La represión desmedida contra los encausados por el 11J, el maltrato carcelario a opositores y activistas, el destierro de adversarios, la sordera ante propuestas alternativas, la hiperinflación, el precio del dólar y el euro en el mercado informal y la deficiente gestión gubernamental dibujan un panorama explosivo en Cuba.
La ausencia de libertad y la conculcación permanente de derechos ciudadanos, junto a una escasez aguda de alimentos, medicinas, bienes y servicios, que también afecta al mercado dolarizado por el estado y la falta de una reacción gubernamental que trascienda el inventario de calamidades y justificaciones desgastadas marcan un arranque fatídico de 2022.
Carentes de legitimidad histórica y popular, los actuales gobernantes estaban obligados a promover cambios democráticos, estabilidad y nichos de riqueza que aliviaran la pobreza y desigualdad, pero desde el otoño de 2019 no dan pie con bola en política ni en economía, comprometiendo no solo determinados soportes de equilibrio social, sino su propia credibilidad.
La carencia de leche en polvo para cubrir las dietas médicas y el precio del dólar, tras el arranque del Mariel aéreo por Nicaragua, generan fatiga y desesperanza crónica incluso en revolucionarios, convencidos de que el problema es económico y no político; pese a que la tragedia es política, económica y social.
El gobierno cubano ha pecado de falta de previsión y equilibrio; la construcción de hoteles de lujo interesa a minorías; la ausencia de leche en polvo para enfermos es un drama nacional; la llegada de nuevos autobuses para turistas favorece a pocos cubanos, el deterioro del transporte público castiga a los mas empobrecidos; y así difícilmente pueden motivarse los trabajadores y ciudadanos, que llevan años soportando penalidades y pobreza, en nombre de un futuro siempre por llegar.
Casos de maltrato a turistas extranjeros y cubanos indican que ya no quedan ámbitos a salvo del desastre tardocastrista, empeñado en afrontar la creciente e indetenible pluralidad cubana con argumentos desgastados por la inclemente realidad y el uso de la figura de Fidel Castro, que ya no representa nada para muchos cubanos.
Simular aperturas ante la pequeña y mediana empresa privada y sujetándola con absurdos como el negar el ejercicio privado de guías de turismo, o intentar estafar a emigrados solventes con cantos de sirena inversionistas, solo cabe en la cabeza de alguien desesperado, erróneo y malvado.
Una sociedad presa de un monólogo totalitario, empeñado en el asesinato de la reputación del adversario, y a expensas de los vaivenes e inseguridades de un gobierno desgastado en tiempo récord, nunca estará sosegada y no cejará en su empeño de cambiar las reglas de juego que la asfixian.
Muchos cubanos saben que el socialismo y la izquierda no están reñidos con el pluripartidismo ni la propiedad privada real, como ocurre en España y en otras naciones democráticas; y que la singularidad cubana como adversaria de Estados Unidos, hace tiempo es un cuento de Guerra Fría.
Todo sueño de capitalismo de Estado, con jerarcas verde oliva y enguayaberados, se estrellará contra una propuesta alternativa que ofrezca libertades y frutos tangibles a los gobernados; incluso para esos exaltados oportunistas e ignorantes capaces de gritar ¡Abajo los derechos humanos! y seguir padeciendo las desventuras del comunismo de compadres,
La cárcel, el destierro, el desprecio al diferente y el hambre son elementos explosivos en cualquier sociedad, pero el gobierno cubano sigue comportándose cual grumete arrebatado ante vientos de Galerna; escuchar sale gratis, dialogar resulta ventajoso, la sordera cuesta un ojo y la mitad del otro.
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