Expolista Ernesto Sendón, un hombre de convicciones

“Quiero dedicar esta entrevista a los miles de compatriotas desaparecidos en las aguas del estrecho de la Florida, que intentando llegar a la libertad, perdieron sus vidas en esa peligrosa travesía”, expresó Sendón antes de contarnos su trayectoria en el polo acuático cubano.

Ernesto Sendón © Cortesía a CiberCuba
Ernesto Sendón Foto © Cortesía a CiberCuba

En una soleada y calurosa tarde de septiembre en Las Vegas me reencontré con uno de los polistas más apuestos de Cuba, el cienfueguero Ernesto Sendón, quien hoy día se desempeña como fisioterapeuta en esa ciudad del estado de Nevada. Fue una alegría compartida porque en sus tiempos de jugador yo cubrí su deporte y, aunque aún era juvenil, lo conocía muy bien.

¿Qué les parece si nos adentramos un poco en su vida, en por qué dejó el equipo y cómo llegó a EE.UU.?

Nací en Cienfuegos en 1980. Actualmente vivo en Henderson, Nevada, USA. Soy el único hijo del matrimonio de Marta Martínez y Juan Sendón; mis dos padres estuvieron vinculados a la revolución cubana, de la cual yo me desmarqué.

Tengo un hijo de 15 años cubano-alemán, que lleva mi nombre y actualmente se halla en Alemania con su madre. He vivido en cuatro países: Cuba, España, Alemania y actualmente Estados Unidos de América, donde recientemente alcancé la ciudadanía americana.

¿Siempre polo? ¿A qué edad comenzaste, primer entrenador, primera piscina…?

Antes de empezar a describir mi trayectoria deportiva en mi polo acuático, quiero dedicar esta entrevista a los miles de compatriotas desaparecidos en las aguas del estrecho de la Florida, que intentando llegar a la libertad, perdieron sus vidas en esa peligrosa travesía.

Estando en la escuela primaria “Guerrillero Heroico”, en Cienfuegos, a la edad de nueve años, el entrenador Mario Medina buscaba niños altos con familiares de talla alta. Entre ellos me encontraba yo. Mi estatura era aproximadamente 10 centímetros por encima del resto de mi aula. Llamé su atención y matriculé en la Pre-EIDE “Eduardo García Delgado”.

Así empecé en polo acuático en cuarto grado, con 10 años. El primer curso aprendí a nadar y después en quinto grado hacíamos los primeros ejercicios con el balón de polo con el propio Mario Medina. Los entrenamientos eran en la mañana en las playas cienfuegueras, entre ellas Playa Alegre.

Pasaron los años 1990 y 1991 y todavía había condiciones reales para practicar deporte de manera masiva. La botella de refresco y el famoso matahambre cubano era la merienda diaria. Estando en sexto grado y todavía en la Pre-EIDE, vienen los técnicos de la EIDE para reforzar sus conjuntos y así suman cinco muchachos dos años menores a los de la EIDE y pasamos adelantándonos una categoría por encima.

Sería muy extenso narrarte nuestras peripecias a esas edades, logré colarme junto a Lázaro Dennis Capestany (hombre poste) en las Escolares del equipo de categoría superior y logramos un tercer puesto en unas Escolares celebradas en la Vocacional Lenin de La Habana, siendo éste el único campeonato nacional en el que no quedé campeón, de mis 10 años de carrera deportiva. A partir de ahí, fueron todos primeros lugares en las Nacionales y las Selectivas hasta que me retiré en el 2000. ¡Lindos recuerdos sin dudas!

Te retiras en el 2000, pero cuéntame algo del recorrido antes de ahí.

La etapa del alto rendimiento fue muy difícil para nosotros que habíamos empezado nuestro deporte en la abundancia de los años 80. Llegué a la Escuela Nacional de Natación “Marcelo Salado” en el curso 95-96, entrenado por el difunto Chacho, con quien aprendí a valorar las cualidades de un entrenador, hombre y compañero… ¡todo a la vez! Él era uno más en el equipo y defendió los valores humanos del deportista del polo cubano hasta su muerte.

La comida en la “Marcelo Salado” era peor que la de mi casa en Cienfuegos, pero mucho peor... Esto no sucedía en las generaciones anteriores que se encontraban con una abundancia en proteínas necesarias para nuestro deporte. Ya ahí las cosas estaban malas, ¿te imaginas ahora?

En cuanto a mis logros como atleta, pioneriles, escolares, juveniles, alto rendimiento, nacional e internacionalmente, como por ejemplo en los Centroamericanos de Natación Habana 1997.

Tengo una anécdota simpática: en las Juveniles de 1997 decidí en último minuto el partido final contra Camagüey con un gol de siete metros, un tirazo espectacular, de “patico” en el marco, y resulta que yo estaba desnudo, pues me habían destrozado el bañador y no había otro de repuesto.

¡No había otra trusa! Por suerte, el agua estaba verde, muy verde en esa piscina de Cumanayagua… jajajaja. Uno se ríe ahora, pero en aquel momento no.

Tuve una magnífica etapa juvenil (1997-99). Siempre ganaba el Occidentales, dirigido por Jorge Rizo y destacando el hombre poste pinareño “El Little”, atacadores principales como Carlos Ortega y Juan Carlos Barrera y yo en la defensa.

Tristemente para mi generación, poco podemos decir de resultados internacionales. El INDER no proporcionaba dinero para los viajes y, para colmo, tenían al polo acuático infiltrado con chivatos de todas las edades.

Mi equipo inauguró la cosecha de malos resultados con un quinto lugar en un Panamericano Juvenil dirigido por el peor entrenador que tuve en mi carrera deportiva, Oscar Fernández.

A propósito de lo que adelantabas, de esos malos compañeros, “infiltrados”, de lo que viviste y te tiene tan marcado...

Ay, Julita ¿te cuento? Esta es la parte más triste de mi experiencia deportiva en el alto rendimiento. Los tiempos que corrían eran los del hundimiento económico de los 90 o Período Especial, como comúnmente se conoce. Mi generación vivió la transición del “Marcelo Salado” al Complejo de Piscinas Baraguá.

Como la situación en todo el país era de mucha necesidad, no era de extrañar que la parte humana corriera el mismo destino. Para empezar, en la transición de provincia al alto rendimiento dejaron en Cienfuegos a nuestro líder goleador en las Nacionales, Yordani Núñez, y como sorpresa teníamos en el alto rendimiento, con albergue incluido, a numerosos hijos de funcionarios del INDER y a hijos de exmilitares del oriente del país.

Este hecho destruyó a Núñez y quedó en provincia, abandonando el deporte de tanta frustración. Aquello era una cosa que me tenía molesto, porque algunos eran atletas (“Plan jaba”) de muy bajo perfil y usaban los recursos de otros que sí lo merecían.

Yo siempre he sido una persona que enfrento las injusticias y a veces lo comentaba en el grupo, a diferencia de otros de mi provincia que hasta se alegraban del mal de otros.

Por si esto fuera poco, se materializó lo que para mí fue una alta traición a un entrenador de Cienfuegos. En la segunda mitad de los 90, los cienfuegueros llegamos a ser muchos en La Habana. El técnico de Cienfuegos de los juveniles y la primera categoría era Richard Rosell, con mucha experiencia internacional e incluso sin haber sido regular en el equipo grande, Richard tenía más resultados deportivos que actuales miembros cienfuegueros del equipo grande de Cuba en ese entonces.

Entonces, en esa situación, Richard se encontró con un problema de indisciplina que solucionó de una manera, y esa manera no le gustó a uno de los cienfuegueros del equipo nacional. Se empezaron a reunir para expulsar y firmar un papel para sacar a Richard de su puesto de entrenador y le hicieron un motín. En ese momento yo estaba en la escuadra juvenil, como muchos otros, no era todavía del Nacional.

Cuando alguien me comentó lo que se estaba planeando contra Richard, yo respondí rotundamente: “Conmigo no cuenten para eso”. La situación terminó con Richard sacado de su puesto. Me pareció una inmoralidad desear apartar a un entrenador de provincia que solo se veía dos meses al año con su familia.

Uno de los grandes del polo sureño y un ser humano que como tal puede cometer errores, pero fue injusto aquello. Yo con mis 18 años no formé parte de esa maniobra y me dolió mucho todo aquello. Después supe que Richard Rosell había llegado a ser segundo entrenador del equipo grande. También me alegró mucho saber que estaba en USA y cuando llegué, lo llamé.

Me respondió fríamente, quizás me tiene como parte de aquello. Él quizás no sabe todavía que yo no estuve en esa maniobra sucia. Yo no firmé y no fui a la reunión. Pero desde estas letras le hago saber que sentí mucho todo y que yo siempre he sido un hombre de principios.

A pesar de los pesares seguiste como juvenil en la “Marcelo”…

Sí. En mi mismo primer año, 1995, fui el único de los chicos de la “Marcelo Salado” que con 15 años comenzaba a jugar regular en algunos partidos con Occidentales de la Selectiva. El director del equipo Jorge Rizo aprovechó las condiciones de Frank Almora (Pinar del Río) como utility y lo combinaba en todas las posiciones y yo a veces me colaba de regular.

Fue ahí donde me enfrenté al estelar Pedro Biart Camellar, él en el poste y yo en la defensa, y a veces salía perdiendo, pero también yo le quitaba los balones en algunas ocasiones y así empecé a experimentar un nivel más alto y a sufrir más golpes de los que había recibido.

Tabique lesionado, herida de puntos en la quijada y cornea del ojo perforada, más varias patadas en los testículos que me sacaban de circulación. Me fui adaptando y estaba dispuesto a enfrentar el reto de mi posición de defender al hombre más fuerte del equipo oponente. Entre ellos, además de Biart Camellar estaban Ernesto García, José Alberto y El Little.

Debo decir que, a pesar de mi corta edad, nunca lograron una superioridad absoluta en mi contra y había una paridad en mis acciones contra los hombres postes consagrados y eso me mantuvo motivado hasta que me retiré.

¿Por qué te vas tan joven?

Me retiré defraudado, aunque con la satisfacción de haber defendido mi difícil posición y enfrentado a jugadores de talla mundial, que lo demostraron en los venideros años en las ligas europeas. Situación difícil contra los cuatro gigantescos jugadores de Camagüey, mayores que yo, más peso y masa corporal que yo, apelaban al juego fuerte; hubo un momento en el que no tenía fuerzas para responder en el agua.

Estaba siendo golpeado frente a nuestro entrenador árbitro Oscar Fernández, pero nunca salí del agua ni lloré. Recibí bastantes golpes. Lamento que nunca tuve la oportunidad de subir de peso y ganar músculo.

Sería muy extenso narrarte todas mis peripecias, abusos diría yo. Esos muchachos, además de mayores, comían en el “restaurante” del alto rendimiento primer nivel y yo no. Todos eran desventajas. Así las cosas, decidí abandonar siendo tan joven y con tanto futuro.

¿A qué edad te fuiste de Cuba?

Ahora quiero hablar de nuestro mayor logro internacional y no fue precisamente un logro positivo: ¡¡¡Fuimos como equipo el que marcó el declive del polo acuático cubano!!! Y esto lo hicimos bajo la dirección de Oscar Fernández. Mi pesadilla empezó en 1996-1997 en la preparación para el Mundial Juvenil que se celebraría en Cuba en ese verano.

Pero antes ocurrió algo que me llevó a esta situación y fue muy grave, causado por los deseos del INDER de “filtrar” al máximo a los atletas jóvenes para evitar así las deserciones en el extranjero. Al yo llegar en 1995 a La Habana, un año y medio atrás, en 93-94, había ocurrido algo único en el deporte cubano y lo había protagonizado mi deporte, el polo acuático, y fue la deserción del 70% de la selección nacional que se había quedado en la Copa Álamo de California, Estados Unidos.

Era la mayor fuga de un equipo deportivo cubano de todos los tiempos y mi generación llegaba en 1995, para recibir el plan del INDER de detener deserciones sobre la base de crear chivatos en los equipos cubanos de polo. En mi mismo primer año (1995) en la “Marcelo” yo tenía 15 años. Teníamos frecuentemente la visita del chivato más conocido de mi generación: Juan Carlos Barrera, alias “Pitinga”. Frecuentaba las canchas de la “Marcelo”, pues vivía cerca. Yo me ponía muchas veces a mirar sus juegos de cancha y él conversaba conmigo y hubo un momento que me empieza a decir que el polo era una m… y que todo estaba acabado, que la única solución era quedarse en el primer viaje, pues ya no había futuro. Yo, que era un adolescente todavía de 15 años, le respondí positivo a su propuesta. En ese preciso momento su pareja de juego de cancha era un entrenador de natación de la “Marcelo” que se me acercó y me dijo. “Para de hablar con este, que es el HP más grande del polo cubano”.

Yo no entendí muy bien todo y, al pasar el tiempo, a mí se me ocurre hacer una broma con el fish stick de la comida, e inmediatamente vino Julián del Campo, que estaba de coordinador nacional, y me dijo que no podía hacer más esa broma si quería durar en el polo.

¿Te imaginas el grado de represión, de absurdo acoso, de humillación al ser humano?

Ese hecho me dejó preocupado y al tiempo me vuelvo a encontrar con Barrera; ya yo tenía 16 y otra vez me trata de penetrar diciéndome que Pedro Biart ya estaba jugando en España y que estaba ganando $5,000 al mes. Yo sabía que él era una rata y solo dije: “Me alegro por él”.

Era el año del Mundial Juvenil 1997 en La Habana y Alemeneiro, comisionando nacional, había traído al verdugo de Oscar Fernández para comandar el equipo Juvenil. Oscar empezó a apartarme y a cuestionar por qué yo estaba ahí. Yo no entendía, cuando yo había sido traído por El Baba desde la “Marcelo” porque me lo había ganado en el campo de juego en las selectivas con Occidentales.

El resultado fue dejarme fuera del viaje del entrenamiento de altura en México. Después de aquello ya nunca fui el mismo. Nunca más tuve los deseos de entrenar fuerte, pero tuve la ayuda de Jorge Rizo que me seguía poniendo de regular en las selectivas, y ahí me destacaba al máximo y me mantenía animado.

Mis momentos alegres solamente eran en el equipo Occidentales, en el cual me fui invicto como equipo campeón consecutivo. Las acciones negativas de Fernández para el polo cubano fueron numerosas; entre ellas, la inclusión de Morejón (Villa Clara) como regular en el Mundial Juvenil, un jugador que no podía sostener la pelota por sus manos pequeñas. También sumar como regular a Andy, exnadador (Cienfuegos) y otro jugador que no tenía una habilidad de balón adecuada para ese nivel.

Llevó un solo portero al Panamericano Juvenil y eso le costó la primera derrota en la historia de un equipo cubano ante Puerto Rico, al quedar el único portero de nuestro equipo fuera del juego por frustración.

Tomaba tiempo de entrenamiento para hablar de política y culpar a Estados Unidos de todo y glorificar su difunta revolución cubana. Un fracaso total que destruyó de un zarpazo a una generación de polistas. Este verdugo, Oscar Fernández, eliminó o perturbó al máximo el desarrollo de muchos buenos jugadores como Omar, Capestany, Maikel, Argüelles… por solo nombrarte a algunos.

Desestimó a jugadores que ya estaban en la “Marcelo, como Esbiel, Erick (un zurdo de Villa Clara) y otros dos de La Habana de los que no recuerdo sus nombres.

A cambio, trajo jugadores de provincia que también terminó rechazando en medio del año de preparación para el Panamericano. Y como último, me eliminó a mí, me destruyó como jugador. Cuando terminé mi carrera en la categoría juvenil logré colarme como invitado en el equipo grande. Pero la realidad era que ya de mí quedaba un cadáver, psicológicamente hablando. A mis 19 años no veía futuro en mí. Después de tantos golpes y sufrimientos a causa de un entrenador que estaba destruyendo a tantos atletas. ¡Imagínate retirarte a los 19 años!

Me dejas atónita con esas anécdotas. Realmente eso no era del dominio de nosotros, los periodistas; al menos, no a mi alcance.

Ay, Julita, te cuento por arribita en qué se había convertido el polo acuático. De hecho, después que me fui, estuvieron sin viajar cuatro años. Las condiciones de vida… ¿para qué...?

Mira, en mi provincia, yo ponía la cabeza en la almohada y empezaba a imaginar mi vida al llegar a una escuela nacional. Mis ilusiones eran de un cuarto con dos camas para compartir con un compañero. La comida abundante y ropa deportiva con las cuatro letras de CUBA… ¡¡¡NADA de eso sucedió!!!

Los cuartos en la “Marcelo” eran de tres literas. Un baño con taza para descargar a cubo y la ducha un tubo pelado y oxidado. El espejo era un trozo de espejo viejo del tamaño de la mano que lo compartimos todos. La ropa deportiva era inexistente y la comida era la misma de cualquier pre en el campo, nada de lo que lleva un deportista de alto rendimiento.

No teníamos transporte para ir a la provincia y si decidíamos ir, era por nuestra cuenta y pidiendo “botella” (un aventón), para llegar a 300 kilómetros de distancia y a que nuestros padres nos sirvieran un plato de comida decente y lavaran nuestra ropa.

¿Se suponía que al subir de categoría iba a mejorar aquello…? Pues no. Llegamos al complejo de piscinas “Baraguá” a vivir como animales en un cuarto donde había 20 seres humanos respirando y aguantándonos todos a la fuerza.

A la puerta del cuarto se le caían las partes de aluminio y había que arreglarla entre nosotros y teníamos un aire acondicionado para un cuarto gigantesco. Se suponía que debíamos prepararnos bien para el Mundial Juvenil 1997 y así era el trato.

Al siguiente año remodelaron el CEAR y mejoramos un poco el dormitorio, entonces éramos ocho en un cuarto; la comida había empeorado aún más. Siendo la dieta la misma que una escuela al campo, pero con un añadido. El agua con azúcar prieta sin refinar a granel y por ende… llena de giardias (parásitos). Los cocineros en esa escuela desarrollaron una estrategia que era traída de otro planeta… Yo veía que la leche en el desayuno era caliente a temperaturas que derretían un vaso plástico. Entonces había que traer de provincia un vaso de aluminio. Una mañana me dispongo a desayunar y veo que los cocineros rotaban la leche con dos tanques de aluminio y mantenían uno en calentamiento y otro sirviendo en espera de volver a recalentarlo.

Aquello me dejó boquiabierto y en ese momento supe por qué la leche se servía tan caliente y nadie la quería. Entonces sobraba, y así ellos se la robaban. Pero ahora viene la parte de la merienda y esta pasaba a ser agua de azúcar y pan viejo, solo o rellenado de azúcar, pero no era servido ni preparado por los cocineros.

Oscar Fernández nos organizaba en grupos y de manera rotativa nos mandaba a hacer el agua de azúcar a nosotros mismos y repartirla, a lo cual yo me opuse por ser una falta de respeto a nosotros como atletas nacionales de alto rendimiento. A esa tarea impropia de Oscar hay que añadir la chapea de los alrededores de la piscina, darle espátula a la piscina vacía y ayudar a reparar y pintar la piscina. En otras palabras, trabajo “voluntario” que en realidad era para medirte y hacer su dream team de obreros campeones llenos de giardias y hambre… jajaja.

Hubo un momento en que nos enteramos de que a los pesos pesados de los deportes de combate se les estaba dando doble ración de comida (entre ellos estaba el actual campeón olímpico de lucha greco Mijaín López). Que Ives, nuestro capitán, le hablara a Oscar sobre el asunto, era perder el tiempo, por lo que yo me decidí a pedirle el derecho nuestro de tener doble ración al ser nuestro deporte de muy alta intensidad.

La respuesta de Oscar fue un ademán de desprecio y rotar su cabeza e ignorarme. Lo único que se podía esperar de semejante ser eran las lecturas del Juventud Rebelde -periódico comunista- y los relatos de su niñez sin juguetes. Decía que él había salido de cargar sacos de azúcar del muelle para lograr ser entrenador gracias a la revolución y, además, la mala comida era culpa del bloqueo imperialista… ¡¡No les importábamos para nada!!

Hablaba de los cienfuegueros con desprecio y lo hacía en nuestras caras (éramos ocho de Cienfuegos ahí).

Preparándonos para el Panamericano Juvenil de 1998 -¡¡¡ahora viene la parte del entrenamiento y esto era el colmo de lo absurdo!!!-, Oscar era el árbitro en nuestros juegos de entrenamiento en contra del equipo menor o de mayores y para sorpresa nuestra, el permitía juego sucio en contra de su propio equipo que estaba preparando y dejaba seguir la jugada. Capestany y yo estábamos atónicos y Omar estaba que a veces lloraba. ¡No sabíamos qué hacer frente a semejante asno…!

Era una situación de desespero, faltando dos meses para el Panamericano nos cambió las posiciones a todos y me sacó a mí, a Omar y a Noquis para el equipo menor y nos dijo que ya no estábamos en la preselección. Nos mirábamos el uno al otro y no hallábamos una solución. Después nos llamó de vuelta, faltando un mes para el Panamericano, y nos tenía otra sorpresa desagradable.

Él había hablado para que 30 días antes de la competencia solo ocho jugadores podían entrar al comedor olímpico (donde comían los de élite de otros deportes), cuando nuestra preselección era de 15 atletas. A los ocho que fueron agraciados no nos quedó otra opción que mendigarles que nos sacaran un bistec, una croqueta o lo que fuera… Resumiendo… Yo había quedado fuera de mi preselección, yo no estaba en esos ocho, pero aun así, en el juego contra Argentina le regalé a mi país tres goles y Omar otros tres, siendo ambos los mejores jugadores del choque.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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