Llegó la mañana del martes, con sus ruidos y movimientos extraños en las calles colindantes.
Al despertar, vimos que el amigo de Óscar Casanella se había ido temprano en la mañana.
Los vecinos nos informan que llegaron dos camiones llenos de personas, principalmente hombres; al parecer eran los de la Brigada de Respuesta Rápida (BRR, turbas que organiza el régimen para actos de repudio a los opositores cubanos). Ese día teníamos pensado hacer una peregrinación.
La idea era leer poemas en la sede del MSI; salir hasta la casa de Denis Solís y continuar la lectura allí con la familia; hacer lo mismo en la esquina donde fue detenido y golpeado; y terminar la peregrinación leyendo poemas en la estación de Cuba y Chacón. Pero las condiciones cambiaron.
Los represores estaban esperando a que saliéramos para lanzarse contra nosotros, detenernos y separarnos como hacen siempre. Viendo que salir era peligroso, decidimos realizar la actividad dentro de la casa, no sin antes hacer un acto de burla a la situación creada por el régimen.
Luis Manuel y Maykel salieron afuera y frente a la casa empezaron a bailar. Inmediatamente, los vecinos de San Isidro se acomodaron en la esquina para ver lo que estaba pasando, se sentían identificados con lo que estaban haciendo los chicos. También se sumó Humberto Mena, y ahí estaban los tres bailando, ridiculizando a la banda de criminales que rodeaban la zona como si fuéramos unos terroristas.
El pueblo de San Isidro reía, disfrutaba y se sentía parte del performance, hasta yo salí y eché mis pasitos, aunque con temor a que se formara alguna persecución y no nos diera tiempo a llegar a la puerta.
Todo eso lo transmitimos en nuestras redes sociales en directo, algo que la dictadura tomó días después para sus reportajes tergiversados sobre la realidad que se vivía en San Isidro.
Al finalizar, hicimos un llamado a los cubanos para que llegaran hasta la sede y compartieran la experiencia con nosotros.
Ya la policía había cerrado el paso, desviaban a los transeúntes y pocos lograban pasar, pero Anyell Valdés consiguió llegar con su madre y sus dos niños pequeños; ella fue enviada por Diasniurka Salcedo.
Nos alegramos mucho cuando la vimos, a pesar de no conocerla, pero el hecho de que hubiera llegado pudiendo burlar el cerco era una victoria.
Al parecer la policía jamás sospechó de ella al verla con una anciana y dos niños pequeños. Lo que tenía en mente era llegar a la sede; se ofreció a quedarse a ayudar en lo que fuera y nosotros muy agradecidos la acogimos como una más: fue nuestra salvadora, su ayuda fue muy vital para todos. Es una persona tan tímida que teníamos que decirle que se sintiera como en su casa, que ahí todos éramos como familia.
Ese mismo día, en horas del mediodía, llegó Yasser Castellanos.
Cada vez que podía pasar alguien la alegría era inmensa.
El cerco policial era muy fuerte. Quisieron poner una cinta aislante para hacer creer que había COVID, pero nosotros dijimos que la íbamos a romper porque no podían usar la pandemia como excusa para cerrar la calle completamente, hay vecinos y necesitaban salir y entrar. Finalmente la cinta desapareció.
Éramos un grupo de 15 personas en aquella casa de San Isidro, todos diferentes: había un musulmán, Abu Duyanah Tamayo; un cristiano, Osmani Pardo Guerra; dos católicas, Omara Ruiz Urquiola y Anamely Ramos; Yasser Castellanos que practica la Meditación en la Luz del Sonido Interno y además es vegano: había una mezcla de religiones y culturas diferentes siendo todos nacidos en Cuba. Fue como ver a la Cuba que queremos en esa casa, respetando las diferencias y dando espacios a todos.
Las horas, ese martes, transcurrieron en limpiar la casa, organizar todo para que pudiéramos convivir en armonía, cada uno hacía una tarea determinada. Preparamos, además, la actividad que íbamos a hacer tras tomar la decisión de no salir a la peregrinación para evitar el linchamiento que nos tenían preparados los represores de la Seguridad del Estado.
Cada uno de nosotros tenía una idea muy clara del porqué estábamos ahí: un miembro del Movimiento San Isidro había sido injustamente condenado a ocho meses de privación de libertad en un juicio sumario y sin garantías, injusticia a la que todos los cubanos estamos expuestos bajo un régimen criminal que escoge a las personas como si fuera un juego macabro y les destruye la vida por el simple hecho de pensar diferente.
Finalmente, decidimos quedarnos dentro de la casa y Omara Ruiz Urquiola, que era la persona más vulnerable debido a su situación como paciente de cáncer, sería el termómetro de todos: saldríamos cuando ella no pudiera aguantar más debido a su enfermedad y a que cada 21 días tenía que ponerse el suero de su tratamiento.
No sabíamos qué iba a pasar, ni cuánto tiempo íbamos a estar ahí; éramos 15 personas que necesitábamos víveres para poder aguantar ese tiempo allá adentro, por lo que a mí se me ocurrió localizar a todas las personas que siempre me habían brindado su ayuda y nunca había acudido a ellas hasta este momento que sí hacía falta.
Les escribí a varios contactos, personas que siempre han estado preocupadas por la situación del país; les conté lo que estaba pasando y la necesidad que teníamos de conseguir alimentos, ya que no podíamos salir porque íbamos a ser apresados.
Sin pensarlo, enseguida me preguntaron a quién había que enviar el dinero, hablé con los demás y acordamos que lo enviaran a una vecina de confianza de Luis Manuel Otero. Así fue como hicimos una lista de las cosas que necesitábamos para estar allí los días necesarios.
Cerca del anochecer, empezamos con la lectura de poemas: Anamely Ramos salió al medio de la calle a comentar para los que estaban presentes, represores y vecinos, lo que se iba hacer. Al entrar, cantamos todos el himno nacional y cada uno de los presentes empezó a leer un poema. Esteban Rodríguez y yo transmitimos en vivo, él para ADN Cuba y yo para CiberCuba; así es como le trasladábamos al mundo lo que acontecía dentro de la casa de San Isidro.
Era el segundo día de acuartelamiento. Nuestras familias, preocupadas por lo que estaba pasando, ya que desde afuera parecía como si los que estábamos en la casa fuéramos personas muy peligrosas a las que había que condenar, por leer poesía para exigir la liberación de un amigo preso injustamente.
En lo que quedaba de noche cenamos, compartimos experiencias y nos fuimos conociendo más.
Nunca imaginamos lo que iba a suceder al día siguiente.
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