El general de ejército (r) Raúl Castro Ruz sigue alejado del incendio en la Base de supertanqueros de Matanzas, que mantiene en vilo a Cuba desde el viernes y pese a que aseguró que viviría su jubilación con un pie en el estribo; pero la voracidad de las llamas y las nubes de gases tóxico mantienen al nonagenario en la distancia.
Su presencia, meramente simbólica como las que hacía Fidel Castro en su etapa decadente, no apagará el fuego ni devolverá el sosiego a los matanceros, mayabequenses y habaneros, que llevan todo el fin de semana y lo que va de lunes, mirando al cielo; pero podría reconfortar a los familiares de las víctimas y apoyar a bomberos, especialistas, trabajadores y dirigentes.
Las razones de salud y edad no pueden argüirse en este caso porque el comandante de la revolución Ramiro Valdés y el general de cuerpo de ejército Ramón Espinosa Martín, también son viejos y están cerca del fuego; y las causas políticas tampoco deben esgrimirse porque Miguel Díaz-Canel Bermúdez está más achicharrado, en términos de credibilidad y legitimación popular, que los tanques 1, 2 y tres del desastre.
La difusión de imágenes del presidente, observando las llamaradas desde un edificio, desató las habituales tandas de críticas y lluvia de memes; confirmando la ira popular que provocan sus mentiras y actos fallidos, como si el acto de gobernar fuera una sucesión de ocurrencias para tapar la triste realidad que acompaña a Cuba.
Veteranos de la revolución y ancianos cubanos echan de menos el estilo más cercano de Fidel Castro en situaciones comprometidas; acudiendo a las zona cero de huracanes y ciclones para dirigir la recuperación, solidarizarse con las víctimas; aunque con pocos resultados efectivos debido a la crisis estructural de la economía comunista.
A estas horas, el comandante en jefe ya habría desembarcado con su caravana de yipis rusos y andaría preguntando sobre la altura de las llamas, la temperatura en el vértice del fuego, la capacidad de las bombas extintoras y calculando las horas pendientes bajo el fuego. Díaz-Canel ni eso porque la imaginería popular ha generado la percepción de que sufre una maldición; enemigo rumor al que contribuyó el propio mandatario, proclamando que estaban salaos en el tema energético.
Al esclerótico poder conviene la visión macondiana de la desgracia de Cuba para ocultar la principal causa: el comunismo de compadres que practican desde los años 60 del siglo pasado, cuando emprendieron la cuidadosa destrucción de la nación, asesinando la democracia y liquidando sus pilares socioeconómicos. y de justicia
El único mal de ojo, maldición u osogbo que aflige a Cuba es la carencia de libertad, la ineficacia crónica para dominar al pueblo, mediante la administración de la pobreza y la insensibilidad de la casta verde oliva y enguayaberada, como está demostrando Raúl Castro Ruz desde el viernes.
Volverán las tiznadas golondrinas a pedir unidad y no politización en medio de la tragedia; la misma felonía cuando se cayó el avión en Boyeros, un tornado desnudó la inclemente pobreza de Regla, un balcón mató a tres niñas o el coronavirus a miles de cubanos.Si tanto claman por la unidad que se la reclamen a desalmados como Sandro Castro y sus compinches de bisnes y gozadera.
Unidad, entre otras cosas, es compartir lo que se tiene, ser solidario sin alharacas; como hace mensualmente la generosa emigración y si el Buró Político aun duda, que rescate el discurso de Fidel Castro en Naciones Unidas (1979), cuando cuestionó porque unos pueblos han de viajar en lujosos automóviles para que otros anden descalzos; hablando en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan; de los enfermos que no tienen medicinas; como ocurre ahora mismo en Cuba.
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