Jorge A. García Más, el cubano que perdió a 14 familiares en la masacre del Remolcador 13 de Marzo en julio de 1994, falleció en Miami este domingo, cercano a cumplir 80 años.
García murió a causa de “una dolorosa enfermedad” que lo incapacitó durante varios meses, informó su hijo Jorge Félix García, en una comunicación hecha pública en Facebook por el activista Ramón Saúl Sánchez.
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Maestro de profesión y escritor, García dedicó las últimas tres décadas de su vida a testimoniar y difundir la verdad sobre el hundimiento del remolcador por el régimen castrista frente a las costas de Cuba, en la madrugada del 13 de julio de 1994. En el horrendo crimen perdieron la vida 37 personas, entre ellos 10 niños; sus cadáveres nunca fueron entregados a sus familiares.
“Hoy 2 de junio del 2024 se apaga la vida de un ser humano que, lleno de dolor, llenó de amor la vida de tantos. Lo que sí no se apaga es la obra incansable de este hombre a favor de la justicia, esa quedará ahí para siempre, como ejemplo de sacrificio personal y al mismo tiempo como perpetuo homenaje a los que dedicó su batallar los últimos 30 años de su existencia, las víctimas del Hundimiento del Remolcador 13 de Marzo”, subrayó su hijo.
“El legado de un hombre como mi padre sin duda alguna que crea compromiso, y marca un ejemplo a seguir para todo aquel que lo injusto le haya arrebatado lo justo”, manifestó Jorge Félix. “Demos gracias por lo vivido a su lado, por lo aprendido en su camino, por el abrazo, la mano amiga”.
“Jorge García Más (Jomás) hoy se nos queda, no se nos va”, afirmó su hijo.
El periodista Wilfredo Cancio Isla informó en sus redes sociales que García sufría secuelas cardiorrespiratorias a causa del COVID-19 y también tenía cáncer.
Destacó que, posterior a la tragedia, García se dedicó a “desentrañar los pormenores de ese acto criminal ordenado por el gobierno cubano, un asesinato que permanece aún impune a pesar de las múltiples evidencias y denuncias presentadas en los foros internacionales”.
Cancio lo exalta como un “investigador acucioso, lleno de valentía y apasionado por llegar a la verdad hasta sus últimas consecuencias” y elogió su dedicación plena a “indagar, visitar testigos y descubrir todo lo que las autoridades intentaron disolver en una vergonzosa versión oficial de ‘lamentable accidente’”.
García y su familia emigraron a Estados Unidos como refugiados políticos en 1999.
En 2001, publicó su libro El hundimiento del remolcador 13 de Marzo, obra testimonial imprescindible para conocer lo que realmente aconteció en torno a la salida de la embarcación y cómo se consumó el crimen a pocos kilómetros del litoral de La Habana.
A pesar del profundo dolor y sufrimiento de García, quien entre las víctimas del asesinato masivo perdió a su hijo Joel García Suárez, de 20 años, y a su nieto Juan Mario Gutiérrez García, de solo 10, este tenaz cubano no cejó en su empeño de hacer justicia por la tragedia que sumió en el luto a muchas familias cubanas.
En enero pasado, la vida le asestó otro duro golpe: falleció su hija María Victoria García Suárez, quien había perdido a su único hijo, Juan Mario, en el horrendo ataque, cuando se desprendió de sus brazos debido a los potentes chorros de agua y el oleaje provocado por tres embarcaciones del régimen.
El hundimiento del Remolcador 13 de Marzo, que se dirigía a Estados Unidos con 68 personas a bordo, fue ordenado por el régimen de Fidel y Raúl Castro y ejecutado por embarcaciones de la Empresa Estatal de Servicios Marítimos (EESM), a solo siete millas (poco más de 11 kilómetros) de la costa habanera.
El remolcador partió del muelle Salvamento, próximo a Tallapiedra, sobre las tres de la madrugada. Al pasar por la base de la Marina de Guerra, cerca del muelle de las lanchitas de Regla y Casablanca, fue interceptado por tres Polargo, que tenían luz verde para perpetrar su macabro plan.
A fuerza de bandazos y disparos de cañones de agua, trataron de impedir la salida del remolcador. Pero este no se detuvo y logró atravesar la bahía de La Habana hasta salir mar afuera, donde sin clemencia se consumó la masacre. Solo 31 personas salieron con vida.
Treinta años después, el crimen permanece impune y los culpables continúan indemnes o han fallecido, sin responder ante la justicia por un delito de lesa humanidad.
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