El tardocastrismo juega a la ruleta rusa con el coronavirus, sustituyendo la exigencia de pruebas PCRs y certificados vacunales por "pruebas aleatorias gratuitas" a viajeros, en su enésimo intento por recuperar el turismo, dinamitado por el entonces ministro Manuel Marrero Cruz con una política de precios suicida y aniquilado, luego, por la pandemia.
La precipitación y ocurrencias son las señas de identidad más persistentes del tardocastrismo, derrotado ideológica, económica y popularmente y que -lejos de una política sosegada que defina un modelo de desarrollo sostenible- se comporta como un ludópata yendo de casino en casino, soñando con oír al crupier de su mesa cantar: ¡Bingo!
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Un viejo axioma del capitalismo establece que las operaciones riesgosas suelen ser muy rentables, cuando salen bien, y justo lo contrario; pero estamos ante la vieja y retorcida tesis propagandística de Cuba como refugio sanitario seguro, pese a sus elevados índices de contagio de COVID-19, dengue, zika, gripe y chikungunya; además de desnutrición y trastornos respiratorios, entre otras deficiencias que aun subsisten.
Las pruebas diagnósticas de coronavirus, a viajeros, no tienen que ser gratuitas, pues los test tiene un alto costo y Cuba está en bancarrota; abrir fronteras, con controles sanitarios aleatorios, implica el riesgo que uno o más enfermos asintomáticos entre en la isla y contagie a sus contactos y, al mismo tiempo, puede ser un reclamo para negacionistas antivacunas, al sentirse tentados a vacacionar en un país que no aplica controles sanitarios estrictos.
Demasiado riesgos para ganancia potencial y volátil porque una indeseable y nueva ola de coronavirus, sobre todo cuando los contagios autóctonos están en alza, obligaría a movilizar recursos financieros extraordinarios y comprometería aun más el delicado equilibrio sociopolítico de un gobierno con altos índices de rechazo ciudadano.
La precipitación y la ocurrencia son las señas de identidad más persistentes del tardocastrismo, derrotado ideológica y económicamente y que -lejos de una política sosegada que defina un modelo de desarrollo sostenible- se comporta como un ludópata yendo de casino en casino soñando con oír al crupier de su mesa ¡Bingo!
Los pobres, aun cuando fantaseen con ser potencia médica y otros embrujos de la superstición comunista, deben extremar las precauciones al máximo, reducir los riesgos al mínimo y, en el caso de la empobrecedora casta verde oliva y enguayaberada, asumir que su única salvación posible es democratizar a Cuba y abrir su economía al sistema de mercado.
Las reformas posibles -sin tocar las bases de la dictadura comunista- ya las hicieron los hermanos Fidel y Raúl Castro; ante la caída de la Unión Soviética y en los previos al embullo Obama; por tanto ahora solo queda la opción de democracia y capitalismo porque el afloja y aprieta de experimentos anteriores ha metido a Cuba en un callejón con dos salidas: el exilio galopante y el inxilio militante.
Alabarderos nacionales y extranjeros de la dictadura más antigua de Occidente y pretendidos ideólogos del vacío, porque el café con leche es un lujo gourmet, suelen descalificar a priori al capitalismo y el comercio como males del mundo y repiten la baba sin quimbombó de la pobreza digna, pretendiendo desconocer la ecuación de que la justicia social solo puede prodigarse, cuando hay creación de riqueza sostenida y abundante.
Hay multimillonarios dignos y pobres indignos; pero si la riqueza es tan indigna, ¿cómo se explica que la élite que sojuzga a Cuba, apueste por la pobreza general, desde confortables mansiones climatizadas y con refrigeradores y piscinas a tope de pan, amor y fantasías?
Si el comunismo es tan productivo, eficaz, justo y solidario; ¿cómo es posible, que no haya envíos familiares y donaciones institucionales y privadas de alimentos y medicinas desde Cuba a Estados Unidos y otras naciones sojuzgadas por el capitalismo empobrecedor.
En tiempos de tormenta, la conducta más saludable es la prudencia, pero al tardocastrismo se le acaba el tiempo; tras haber dilapidado sus escasas balas; soñando que Joe Biden iba a perdonar el desplante del raulato acobardado; error de Inteligencia política repetido ahora ante la invasión rusa a Ucrania, que ha acercado a Estados Unidos y Venezuela y dejado a Cuba en un punto de mayor irrelevancia, amargura y soledad, que son dos calles de La Habana por la que ahora pasearán escasos y deseados turistas de riesgo.
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