Cuando Díaz-Canel se pone en modo jodedor resulta invencible

El tardocastrismo navega mejor en las aguas poco democráticas de ONU; que ante la galerna que supondría la eliminación de chanchullos y componendas bilaterales y de bloques para protegerse mutuamente, como viene ocurriendo desde hace años en la institución y que tantos éxitos políticos ha granjeado a La Habana.


Este artículo es de hace 4 años

El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez está cada día más jodedor, pese a que ha ido involucionando desde aquel socialismo próspero y sostenible, pasando por el limón como base material de estudios, Aquí no se rinde nadie, y hasta llegar a la reciente maldad de recomendar al mundo lo que no hace en Cuba: Democratizar Naciones Unidas.

Toda democratización de instituciones y su modo de gobernanza son deseables, pero hay que ser muy inmaduro políticamente para -con la crisis de legitimidad que sufre el Gobierno cubano- ponerse a mentar la soga en casa del ahorcado, como acaba de hacer Díaz-Canel, en otro exceso verbal; preocupante en vísperas de la pretensión de Cuba de ser reelecta como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, por tercera vez.


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Varias voces han alertado de la incongruencia que implica poner a un zorro a cuidar un gallinero; pero el Gobierno cubano tiene probabilidades de volverse a sentar en una de las sillas nobles de uno de los principales vigías humanitarios del planeta porque son asientos de alquiler y nada enternece más al Tercer Mundo que votar por David Caribe para meterle un dedo en el ojo a Trump, que fue electo democráticamente y no designado como Díaz-Canel.

Michele Bachellet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, no se siente cómoda con la reelección de Cuba en el consejo, una sensación compartida -con matices- por la Unión Europea, pero al final la aritmética manda y La Habana lleva tiempo trabajándose los votos que necesita para seguir saboteando en Ginebra cualquier iniciativa contraria a sus intereses y los de sus aliados estratégicos y tácticos.

Por tanto, la exigencia del presidente cubano de democratizar la ONU cayó como un jarro de limonada fría en Ginebra, Bruselas, Estrasburgo, Nueva York y la Casa Blanca, que reaccionó con agilidad a la ocurrencia habanera de gritar ¡pobrecito el cocodrilo!, como aquella rana pícara que -sintiéndose en peligro- se apiadó del caimán, que también vive en el agua y tiene la boca grande.

El tardocastrismo navega mejor en las aguas poco democráticas de ONU, que ante la galerna que supondría la eliminación de chanchullos y componendas bilaterales y de bloques para protegerse mutuamente, como viene ocurriendo desde hace años en la institución y que tantos éxitos políticos ha granjeado a La Habana.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba posee uno de los mejores equipos del mundo, con expertos en organismos multilaterales, que se conocen al dedillo todas las rendijas del reglamento de ONU y otros organismos internacionales y se guían por la máxima pragmática del fallecido Comandante en Jefe: Pactar con el Diablo si hace falta para salir ilesos ante cuestionamientos sobre Derechos Humanos y otras calumnias imperialistas.

Solo un jodedor de la talla del presidente Díaz-Canel puede sobrevivir políticamente empinándose desde la prosperidad sostenible, sintiendo los corrientazos de septiembre de 2019, cuando compareció en la Mesa Redonda para anunciar que se acabó lo que se daba, disfrazándose de exprimidor de limones hasta conseguir que esta semana, en La Habana, se paguen unos 13 pesos por limón y, hace unas horas descubrir que la ONU es antidemocrática.

¡Dame la lista! y esta noche están sueltos, clamaba un descompuesto Raúl Castro Ruz ante Barack Obama, cuando en la conferencia de prensa conjunta en La Habana (2016), un periodista le preguntó sobre los presos políticos en Cuba, que ahora mismo son 125; según cifras del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) y otros 12 reos de conciencia cubanos están recluidos en sus casas, bajo la figura de Licencia Extrapenal.

Don Miguel lo ha tenido complicado porque le tocó la rifa del guanajo, aunque quizá no fue consciente de lo que se le venía encima, cuando su antecesor dijo aquello de que era el único sobreviviente de la política de cuadros del Partido Comunista de Cuba, que ha producido más corruptos, adictos a las mieles de esa rara colmena que es el poder castrista y reblandecidos ideológicamente, que el desmerengamiento del bloque soviético.

Solo la decadencia del tardocastrismo, que ya nombra mal casi todo, pudiera explicar la pasión jodedora del presidente Díaz-Canel, recomendando al mundo, lo que no practica en casa; sobre todo, cuando el experimentado Ricardo Cabrisas anda por Moscú, con bufanda y mascarilla, pidiendo otro Pío Tai para seguir tomando chocolate sin pagar lo que se debe porque allá, tu me ves allá, no se rinde nadie. ¡Ay, Malembe...!

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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