La invasión rusa a Ucrania ha reavivado en Cuba los fantasmas de la base espía de Lourdes, la huella de Chernóbil en Tarará y aquella tonada de Rolando Laserie, "Hola, soledad", que define el dramatismo de la política exterior de La Habana, obligada a delicados equilibrios con la angustia de posicionarse con el agresor, cuando siempre ha tenido vocación de agredida.
Estados Unidos y Europa cometieron errores en su política de acercamiento a Ucrania, Bielorrusia, Kazajistán y Uzbekistán, desoyendo las advertencias del Kremlin y asumiendo el riesgo de inquietar también a China por sus declarados intereses en la antigua Asia central soviética; pero ningún error, por grande que sea o parezca, debe superarse con el horror de una guerra, inspirada en una doctrina defensiva hipernacionalista bajo la idea de una gran Rusia imperial.
La Habana retrasó una reacción oficial ante el ataque ruso contra Ucrania y los discursos de sus embajadores ante Naciones Unidas, en Nueva York y Ginebra, pusieron el énfasis en los errores de Estados Unidos y la OTAN, antes que la solución negociada; y no en el horror desatado por Putin, pese a su posición de privilegio con el dominio de Crimea y su probada influencia en el Dombás.
El aplazamiento del pago de la deuda cubana, anunciado en vísperas del ataque, no evitó la abstención en la votación de la Asamblea General porque La Habana está más sola que nunca en la arena mundial y la realidad pasa por una vuelta a la senda americana, de la que La Habana nunca debió alejarse; y desperdició la oportunidad de oro que brindó Barack Obama.
China y Rusia no son aliados de Cuba, la tratan como país secundario, cobran cada venta a precio de mercado y evitan enojar a la Casa Blanca con gestos contundentes hacia La Habana; aunque mantienen influencia vía CELAC y en determinadas coyunturas como la justificación de la invasión a Ucrania.
El voto en contra en la Comisión de Derechos Humanos obedece a que el gobierno cubano aguarda por un año duro, donde su represión contra el 11J y el 15N va a ser examinada con lupa y no puede darse el lujo de desperdiciar voto alguno para intentar evitar ser condenada.
La precariedad política del gobierno Díaz-Canel-López-Calleja, agravada tras la desproporcinada y errónea respuesta al estallido del 11J y otras acciones de la sociedad civil cubana, obligaría a una relectura serena de las prioridades de Cuba, pero su miedo y egoísmo impiden albergar cualquier esperanza de cambio razonado y razonable porque ni siquiera es capaz de asumir el conflicto principal con la mayoría de los cubanos.
La primera bofetada de Vladimir Putin a Cuba fue el anuncio cuasi unilateral, en octubre de 2001, del cierre de la base de espionaje de Lourdes, que llevaba funcionando desde 1964; con el objetivo de apostar por un nuevo eje Moscú-Washington frente al terrorismo mundial, tras los ataques terroristas al Pentágono y las Torres Gemelas; ofreciendo Moscú cerrar también su base en Cam Ranh, Viet Nam.
Pero en su pecado geopolítico, Putin llevó la penitencia porque George W. Bush ignoró el gesto moscovita de cerrar Lourdes, y emprendió la expansión de la OTAN, apartándose de la política seguida por Ronald Reagan y su propio padre frente al Kremlin.
El cierre de Lourdes privó a La Habana de 200 millones de dólares en concepto de alquiler anual, negociado un año antes, durante la visita del mandatario ruso a Cuba, que fue calificada de "negativa" por fuentes cubanas; pero Fidel Castro no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón y oponerse a la retirada, sin ofender a Moscú.
La atención de los niños víctimas de la explosión de la planta atómica de Chernóbil, en Ucrania, formó parte de la estrategia cubana de establecer vínculos diferenciados y mutuamente ventajosos con los estados nacientes de la desmerengada Unión Soviética, pero los sobrevivientes, actualmente hombres y mujeres, no entenderán el alineamiento de La Habana con Moscú, sobre todo, cuando aprendieron en Tarará que Cuba era un país amenazado por una gran potencia hegemónica.
Rolando Laserie, el guapachoso, parece ser el inspirador de la política exterior cubana, presa de la soledad que toda incapacidad miedosa implica; junto a la vana ilusión de creerse los reyes del mambo sobre el descuartizamiento de la nación, destrozo que obliga a postergaciones y posicionamientos dictados por la imperiosa necesidad que conlleva cualquier conjura de necios.
De presidente del Movimiento de Países No Alineados e interlocutor atendible en África y América Latina a votar junto con la minoría o abstenerse para evitar males mayores. ¡Vaya carrerón!
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