El paquete de medidas Biden basta para contentar a una parte de los cubanos y encabronar a la otra, pero no resolverán el drama de la nación, porque refuerza el mito de la solución extranjera y tensiona al tardocastrismo, que sigue sin resolver la transición del raulato a la generación beat, donde bandos militares y civiles compiten por llegar bien posicionados a la hora de los mameyes, compartiendo carencias de liderazgo y fragilidad política, incluso con la hostigada oposición.
Cuba debe apostar por una solución propia a sus problemas, poniendo lo mejor de cada cubano al servicio de la democratización y contando con la solidaridad de la democracia mundial, pero renunciando a tutelajes e influencias que favorecen el discurso de la dictadura más antigua e injerencista de Occidente y evitando que el collar pueda salir más caro que el perro. Sobran cubanos inteligentes, honrados y patriotas, aunque el barullo generalizado solo potencie los extremos.
La dependencia de Estados Unidos contaminó la República y contribuyó a la llegada de Fidel Castro Ruz al poder; la subordinación a la Unión Soviética menoscabó la independencia nacional y redujo a Cuba a carne de cañón y mano de obra barata del comunismo; la supeditación a Venezuela mermó aun más la soberanía y humilló a los cubanos.
Dictadura y oposición comparten una dañina tendencia a extranjerizar el problema de Cuba, en un ejercicio de menoscabo de soberanía e independencia, que debiera ser corregido -cuanto antes- por los opositores, presentando un programa de gobierno alternativo a los cubanos y persuadiendo a los agazapados millonarios del exilio e inxilio cubanos que, con su propuesta, ganará la mayoría de los cubanos.
El presidente Miguel Díaz-Canel y el general y magnate prestado Luis Alberto Rodríguez López-Calleja son hijos políticos de Raúl Castro Ruz, antidemocráticos y sin las dotes de liderazgo imprescindibles para afrontar la ciclópea tarea de reformar Cuba, donde grupos de militares y civiles temen quedarse al margen de la piñata -ya en marcha- como antesala a su transición preferida, un modelo mixto, que mezcle el totalitarismo con reformas económicas sin igualdad de oportunidades ni justicia social.
El problema mayor del tardocastrismo es que intenta soslayar una y otra vez la pulsión democrática que anida en la mayoría de los cubanos, a los que pretenderá engañar con migajas económicas, reservándose la casta verde oliva y enguayaberada la mejor parte; un modelo de pan para hoy y hambre para mañana porque reitera el pecado original comunista de cero concesión ideológica y supeditar la economía a la política, que en Cuba solo funcionó parcialmente hasta la caída de la URSS.
La oposición, hostilizada y vilipendiada, sigue carente de una alternativa, que ofrezca a los cubanos un programa de gobierno con soluciones para los acuciantes problemas de la nación y padeciendo antidemocrática manía de dividir a gobiernos del mundo, empezando por Estados Unidos, en buenos y malos; a partir de su cercanía o lejanía con sus intereses que -jamás- coincidirán con los de un estado extranjero.
Mientras el anticastrismo dependa de financiación extranjera su margen de maniobra seguirá reducido a lo políticamente correcto; pero si cada cubano emigrado -exceptuando agentes de influencia y gusañeros- aportara un dólar mensual a la causa de la democracia de Cuba, la oposición podría tener unas finanzas de lujo como las que tuvo el Movimiento 26 de julio, que fue capaz de movilizar a la mayoría, incluida la sacarocracia, contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Con Díaz-Canel y López-Calleja, blancos, sectarios, excluyentes e incultos políticamente, Cuba vive peor; circunstancia que ha impedido su legitimación popular y, en el caso del zar de Gaesa, ha propiciado el fracaso del Sistema Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que Raúl tuvo que defender con uñas y dientes frente a Fidel Castro, cuando el comandante en jefe liquidó el modelo económico dirigido por Humberto Pérez González, en el ámbito civil y que generó zonas de prosperidad en los años 80 del siglo pasado.
El gobierno, el partido comunista, y el resto del entramado representativo siguen subordinados al general sin guerras y a Díaz-Canel le faltó valor para aprovechar el aldabonazo popular del 11J y reequilibrar fuerzas; pero solo fue su rendición definitiva porque, en abril de 2021, siendo ya comandante en jefe de las FAR, aceptó sin rechistar la destitución del general de cuerpo de ejército Leopoldo Cintras Frías que -en el uso de sus facultades como ministro- ordenó a la Contrainteligencia Militar (CIM) investigar a Gaesa y las andanzas de su presidente.
Raúl Castro fusiló políticamente a Polito, como lo llamaba en el saturniano verano de 1989, pero no consiguió aplacar el malestar entre jefes y oficiales de las FAR con su ex yerno, enfrascado en comprar lealtades empleando a sus hijos y nietos en el entramado de Gaesa, como si fuera su feudo privado y no una empresa estatal socialista.
Jefes militares y civiles nunca han tragado con el ascenso de Manuel Marrero Cruz a primer ministro; pese al destrozo que provocó en el turismo y pasando por encima de Inés María Champman Waugh y Jorge Luis Tapia Fonseca, que eran los candidatos de la facción contraria a Raúl Castro, López-Calleja, que ya habían salvado de la quema a su pupilo durante su paso por Varadero, donde costó el puesto al entonces jefe de la Contrainteligencia Militar, teniente coronel Rojas, por hacer un informe objetivo, pero demoledor sobre el personaje.
Díaz-Canel y López-Calleja parecerán intocables hasta que el ex suegro del general muera o una justa rebelión popular los mande al vertedero de calle 100; el presidente ocupa el cuarto de máquinas de una goleta desvencijada frente a una galerna que siempre aparece en la proa, zarandéandola como barquito de papel; pues carecen de las habilidades marineras del general de división Enrique Quique Finalé, que sigue en el hipódromo a la espera de momento propicio; con la ventaja de no ser sangripesao como el banquero del botín Castro-Espín, S. A.
Un vistazo al apresurado y erróneo comunicado del gobierno cubano sobre el anuncio Biden confirma dos hechos irrefutables, el presidente Donald Trump fue devastador para el comunismo de compadres y La Habana es ahora más dependiente que nunca de la Casa Blanca y -no por mérito del Despacho Oval- sino por la cobardía y miopía estratégica de los grumetes que han llevado a Cuba a un callejón con solo dos salidas: Democratizar o morir matando; pues con la avalancha migratoria solo han descapitalizado humanamente aun más a Cuba, quedando en evidencia ante adversarios y aliados.
Díaz-Canel y López Calleja han vuelto al eterno dilema castrista de ¡Patria o Muerte!, que pueden posponer hasta el entierro de Raúl Castro, pero al día siguiente tendrán que elegir entre intentar ser libres o correr el riesgo de mártires; teniendo en cuenta que los odios son crecientes; aunque ahora las facciones en disputa hagan cábalas secretas sobre cuánto les va a tocar del jamón; olvidando que fantasean sobre un polvorín saturado de dinamita con el tórrido verano a la vuelta de la esquina.
Despreciar a tantos cubanos, durante tanto tiempo. es un caro ejercicio de temeridad; y presidente y general saben cuanto los desprecian sus víctimas; pero el legítimo anhelo de libertad no debería empañarse con intromisiones ajenas; una cosa es valorar, agradecer y contar con aliados y otra muy diferente es amoldar posiciones y discursos a Washington y la decadente Europa, que siempre han visto a Cuba como asunto menor, apenas ruido mentiroso; aunque su defensa teórica aun calme conciencias de viejos pancistas doctrinarios que jamás compartirán su suerte con el noble y desdichado pueblo cubano.
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