Uno de los grandes del universo del tatami, primer campeón mundial del judo cubano, Manolo Poulot se encuentra en estos momentos en Houston, Texas, Estados Unidos.
En pos de un futuro mejor, el chico de los ojos verdes accede gustoso a mis preguntas.
¿Qué haces, cuándo llegaste?
Primero que todo, un placer conversar contigo después de tantos años. Llegué en abril de 2019. Vivo en Miami, Florida, pero me encuentro en Houston por nuevas opciones de trabajo. Mantengo una añeja amistad con el exluchador Odelys Herrero que viene desde los tiempos de la EIDE y siempre nos hemos ayudado mutuamente. Él me ha brindado su hospitalidad aquí en esta ciudad.
Tú y Lissette Castillo, la “ardilla” del básquet cubano están casados y tienen una hija ¿dónde están ellas?
Ambas se encuentran en España mientras yo estoy aquí con mi hijo mayor Sergio Andro, como te dije tejiendo un porvenir que nos permita estar juntos y felices. Para eso hay que trabajar; nada cae del cielo.
¿Qué opinas de la situación del deporte cubano en la actualidad?
Cada día que pasa el deporte mundial evoluciona profesionalmente; desde hace mucho tiempo se invierten cantidades exorbitantes de dinero en preparar y pagar al atleta. Cada día se gasta más en el deporte. Esa es la verdad.
En el caso de Cuba, tratan de mantener estática la idea de hace seis décadas, en la base ya no hay la misma motivación ni el mismo interés de antaño… por ende, la superestructura se desmorona. La famosa pirámide que siempre nos caracterizó no existe.
Cada vez son más los deportistas que desde muy jóvenes, algunos en edades prejuveniles, abandonan la Isla mirando su propio interés, velando por un futuro mejor para ellos y sus familiares. Simplemente, el deporte en estos momentos se encuentra en la misma situación que está el país.
¿Anécdotas de tu rica deportiva, a quién venciste por el oro mundial, a quién por el bronce olímpico? ¿Qué pasó en Sydney cuando eras favorito para el oro?
¿Una anécdota? En un Gran Prix en Alemania tenía problemas para hacer el peso y le dije a mi profesor Justo Noda que me diera el pasaporte que me iba para Cuba. Al final hice el peso y más aún, alcancé la medalla de oro.
Y cuando terminé, Justo me dice “¿quieres el pasaporte ahora compay?”
En cuanto a Sydney, aún no me perdono la derrota en semifinales ante el japonés Tadahiro Nomura, quien mantuvo su corona alcanzada cuatro años atrás en Atlanta. En realidad yo era el favorito pues lideraba el ranking de la temporada y era el monarca mundial pero Nomura era un inmenso judoca y aunque fue solo por yuko, me venció.
Sin querer justificar mi derrota puedo decirte que fui perjudicado por los árbitros; de hecho ese combate está en la unión Panamericana como estudio de reglas y arbitrajes de un mal trabajo.
Fue así que llegué a la discusión del bronce y solo me bastó un doble wazari para derrotar a Bazarbek Donbay de Kazajastán.
¿Y en el Mundial?
Ahí todo salió de maravillas. Recuerdo que derroté en la semifinal al difícil georgiano Nestor Jerguiani por ippon y ya en la final al nipón Kazuhiko Tokuno utilizando la técnica seoi-otochi.
¿Qué te caracterizó sobre el colchón, cuál era tu principal arma?
Mi principal arma era la agresividad. Lo que me caracterizó sobre el colchón: la disciplina, mi constancia, el trabajo y el sacrificio.
Inicios en Santiago: ¿primer entrenador, primer gimnasio, año en que llegas al Cerro Pelado, entrenador que te llevó a la gloria?
Mi primer entrenador fue Ulises Legonier, quien me inició en 1983 con nueve años en este ancestral arte marcial en el gimnasio del distrito deportivo José Martí. Diez años después entré en el Cerro Pelado.
Desde mi primer entrenador hasta Justo Noda, todos mis profesores incidieron en hacerme el judoca que fui y el hombre que soy; todos tuvieron que ver con mi carrera deportiva. Por supuesto que al gran sensei Justo Noda Barreto, quien me llevó a lo más alto del judo en el planeta, lo considero mi padre, mi amigo, mi educador.
Además del bronce olímpico de Sydney y el título en el Campeonato Mundial de Birmingham, Inglaterra, 1999, Manolo Poulot incluye en su palmarés las medallas de oro y plata en los Panamericanos de Winnipeg 99 y Mar del Plata, Argentina, 95, siempre en la división de los 60 kilos. Ocupó el tercer escaño en las Universiadas Mundiales de Palma de Mallorca 99.
¿Principales rivales en los colchones del mundo?
Siempre los asiáticos, sudccoreanos y nipones, no importa el nombre.
¿Los mejores momentos de tu vida?
Cuando nacieron mis hijos, Marla de 21 años y Sergio Andro, 24 y después cuando gané el Campeonato del Mundo. Mi vida actual atraviesa por otro gran momento porque con mi esfuerzo y mi trabajo puedo labrarme una vida que en Cuba no puedo tener. Luchando con mi hijo que está a mi lado y por mi esposa e hija que muy pronto estarán junto a nosotros en este país de oportunidades.
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