar con los opositores internos y del exilio una reforma política democratizadora, que siente las bases de una transición de la ley a la ley; transformar la economía para poner en valor el capital humano creado por la revolución, ahora desperdigado entre el exilio y el inxilio y callar a los perritos falderos que agreden cotidiana e innecesariamente a muchos cubanos, incluidos los jineteros culturales y gusañeros.
El relevo de Marrero y otros cadáveres oficiales solo permitirá a Díaz-Canel y su núcleo ganar algo de tiempo, pero seguir postergando la democratización de Cuba solo conducirá a su propia muerte política porque la mayoría de los cubanos desconfían de sus actos y modos iracundos y llevan tiempo avisando que el cambio urge, aunque el tardocastrismo siga empeñado en maniobras suicidas de distracción.
Los cubanos, incluidos castristas de infantería, merecen libertad y democracia, una patria que anteponga la vida a la muerte, una nación eficaz y justa alejada de la mediocridad reinante y empobrecedora; el castrismo lleva 63 años ensayando una Cuba Libre, que cada vez es más dependiente del azúcar importada de Francia, del pollo Made in USA, de las remesas y recargas de la emigración, de donaciones de antiguos aliados que han emprendido su propio camino, del trabajo en condiciones de esclavitud de su valiosos médicos y enfermeras en el extranjero, y de la voluntad del inquilino de la Casa Blanca.
El gobierno de Díaz-Canel sigue sin plan, no sabemos qué quiere hacer con Cuba porque los Lineamientos duraron menos que un merengue en la puerta de un colegio e insiste en una resistencia absurda que solo prolonga el sufrimiento de la nación extenuada y harta de inventos como el escape canadiense y ese despliegue, costoso política y económicamente, de la residual aviación militar para llevar oxígeno a moribundos en una isla asfixiada por el comunismo de compadres avaros, insolidarios, elitistas y cobardes.
La tragedia de Cuba es que padece un gobierno y partido reinantes anticubanos y pronorteamericanos, que se agarran a un clavo ardiendo para no asumir la normalidad plural que ya habita en calles, pueblos y ciudades porque los sacrificados ciudadanos hace años descubrieron que están abandonados a su suerte y que la democracia y la riqueza son invencibles.
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