El programa Mesa Redonda de la televisión cubana convocó el pasado 4 de septiembre a tres burócratas del Ministerio de la Agricultura para anunciar las ¿buenas? nuevas de la reglamentación de entrega de tierras estatales “ociosas” en usufructo a productores privados hasta por 40 años.
El tardocastrismo hace gala de un peculiar diccionario que evita usar los términos reales del Español para no lastimar la memoria de Fidel Castro, declarado enemigo de la riqueza y de la propiedad privada. Y en ese camino de retruécanos y palabras sinsentido confirma –sin proponérselo- el desastre económico que se ha hecho crónico en la isla y que amarga la vida cotidiana de las personas.
Tremendo que a estas alturas de la película, haya tierras improductivas en un país donde desayunar, almorzar y comer sigue siendo complicado para la mayoría de la población y donde la industria turística debe importar alimentos y el Estado realiza cada año un desembolso notable para comprar leche y pollo en el mercado internacional.
Tremendo que a estas alturas de la película, haya tierras improductivas en un país donde desayunar, almorzar y comer sigue siendo complicado para la mayoría de la población
Raúl Castro llegó a decir que había que girarse para la tierra y aquellas palabras hicieron creer a muchos que, por fin, el entonces General Presidente había decretado el fin del marabú y que sentaba las bases para el resurgimiento de una agricultura moderna y eficaz.
Pero como suele ocurrir, del dicho al hecho va un buen trecho. Y las novedades de la nueva reglamentación estatal promueven el minifundio, al limitar a dos hectáreas la cantidad máxima posible a explotar por un usufructuario, que se beneficiará de mejores precios en semillas e insumos, siempre que se adhiera a una cooperativa o entidad estatal y dispondrá de hasta un 3% del suelo para construir naves y vivienda, es decir, que las dos hectáreas no serían totalmente productivas.
Las novedades de la nueva reglamentación estatal promueven el minifundio, al limitar a dos hectáreas la cantidad máxima posible a explotar por un usufructuario
La agricultura moderna se basa en dos pilares: intensivo uso de la ciencia y la técnica, incluidos regadíos y la vuelta a métodos naturales y sostenibles de explotación y subvenciones estatales que garanticen la viabilidad de las granjas ante malas cosechas, fenómenos naturales, etcétera.
Difícilmente podría un agricultor con dos hectáreas desarrollar una agricultura eficaz, si el primero que poda en origen su productividad es el propio Estado que ha sido incapaz de generar riqueza y que sigue temeroso de la expansión de la prosperidad.
Difícilmente podría un agricultor con dos hectáreas desarrollar una agricultura eficaz, si el primero que poda en origen su productividad es el propio Estado
La Mesa Redonda del 4 de septiembre mostró un reportaje en el que un agricultor explicó que el orgullo de un campesino se basa en producir mucho y con calidad; pero la legislación corregida sigue poniendo el acento en pequeños agricultores que nunca serían dueños de la tierra que trabajan, que reciben en barbecho de marabú abundante y con limitaciones legales y técnicas que conspiran contra la viabilidad de su proyecto.
La legislación corregida sigue poniendo el acento en pequeños agricultores que nunca serían dueños de la tierra que trabajan, que reciben en barbecho de marabú abundante y con limitaciones legales y técnicas que conspiran contra la viabilidad de su proyecto
En dos hectáreas, según los estándares internacionales homologados, podrían tenerse dos vacas, y cualquier profano conoce las complicaciones de conseguir altas producciones lecheras en zonas tropicales y subtropicales, a partir de la calidad de los pastos y la necesaria importación de piensos específicos, que son caros.
Mientras el miedo y la desconfianza sigan anidando en el Palacio de la Revolución, será complicado conseguir que los cubanos puedan tomarse aquel vaso de leche que anunció Raúl Castro en 2007 y que lo perseguirá, cual maldición de hemeroteca, hasta el fin de sus días.
Mientras el miedo y la desconfianza sigan anidando en el Palacio de la Revolución, será complicado conseguir que los cubanos puedan tomarse aquel vaso de leche que anunció Raúl Castro en 2007
Uno de los burócratas informó que explicó que, en la última década, se han entregado 2.1 millones de hectáreas y se han extinguido unas 700 000, es decir, que habría ahora mismo 1.400.000 hectáreas en usufructo; aunque no explicó las causas principales de la extinción de esos contratos.
Otro burócrata aclaró que, en el caso, de que la tierra entregada tenga naves y vivienda, el usufructuario deberá pagarlas para lo que se facilitarían créditos bancarios; sin precisar qué criterios de valoración aplicaría el estado a la hora de fijar los precios de los inmuebles contenidos en las fincas.
Un disparo en la línea de flotación de cualquier empresa que comience su andadura, sobre todo, cuando esas instalaciones, ya están construidas y pagadas y serían parte de un usufructo, nunca en propiedad.
La economía cubana está abocada a una cura de caballos, donde habrá que tomar medidas dolorosas y más impopulares aún que los atropellos que causa la doble moneda, por ejemplo; pero el miedo es mal consejero a la hora de afrontar decisiones que comprometen el destino de once millones de personas.
La productividad agropecuaria es vital para Cuba y la obligación del Estado, tras fracasar en sus afanes colectivistas e improductivos, es respaldar sin fisuras a los valientes que se arriesgan a crear riqueza en medio de la nada y no hay mejor respaldo que propiciar un ambiente legal y social a favor de la riqueza y en contra de la pobreza.
La obligación del Estado es respaldar sin fisuras a los valientes que se arriesgan a crear riqueza en medio de la nada
Si los usufructuarios se hicieran muy ricos, el Estado tiene a su alcance impuestos y tasas para redistribuir parte de esa riqueza; pero condenando de antemano a los productores de riqueza, solo conseguirá más pobreza y trucos de toda índole para burlar una legislación pacata, en la que el miedo político pesa más que la obligación de servicio ciudadano a la que está obligado un gobierno, por muy cobarde que sea.
A los agricultores de toda la vida y a los nuevos usufructuarios no hay que exigirles que sean revolucionarios, solo que produzcan con calidad y eficacia, que es la mejor receta para bajar los precios de los alimentos a los empobrecidos cubanos; lo otro es lo que viene ocurriendo desde la primera ley de Reforma Agraria, que sentó las bases para la destrucción del campo cubano, donde la revolución hizo una obra social notable, pero con dinero soviético.
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