El Memorial José Martí cerró este lunes sus puertas al público para acometer reparaciones y labores de mantenimiento en sus terrazas, tras verse afectadas por las intensas lluvias caídas en los últimos días en la capital cubana.
“A partir de este 6 de junio, el Memorial José Martí cierra su servicio de visitas al museo de manera temporal por trabajos de reparación y mantenimiento en las terrazas, que a su vez constituyen el techo de las salas de exposiciones”, indicó el espacio en sus redes sociales.
Ubicado en la Plaza de la Revolución, antigua Plaza Cívica de la República, el Memorial dedicado al héroe nacional de Cuba cierra sus puertas tras comprobar defectos en su impermeabilización tras las intensas lluvias caídas recientemente en La Habana.
“La necesidad de este proyecto se ha visto acelerado por las recientes lluvias ocurridas”, indicó la institución en su comunicado, avisando que momentáneamente “solo se mantiene el servicio de visitas al mirador, la sala de actos para actividades programadas y la galería con la muestra ‘En cuerpo y alma’, del artista de la plástica Mario Fabelo”.
Aunque la construcción de la plaza y el monumento a José Martí comenzaron durante la presidencia de Fulgencio Batista, el proyecto de una Plaza Cívica en la capital surge desde principios de siglo. Varios proyectos fijaron su atención en la llamada Loma de los Catalanes, donde los miembros de esta comunidad asentados en la capital habían erigido una ermita en recuerdo de la Virgen de Montserrat.
Fue durante el gobierno de Federico Laredo Bru, en 1938, que se lanzó el primer concurso para construir la llamada en un primer momento Plaza de la República y, luego, Plaza Cívica. Pero no sería hasta 1953, con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de José Martí, que se iniciaron las obras proyectadas, añadiendo el Palacio de Justicia, hoy llamado de la Revolución y sede del Gobierno.
La plaza y el monumento se completaron en 1959, año en que Fidel Castro llegó al poder y pasó a llamarse “Plaza de la Revolución”. Ni las crónicas de su surgimiento, ni la historia de sus años “revolucionarios” explican el perenne sobrevuelo de aves carroñeras sobre la torre de 109 metros, a cuyo mirador se accede subiendo por un ascensor.
La actual mole de hormigón fundido está revestida de mármol blanco. Los cálculos del ingeniero civil Juan B. Pujol permiten que el monumento resista vientos por encima de los niveles de un huracán categoría 5. Pero décadas sin el adecuado mantenimiento empiezan a deteriorar la estructura, como se pudo comprobar con las últimas precipitaciones.
A partir de 1959, el espacio adquirió una nueva función político-simbólica, lo que acentuó su carencia absoluta de servicios, ya que solo concentra edificios de carácter político-administrativo del régimen cubano.
"La Plaza solo se ve cubierta en los días de marchas y concentraciones, eventos que no son naturales, sino convocados a voluntad. Lo ideal es que allí hubiese viviendas, teatros, cines, comercios, cafeterías, de todo (…) Realmente todo ese espacio es un terreno baldío, sin forma ni ritmo", criticó el arquitecto Mario Coyula, según recordaba Lina Bancells en un artículo publicado en Diario de Cuba.
“La Plaza de la Revolución, casi siempre desierta, es hoy el reflejo de una ciudadanía desprovista de espacio público; ese espacio vital en el que los habitantes de un entorno ejercen sus derechos y sus responsabilidades como ciudadanía activa, donde comienzan y terminan gran parte de los hechos más importantes de una ciudad”, afirmaba la autora.
Imágenes compartidas en las redes sociales del monumento daban cuenta este martes del inicio de “los preparativos para los trabajos de reparación y mantenimiento del Memorial José Martí”.
Traicionado el espíritu original de su construcción como Plaza Cívica y centro neurálgico de la capital, y convertido en guarida de un régimen que domina hace más de 60 años los destinos de la nación, las lluvias caídas recientemente han puesto de manifiesto la remodelación del monumento, convertido ahora en muladar, a juzgar por el sempiterno sobrevuelo de auras tiñosas en lo alto de la torre.
Las obras actuales podrán evitar las filtraciones de agua de lluvia en el Memorial, pero el José Martí de 18 metros que se alza en la cara nordeste de la construcción, obra del escultor Juan José Sicre, espera la llegada del día en que la inhóspita explanada de los desfiles militares y manifestaciones de la dictadura y sus alrededores, recobren el sentido de los proyectos urbanísticos que impulsó la sociedad civil republicana.
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