Miguel Díaz-Canel Bermúdez está inmerso en una ofensiva populista, con visitas a barrios empobrecidos, y libra esta primavera una pelea para controlar el aparato del partido comunista, aun en manos de José Ramón Machado Ventura, que impuso su jubilación diferida en dos años, que vence en abril de 2023, salvo que muera antes.
La propaganda oficial insiste en las letanías de fortalecer la vida interna del partido comunista, de cara a retos económico e ideológico, cuando el primer desafío en Cuba es político porque la economía está supeditada a los intereses de una élite egoísta, con pasión de nuevos ricos, que basa su modo de gobierno en la administración de la miseria, destierros selectivos, la emigración juvenil, juicios sumarios y muchas mentiras.
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¿Qué importancia tiene la vida interna de un cadáver totalitario; cuando la mayoría de los cubanos está muerto en vida? y las políticas comunistas arruinaron a Cuba, rematada por la incapacidad de sus actuales dirigentes, carentes de valentía y visión, para sacarla del atolladero.
Díaz-Canel, que muestra soltura en el lanzamiento de boberías solemnes, abrió el serial de los balances partidistas en isla de la Juventud, donde proclamó, sin sonrojo, que los militantes comunistas deben ser abiertos y atender a "nuestra gente"; en otro ejercicio fútil de marrullería totalitaria, que vuelve a desnudarlo por discriminar a cubanos.
La máxima autoridad política y estatal de Cuba cree que bailando guaguancó en Regla, legalizando a emigrantes en La Habana y arreglando aceras y calles destruidas por el general deterioro castrista, tolerando que la gente robe cemento y cabillas para sus obras particulares, conseguirá detener la espiral de desafecto que genera en muchos cubanos, que lo bautizaron como singao, tras su suicida llamado a la guerra civil entre compatriotas y el empleo del ejército en la represión del 11J.
En el ámbito de la legitimación popular, el único camino posible es la adopción de reformas estructurales y definitivas que abran un sendero de prosperidad real a la mayor cantidad posible de cubanos y permitan al estado disponer de recursos económicos para proteger a la legión de damnificados por la dictadura más antigua de Occidente.
Mientras Díaz-Canel y su equipo sigan instalados en la irrealidad, muchos cubanos seguirán pensando que la política de cuadros del PCC designó al peor candidato posible para reflotar una goleta con tres tablas bajo el agua y carente de relevancia en el ajedrez regional y mundial.
La bronca por el control del aparato partidista -que ya se cobró la primera víctima en la figura del primer secretario del partido comunista en Pinar del Río, Julio César Rodríguez Pimentel- enfrenta al resistente Machado Ventura, centinela raulista y destructor de vidas de muchos compañeros de travesía, con Díaz-Canel, que ha navegado en tiempos de galerna con un equipo partidista hecho a la medida del insano médico, que ahora aparece únicamente como comandante del Ejército Rebelde y debería jubilarse finalmente en abril de 2023, según el calendario pactado, que le garantiza influir en la designación de los nuevos jerarcas provinciales.
La permanencia de Machado Ventura en la estructura de poder comunista, merma autoridad al primer secretario Díaz-Canel y anula a Roberto Morales Ojeda, designado en el último congreso partidista como miembro del Buró Político y encargado de Organización; que sigue preso de los designios del guardián de las esencias raulistas en el aparato.
El partido comunista y la prensa estatal volvieron a omitir que la escenografía pactada para los fines de semana elegidos para hacer balance de la nada, incluye el surtido de tiendas locales y traslado de animales de unas localidades a otras para dar falsa apariencia de mejoría; pese al peligro que conlleva matar a escasos puercos y carneros con tanto kilometraje militante.
Al cierre de abril, habrá que ver el saldo de caídos y ratificados en las estructuras provinciales y averiguar a quien responden, en la vertical estructura tribal del partido comunista, pero tampoco hay que concederle demasiada importancia porque aun siendo dirigentes capaces y comprometidos, nada podrán hacer contra el sistema, que delimita cuidadosamente los espacios y establece férreas reglas de juego para desmayar a los que se pasen de rosca.
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