Roberto López Rodríguez, un expreso político y músico cubano que llevaba 13 años viviendo en España, muchos de ellos en condición de desamparo, falleció el pasado domingo a los 63 años en un hospital de Cádiz, en Andalucía.
López Rodríguez, quien fue uno de los 115 presos políticos cubanos que en 2011 aceptaron la propuesta de trasladarse a España a cambio de su excarcelación, murió el 5 de mayo por complicaciones de una lesión en un pie que acabó en gangrena y amputación.
Formado como ingeniero de refrigeración en Cuba, Roberto López también estudió música y llegó a actuar con la nueva trova cubana.
La presidenta de la Asociación de Personas sin Hogar con derechos (PESHO-DE), Mila Fernández Bey, que lo conocía muy bien, detalló que en Cuba López Rodríguez tocó con Pablo Milanés y con Silvio Rodríguez y que incluso llegó a grabar con ellos.
Sin embargo, en los años setenta del pasado siglo Roberto López cambió los instrumentos musicales por las armas para participar en la guerra de Angola.
A su regreso, en 1982, se unió a la oposición en Cuba. Fue detenido, acusado de ser anticastrista y pasó diez años en la misma cárcel en la que Orlando Zapata moriría durante una huelga de hambre.
El 8 de abril de 2011, acompañado de un fuerte despliegue policial y de autoridades, Roberto y otros centenar de presos políticos llegaron al aeropuerto de Barajas, asistidos por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y bajo un estatus de protección internacional.
Él y otros exiliados tiempo después se quejarían de que Zapatero no llegó a cumplir con la promesa de darles techo y ayuda económica.
“Vine a España porque se me brindó protección subsidiaria y protección internacional. Se nos garantizó una vivienda y un dinero por espacio de cuatro años. Pero nunca recibí nada”, explicaba a la prensa.
Roberto decía que se había dirigido a diferentes organismos y que nunca consiguió una respuesta a sus reclamos.
El músico cubano vivió en varias ciudades, desde Madrid hasta Santiago Compostela, pasando por Puente Genil o Huelva. Finalmente llegó a Cádiz y durante un tiempo consiguió ganarse la vida dando clases de música.
Roberto -quien era percusionista y profesor de música- en España vivió una sucesión de sinsabores, problemas de salud y sobre todo se sintió olvidado, desprotegido.
Durante sus años en la nación ibérica contrajo una neumonía en ambos pulmones que le dejó serias secuelas. Luego una caída le castigó la cadera. También tendría problemas con la pierna que acabó ahora con su vida.
Su lucha con el alcoholismo complicaba sus relaciones personales, según admiten sus allegados.
“Músico profesional, quedó en estado de absoluta precariedad. Sufría alcoholismo y había intentado en varias ocasiones acabar con la adicción. Servicios Sociales debe ser consciente de que este tipo de casos precisan de seguimiento, no se puede usar una enfermedad para expulsarles a la calle”, lamentó en declaraciones a la prensa gaditana Miki Carrera, portavoz de la asociación Nadie Sin Hogar, que ha convocado un acto de homenaje ante las puertas del Ayuntamiento en honor del cubano fallecido.
“Me lo encontré muchas veces en la Plaza de las Flores, encogido, en un banco y últimamente había estado durmiendo en una furgoneta en Puntales porque los Servicios Sociales le dieron por perdido, y eso no se puede hacer”, añadió.
La asociación de personas sin hogar en Cádiz presidida por Mila Fernández estuvo acompañando al exiliado cubano en el último año, tratando de guiarle.
Fernández Bey recuerda los años de Roberto López dando clase en el Conservatorio de Música, recuerda cómo le costaba salir del alcohol, cómo se fue degradando y volviéndose a veces agresivo.
“El declive se veía venir, su deterioro como persona era una realidad visible”, lamentó. Explica que para sobrevivir fue vendiendo uno a uno sus instrumentos y acabó viviendo en la calle.
Así fue como la asociación Personas Sin Hogar Con Derechos dio con Roberto. Consiguieron para él una furgoneta que le sirvió de casa en un descampado de Cádiz. Dentro tenía un catre donde dormir y sus pocas pertenencias, pero para él era un palacio.
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