El dúo anticubano formado por Miguel Díaz-Canel y Luis Alberto Rodríguez López-Calleja debía abandonar la simulación y nombrar al compañero Frei Betto biministro de Agricultura y de la Industria Alimentaria, poniendo al servicio de los hambreados cubanos su talento innato para dar yuca por pescado.
Una vez que el régimen impuso la venta de alimentos, medicinas y aseo en dólares norteamericanos, y su dependencia importadora de Estados Unidos es apabullante, el nombramiento del brasileño como biministro vendría a reforzar la acelerada extranjerización de Cuba, donde se junta el hambre con las ganas de comer y la postergación de los cubanos es consigna oficial.
Cuba no necesita que ningún extranjero venga a decirle cómo hay que sembrar, criar, producir y distribuir; el capital humano creado por la República neocolonial y la revolución liberadora ha demostrado solvencia en playas distantes y en lenguas extranjeras, y la isla aun alberga talento propio, aunque atenazado por la politiquería decadente de los cuadritos mediocres de Machado Ventura y Raúl Castro; propiciadores de la luz cegadora de pícaros extranjeros al servicio de su gloria y bolsillos.
Si alguien está desautorizado a hablar sobre el apetito de los cubanos es Betto, a quien el entonces presidente de Brasil, Lula da Silva, tuvo que sacar del programa "Hambre cero" por su ineficacia y los líos internos que creó; pero en La Habana mísera de 2022, el fraile extranjero se permite impartir doctrina sobre seguridad alimentaria; contando con la entusiasta complicidad del desgobierno antinacional que saquea a la nación y su aparato de propaganda mentirosa.
Si tanto desvelo sufre el brasileño por las carencias alimentarias de los cubanos y tan convencido vive de la bondad de la mandioca, que abandone la climatizada casa de protocolo y los banquetes oficiales y recorra los campos e industria para emprender cuanto antes su ocurrente doctrina de Yuca para todos y todas, eslogan apabullante y que propiciaría la fabricación masiva de guayos para Catalina que, desde el período especial, no ralla.
Paradójicamente, el mismo régimen que amplifica las mentiras de Betto, no duda en tildar de injerencia e intromisión los pronunciamientos de personalidades extranjeras sobre la democratización de Cuba y la libertad de los cubanos; incluso cuando un opositor o ciudadano critica los planes gubernamentales, es tachado de mercenario y lacayo por los jineteros en el poder.
La incoherencia y puerilidad presiden el discurso tardocastrista, trufado de añoranzas pueriles, mentiras e irracionalidad; déficits que han ido ahondando la zanja entre los que comen tres veces al día y quienes se tragan las lágrimas por no poder alimentar adecuadamente a sus hijos y mayores.
Los teólogos del progresismo mundial viven inmersos en la contradicción que implica amar en secreto al capitalismo, ponderando las bondades de la democracia y el mercado, pero rasgándose las vestiduras por la Oficoda, principal obstáculo para que llueva café en el campo.
En el comunismo nada es eficaz, salvo la represión y la propaganda, como demuestran esos aguerridos combatientes de mojitos y banquetes gratis, que beben y comen opíparamente, con el alma en vilo por la inseguridad alimentaria de los cubanos empobrecidos y desiguales.
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