Idolidia Darias: La historia del Escambray está mal contada

Cuando hice las investigaciones y entrevistas en Cuba sobre la guerra del Escambray y los atropellos contra la población campesina, les pregunté a ellos si consideraban que la CIA y Kennedy los habían traicionado y todos me dijeron que sí.

Idolidia Darias, profesora e investigadora cubana © Wenceslao Cruz
Idolidia Darias, profesora e investigadora cubana Foto © Wenceslao Cruz

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Este artículo es de hace 1 año

Idolidia Darias (Falcón,Las Villas, 1960) es una profesora e investigadora cubana consagrada al estudio de la guerra civil del Escambray; mal contada -como otras páginas del siglo XX- pero que ella ha ido desentrañando bebiendo de las fuentes originales con una mirada alejada de cualquier sectarismo ideológico y apegada al rigor histórico.

Inició el desbroce histórico de la tragedia del Escambray, viviendo en Cuba y corriendo los riesgos inherentes a toda labor historiográfica que pretenda hurgar en heridas cerradas en falso y aceptando la desconfianza de los perdedores, que abrieron sus puertas y cabezas, cuando se convencieron que no era una enviada del gobierno. Otros rechazaron amablemente a la investigadora.


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Ya metida en el lomerío, descubrió otro desgarro ocultado: el traslado forzoso de familias campesinas de la zona del conflicto a pueblos cautivos en el norte de la actual provincia de Ciego de Ávila y en Pinar del Río, tras una escala en Miramar; siendo vigilados desde la salida de Las Villas hasta el asentamiento en las comunidades cárceles.

Tras años de investigación, concluyó que campesinos del Escambray vivieron la catástrofe, con la certeza de que "ningún perro caza para favorecer a su amo".

La guerra civil del Escambray (1960-1967) está mal contada; ¿a qué atribuyes tantas lagunas a más de medio siglo de la contienda?

La historia oficial de la guerra del Escambray se ha fabricado desde posiciones polarizadas y permeadas por un halo de triunfalismo en algunos casos y de omisiones -voluntarias e involuntarias- en otros.

Los interesados en conocer la verdadera historia se dan cuenta, apenas escarban un poquito en el trauma. A la hora del escritor-periodista-investigador componer un hecho histórico distanciado del lugar y del tiempo en que ocurrieron los hechos corres el riesgo de fabular cuando solo puedes apoyarte en el relato del otro, el testimonio de quien lo vivió décadas atrás y en lo que dicen los textos publicados.

A eso se suma que escribir sobre un tema con total libertad es complicado en los casos de países regidos por la ideología comunista; donde nunca se puede contar toda la verdad y aparecen lagunas e imprecisiones.

Los castristas que lucharon en el Escambray, bajo diferentes denominaciones políticas, eran "rebeldes"; quienes se alzaron después de 1959, fueron "bandidos". ¿A qué atribuyes esa diferenciación semántica?

La diferencia la impuso el régimen castrista. Comunistas extranjeros enviados a Cuba, aplicaron experiencias soviéticas en todo el proceso de control y eliminación de los focos insurgentes.

En la década del cincuenta, se llamaba rebelde al desobediente, a quienes se oponían al poder y la autoridad en Cuba. Fidel Castro logró imponerse y ejercer su dominio sobre los demás y eso lo ayudó a fascinar a las masas; apoyado en su formación jesuita y jurídica.

No tengo la verdad absoluta pero creo que ese pudiera haber sido la razón del término Ejército rebelde. Castro lo usaba con énfasis para darle mayor rango al grupo que comandó.

Pero el calificativo de bandido lo estableció en la zona central de Cuba, un comunista hispano soviético, nacido en Madrid, Francisco Ciutat de Miguel, con amplia formación en los servicios de seguridad de la entonces URSS, y que en la isla fue conocido como "Comandante Angelito"; a partir de su falsa identidad de Ángel Martínez Riosola.

Enseguida, quienes combatían a los insurgentes del Escambray, hicieron suya la frase del comandante Angelito; empezando por Fidel Castro, que empezó a emplearla en sus discursos.

En las escuelas y zonas donde estudié, en mi adolescencia, si alguien defendía a un alzado quedaba marcado y -si se negaba a decirle bandido- entonces lo tildaban de tener problemas ideológicos. Y mi generación; nacida el mismo año que el desastre llegó al poder, si tiene buena memoria sabe el precio que había que pagar en Cuba por defender a un contrarrevolucionario.

¿A qué atribuyes la derrota de los alzados del Escambray?

Hay varios factores que incidieron en el fracaso y hubo traiciones por todas partes. Solo que algunas de ellas se vieron, con claridad, hasta mucho tiempo después.

Primero quiero hablar de las tangibles. De las que todo el mundo percibió casi de inmediato. Comienzo por recordar lo que dije de los asesores soviéticos preparando agentes para penetrar los grupos insurgentes y de las razones que los alzados contra el poder totalitario esgrimieron para ejecutar alfabetizadores.
El temor a ser penetrados y delatados fue una constante entre los alzados y, mucho más, luego que las ayudas desde el exterior nunca llegaron y ocurrió la derrota en Bahía de Cochinos.

Los insurgentes y los conspiradores contra Fidel Castro y sus acólitos, nunca esperaron algo bueno de la parte soviética. Confiaban más en el apoyo que desde los más altos niveles dentro del gobierno de Estados Unidos se pudiera hacer para ayudarlos. Confiaban en los cubanos que salieron de la isla con la encomienda de organizar la lucha frontal desde Florida.

Pero… cuando te hablé de Angelito y los asesores soviéticos quise llamar la atención en él, por ser uno de los asesores que entrenó a cubanos para ejecutar acciones en el Escambray. Fue por eso que ocurrieron las traiciones de los propios campesinos, entrenados para espiar y delatar a los alzados.

A eso se añade otros agentes -no campesinos- entrenados (nunca supe donde) para ir hacia las montañas y pedir incorporación a la lucha armada con la misión de marcar las áreas para que las milicias los persiguieran y apresaran o mataran.

Traición de la CIA

Se dieron otras traiciones, desde las ciudades donde quedaban los encargados de coordinar acciones, ayudas y los envíos de armas y avituallamiento. Y desde el extranjero. Siempre hubo coordinaciones desde Cuba con la CIA; buscando ayudas para los grupos de insurgentes, pero la realidad fue que nunca las acciones tuvieron éxitos y eso hizo sospechar a muchos de los jefes de grupos.

Pude conversar con un campesino que estuvo cerca del comandante Osvaldo Ramírez y me contó que -luego de fracasar el primer envío de armas desde un avión- un hombre, que nadie en la tropa conoció, subió adonde estaban alzados, conversó un rato a solas con el comandante y luego se retiró. En aquel grupo nunca se supo el tema de la conversación pero sí vieron cómo, de inmediato, Ramírez los reunió para decirles que estaban solos y que no podían contar con nadie. Les recalcó que -a partir de ese momento- la lucha solo dependería de lo que hicieran ellos y que de afuera no esperaran nada.

Otros sobrevivientes de la lucha en Escambray con los que conversé en Miami también me expresaron su desconfianza con las acciones de la CIA a la hora de apoyar la lucha contra el régimen. Y señalaron, con ironía, la "casualidad" que nunca tuvieron éxitos las acciones que esperaron de esa organización para la lucha frontal.

A mi juicio, la mayor prueba de la traición de la CIA se evidenció luego del desembarco de la Brigada 2506 en Bahía de Cochinos. Incluso, cubanos que les tocó organizar y apoyar la lucha desde otras posiciones consideran que hubo una gran traición y apuntan al Despacho Oval de la Casa Blanca.

Cuando hice las investigaciones y entrevistas en Cuba sobre la guerra del Escambray y los atropellos contra la población campesina, les pregunté a ellos si consideraban que la CIA y Kennedy los había traicionado y todos me dijeron que sí.

Desde que tuve uso de razón, escuché y leí que Fidel Castro señalaba en todas las plazas públicas y en los eventos internacionales a la CIA como la organizadora y ejecutora de todo lo que se hacía contra la revolución cubana. Entre los ejemplos que ponía para reforzar su discurso estaban Escambray, Bahía de Cochinos y otros eventos. Cuando investigué a fondo, fue la primera vez que constaté como -desde posiciones tan antagónicas- se apuntaba hacia el mismo nombre: ¡CIA!

Hice un análisis de los hechos y una cronología de la época y encontré situaciones incongruentes. Supe que en Florida se entrenaron cubanos para ir en los teams de infiltración antes del desembarco. El destino era Cuba y tenían funciones muy específicas, una vez que ocurriera la invasión.

Esos teams debían ejecutar acciones desestabilizadoras, al mismo tiempo que los hombres desembarcaran por la zona sur, cerca de Trinidad, para buscar la unión con una fuerza numerosa de alzados en las montañas del Escambray.
Nada de eso se dio. La historia, desde la óptica castrista, recoge el fracaso de los invasores y la icónica foto de Fidel Castro; a imagen y semejanza de un ranger legendario, tirándose de un tanque en una zona libre de todo peligro en Playa Girón.

Lo que vino después para los alzados fue plomo, muerte y el sabor amargo de saberse traicionados por una institución en la que pusieron su confianza y esperanza para evitar a tiempo la colonización comunista que -desde principios del siglo XX- se cimentaba en todo el territorio nacional y contaba desde el primer día con la conducción y dominio de comunistas europeos.

Los cubanos deben saber que fueron cuatro, los judíos askenazis que figuraron entre los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba, en 1925. No por gusto, cuando se hacen búsquedas, se tropieza con el dato de que Fabio Grobart reclutó a Fidel Castro, en 1948, como agente de la Inteligencia soviética.

Mi opinión con relación a la CIA, fuera de lo que me contaron o dijeron los hombres y mujeres que entrevisté va un poco más allá del hecho específico de Cuba. La CIA tiene un largo y negro historial que pone los pelos de punta a cualquiera. Nunca me van a encontrar defendiendo sus acciones. No porque yo sea la más puritana sino porque en realidad es indefendible. Hasta quienes la sirvieron por décadas y cargan medallas por sus acciones, han salido a decir, contar y denunciar. Y espanta lo que lees y escuchas.

Dicho esto vuelvo al tema de hacer cronologías, analizar el espíritu de cada época y atar cabos. Cuando miramos el entorno en que se dieron los hechos alrededor de Cuba y la guerra civil en el Escambray no puedo dejar de observar a dos aparatos de inteligencia (URSS-USA) con los ojos y las manos puestas en el Caribe, operando allí desde épocas anteriores. No sé a los demás, pero me asaltan otras interrogantes y la necesidad de seguir investigando, pero no para saber quién o quiénes, sino …¿por qué Cuba?

Y es entonces, cuando evoco una expresión típica de los campesinos del Escambray: “ningún perro caza para favorecer al amo".

¿Cuánto había de bandidos en el Ejército Rebelde y cuanto de nobleza en los alzados del Escambray?

Es un tema muy sensible. Es agradable escuchar frases elogiosas o ponderativas de los amigos, la familia, o los hermanos de lucha, sea cual sea el bando donde se pelea. Nadie quiere que tilden a los suyos como criminales o bandidos.

Hubo bandidos en ambos bandos pero también hubo gran hidalguía y nobleza entre los alzados. A la hora de calificarlos el problema está en la vara con que se mide y desde la óptica del observador o evaluador.

Cuando Fidel Castro lanzó improperios y calificativos contra los alzados y los responsabilizó con la muerte de cubanos lo hizo para lograr la repulsa total del pueblo hacia los insurgentes. Obvio que la historia la escriben los vencedores. Debe haber sido por eso que ni Fidel ni sus compinches detallaron los crímenes del Ejército rebelde en la Sierra Maestra y durante el trayecto hasta La Habana.

Aun viven cubanos que fueron testigos de esas ejecuciones, pero cuando lees libros promovidos por el oficialismo, sus autores justifican los fusilamientos, atribuyéndolos a supuestas indisciplinas y traiciones; pero ninguno de esos textos aborda el soporte legal de las muertes de esos cubanos y si aquellos Consejos de guerra fueron homologables a los procedimientos de los ejércitos de otras partes del mundo; por no hablar de los juicios, sin las debidas garantías para los procesados y condenados.

Las ejecuciones de cubanos, por parte del Ejercito rebelde no recibieron nunca la repulsa del pueblo, y sus autores intelectuales y materiales nunca fueron cazados ni fusilados, como sí ocurrió con los alzados opositores.

¿Cómo ocurrieron las ejecuciones de los alfabetizadores Manuel Ascunce y Conrado Benítez y el campesino Pedro Lantigua?

Con los ahorcamientos de Manuel Ascunce y Conrado Benítez todos pusieron la vista en los llamados bandidos, pero jamás nadie cuestionó al castrismo enviar jóvenes, algunos menores de edad, como escudos humanos a la guerra del Escambray.

Los alzados vieron en esos alfabetizadores una fuente de vigilancia hacia ellos. Se sabía que el régimen estaba introduciendo agentes en la zona para hacerse pasar por simpatizantes de los alzados y delatarlos. Sintieron un peligro inminente y decidieron tomar justicia por sus manos.

¿Pero esas acciones del gobierno justificaban matar a civiles?

¿Son asesinatos y crímenes cuando lo cometen los bandidos? ¿Son justos cuando mataban los revolucionarios?

Siempre que se aborda el tema Escambray, la guerra civil y la caracterización de esa etapa se menciona el caso de los ahorcamientos de Manuel Ascunce y Conrado Benítez. En Cuba nunca pude conversar con alguien que tuviera vivencias cercanas de lo ocurrido esa noche en Limones Cantero.

Siempre se informó oficialmente que todos los que estuvieron involucrados en la ejecución del campesino y los alfabetizadores respondieron a la justicia y que todos fueron fusilados, o murieron en los tiroteos que se dieron entre la milicia y los alzados. Por cierto, en los casos de los caídos en combate, el régimen se encargó, a la hora de dar la noticia, de afirmar que “se fueron sin pagar por sus crímenes”.

Es un capítulo de la historia del Escambray que se ha compuesto en gran medida a partir de lo que dice el régimen cubano. Dentro de Cuba nadie se atreve a juzgar ni a defender a los alzados.

En otras latitudes, fundamentalmente en Estados Unidos, donde aún quedan espacios para la libertad de opinión se hacen análisis y se cuestiona a ambos bandos.

Hubo alzados honorables, hombres respetuosos y de principios y escuché a campesinos, colaboradores de alzados, en algún momento hablarme con respeto de los que tenían grados militares y ocupaban algún que otro puesto en estructuras del gobierno.

Pero lo que nunca escuché fue a vecinos de los caseríos del Escambray darme una opinión respetable de Gustavo Castellón (El caballo de Mayaguara) ni del comandante Félix Torres, ni de otros capitanes y comandantes de la revolución; Efigenio Ameijeiras y Juan Almeida, entre otros. Unos callaban por miedo a esos bandidos y criminales vestidos de verde olivo e instalados en el poder; y otros me lo contaron en voz baja y a escondidas.

En tu libro, "Escambray: La historia que el totalitarismo trató de sepultar"; cuentas el episodio de los pueblos cautivos. ¿Qué pasó?

Es un tema -que a diferencia de la guerra en el Escambray, de la que ya quedan muy pocos protagonistas- ofrece más posibilidades para los investigadores y cubanos interesados en conocer la historia de nuestra patria.

En Miami y en Cuba, aún viven hijos de los campesinos que fueron sacados a la fuerza del Escambray, llevados a campos de concentración en Pinar del Río y zonas de Ciego de Ávila; al norte de lo que antes era la provincia de Camagüey; y también están los nietos, que nacieron en esos pueblos cautivos y crecieron escuchando sus traumas.

De ese trágico episodio, he podido concluir que, apenas Castro y los comandantes que lo secundaron en sus crímenes llegaron al poder, se dieron cuenta que era vital eliminar todas las formas de ayuda y colaboración a los que se decidieron por la vía de las armas para detener la imposición del comunismo en Cuba.

Los rebeldes acababan de vivir la experiencia del monte en la que resistieron los embates del Ejército de la República por la ayuda de los campesinos y las colaboraciones de los movimientos insurgentes clandestinos, desde las ciudades.

Aquellos rebeldes decidieron tomar las armas e irse al monte; aunque al principio no todos subieron a las montañas, hubo alzamientos en zonas boscosas de Matanzas, montañas de Pinar del Río, en el norte de Las Villas y otros pueblos más cercanos al lomerío de la región Escambray; como se denominaba entonces, y donde había una vegetación propicia para esconderse por el día y poder salir por las noches hasta las casas de amigos familia y conocidos a buscar alimentos y otros avituallamientos que gente de confianza les dejaba allí.

En esos alzamientos, los cubanos dispuestos a frenar el avance del comunismo usaron las mismas estrategias de los rebeldes; y no olvides que muchos de los alzados habían sido oficiales y soldados del Ejército rebelde.
Fue ahí donde las huestes de Castro comprendieron la necesidad urgente de cortar todas las vías de apoyo y ayuda a los insurgentes.

Lo más socorrido fue sacar de las montañas y las estribaciones del macizo montañoso a todos los campesinos y cortar el respaldo logístico a los alzados, llevándose a Sandino, en el extremo occidental de Cuba, a los campesinos tachados como no simpatizantes de la revolución castrista.

Aquellos campesinos, que estuvieron todo el tiempo bajo vigilancia en barracones, tuvieron que construir viviendas, donde después se instalaron con sus familiares, tras su tránsito por Santa Clara y Miramar, en La Habana, donde mujeres y niños fueron albergados en casas abandonadas por quienes huyeron, adivinando lo peor, y permanecieron allí bajo un férreo control del régimen; teniendo que pedir permiso hasta para una gestión normal de la vida diaria.

Cuando analicé esa etapa tuve una gran sorpresa, a descubrir que el traslado a Sandino de cientos de campesinos entre 1960 y 1962, no fue la única acción contra los campesinos del Escambray y su entorno, pues para cortar toda posible relación con los pobladores originales de las inmediaciones de los pueblos cautivos, los castristas regaron la bola que aquellos hombres eran criminales y violadores pero -pasado un tiempo- campesinos pinareños descubrieron la mentira gubernamental y comenzaron a relacionarse fraternalmente con los llevados a la fuerza desde El Escambray.

En los medios oficiales, en los manuales de enseñanza y documentos que se publicaron por las editoriales estatales se informó que, en 1967, se puso fin a la "limpia del Escambray", término muy revelador de la estrategia totalitaria, y ese dato, me llevó a pensar que el éxodo masivo forzoso era solo de aquellos años, pero entrevistando en Manicaragua a expresos políticos y familiares de los cautivos, descubrí que muchos fueron llevados a Pinar del Río, en 1971.

Entonces, tuve que organizar las entrevistas para saber lo esencial de cada jornada y fue difícil porque los únicos que me pudieron dar testimonios y contar lo ocurrido fueron los familiares de las víctimas y los que -a duras penas- lograron regresar mucho tiempo después a la región central de Cuba, pero nunca a las tierras que les arrebataron cuando los sacaron del Escambray y sus cercanías.

Existen datos oficiales o independientes sobre el total de campesinos del Escambray desplazados a Pinar del Río y Ciego de Ávila.

No se, si en los archivos secretos de la Seguridad del Estado hay datos exactos de la cantidad de campesinos trasladados forzosamente a otras zonas de Cuba; y no intenté acceder a archivos sobre el tema en Villa Clara, asumiendo que no me darían acceso. Muy pocos periodistas pudieron consultarlos para escribir sobre el drama del Escambray. Me atrevo a citar a Norberto Fuentes porque él mismo dijo que en ocasiones pudo entrar a buscar información.

Los episodios para mi libro los tuve que componer a partir de los testimonios de quienes sufrieron en carne propia el terror comunista; por eso decidí narrar la historia desde la perspectiva de las víctimas y agregué en algunos momentos explicaciones para que los lectores pudieran entender mejor cómo fue esa etapa sobre la que el totalitarismo ha extendido un manto de silencio.

¿Sufriste represión o inconvenientes para desarrollar tu trabajo?

Me cuidaba y aproveché mi condición de maestra en la zona para moverme e irme ganando la confianza de las víctimas; algunas de las cuales se negaron a darme su testimonio, pese a que siempre intentaba llegar a ellos, con un recomendación previa de otra víctima.

Pero hay una anécdota que nunca he contado sobre la etapa en que estuve realizando la investigación. Tiene que ver con una amiga, que a su vez, tenía otra amiga periodista que estaba realizando entrevistas a cubanos con altos cargos militares obtenidos en la guerra del Escambray.

Yo le comenté que andaba haciendo algo parecido a la periodista pero, que a diferencia de ella, lo que yo estaba escribiendo nunca sería publicado por editoriales cubanas. No sé cómo el dato trascendió hasta el militar que le estaba dando entrevistas a la amiga de mi amiga y se interesó en conocerme. Le pidió a mi amiga que me dijera que si yo quería él me podía dar una entrevista.

Lo que él iba a contar a mí no me interesaba y así lo expresé. No sé si mi amiga lo dijo. Nunca más hablé del tema con ella; lo que si supe -pasados unos dos meses- que la emisora radial CMHW, de Santa Clara, emitió una serie sobre la guerra del Escambray, colmando de elogios a los vencedores y vertiendo máculas contra los perdedores. Una de las fuentes usadas por los autores del serial fue el militar que se había interesado por mi investigación.

Toda guerra ocasiona daños económicos; ¿cómo afectó a la economía del Escambray su despoblamiento selectivo y su conversión en zona de especial vigilancia para el castrismo?

Las fincas de los campesinos fueron ocupadas por familias que trajeron desde Oriente. Ocuparon las casas y algunos de ellos fueron designados como jefes de algún plan especial, pero al no quedar nadie en esas zonas no tenían a quienes darle órdenes y exigir que se encargaran de las labores productivas.
La fuerza de trabajo era nula. Y empezó todo a decaer. Las temporadas de recogida de café se hacían con estudiantes de la escuela al campo. Los terrenos se fueron cubriendo de malezas.

Irónicamente lo que el régimen castrista llamó «limpia del Escambray» al sacar de allí a los campesinos y los insurgentes cobró también sentido en el concepto de limpiar todo lo que significó avance y progreso.

Al mismo tiempo, Fidel y Raúl Castro convirtieron la región en una gran zona militar. Al menos hasta 2002, era común cuando se transitaba por los caminos que conectan los caseríos loma arriba encontrar letreros de “Zona militar”.

El Escambray sufre un gran control militar desde 1960. Algunos oficiales de la Seguridad del Estado advirtieron a los disidentes que se hicieron visibles, a partir de 1998, en Manicaragua, que esa región está considerada de “alto potencial contrarrevolucionario" y era "atendida" directamente por el general Raúl Castro; quien contaba con un grupo de oficiales y jefes, seleccionados por él.

Resulta extraño entender tantas medidas de control y protección en un lugar del que sacaron a la inmensa mayoría de los pobladores, les confiscaron sus casas y propiedades y jamás los dejaron volver y -por si fuera poco- construyeron unidades militares y pusieron a los pocas familias que quedaron allí a vivir en pequeños caseríos para tenerlos controlados y vigilados, aún cuando no hubiesen dado muestras de desobediencia, ni rechazo al régimen comunista.

En 1985, Fidel Castro y sus acólitos del Consejo de Estado dijeron que “había que lograr un desarrollo integral y sostenible de las zonas montañosas y de difícil acceso del país, conjugando armónicamente los requerimientos productivos con el desarrollo social, la conservación de la naturaleza, y el fortalecimiento de la defensa del país, e integrando en sus acciones a los organismos e instituciones involucrados en ese proceso”.

Los planes, llamados Plan Turquino, comenzaron por la región oriental de Cuba, pero también se aplicaron en la zona de Escambray y supe que -nuevamente- llevaron a vivir a las montañas familias de otras zonas, incluidas la provincia de Sancti Spíritus, con la misión de trabajar en los pocos sitios productivos que quedaban, generalmente cafetales que mermaban vertiginosamente en cantidad y calidad, en cada cosecha.

En 2001, estuve por última vez en la zona de Jibacoa y por el caserío de La Herradura. Todavía me queda el sabor agridulce de andar por un territorio destruido por el comunismo pero que se resiste a perder su belleza natural.
Hay dolor y sangre bajo esa tierra donde descansan los restos de muchos hombres que cayeron en enfrentamientos con la milicia o que fueron fusilados y sepultados en lugares que hoy cubre la maleza.

¿Crees que algún día los cubanos tendremos una historia objetiva de la guerra civil del Escambray?

Para tener una historia objetiva hay que leer mucho, investigar y consultar fuentes y por sobre todas las cosas contrastar muchas de ellas. Es difícil y requiere de recursos financieros y materiales para emprender la titánica misión.

Para escribir “Osvaldo Ramírez el camino del guerrero en la batalla desigual” pasé mucho tiempo investigando. Hay anécdotas y situaciones que no incluí por la incapacidad que tuve de consultar más fuentes. Además, hay otros datos que no puedo revelar porque comprometo a fuentes valiosas en Cuba.

Y lo peor de todos los argumentos que me frenan al contar ciertas historias es que -aunque viven en Miami- algunos de los que me han dado informes se niegan a ser citados en mis libros porque temen represalias contra sus familias en Cuba.

En un tema como el de Cuba, la verdad y la historia, hay que ser muy cuidadoso. Por un lado para darle valor a tu investigación en ocasiones debes revelar la fuente pero allí aún está el mismo régimen desde1959; con los tentáculos esparcidos, incluso por otros países, y no todos están dispuestos a volver a sentir sobre sus hombros o familias la mandarria castrista.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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