Prepotencia, amenazas, cárcel y un juicio pendiente son los ingredientes del relato del doctor Manuel Guerra Guerrero en Las mañanas de CiberCuba este lunes, tras ser liberado.
Un viaje que nunca llegó a su fin y oficiales prepotentes a medio camino marcaron el inicio del calvario de este fin de semana para quien solo salva vidas.
“Les digo que me estaba obstruyendo el paso a un municipio en el que yo trabajo todos los días”, contó el doctor. Sin embargo, lo peor comenzó “cuando vieron que estaba documentando lo sucedido y se tornó bastante hostil la situación en ese momento”. Guerra dijo que el oficial le llamó “contrarrevolucionario” solo porque estaba grabando.
Piensa que la multa que le impusieron -y que él se negó a aceptar- fue por grabar con su teléfono, pues no le dieron explicación, dijo. Otra cuestión que señaló el doctor a CiberCuba es la manera irrespetuosa en que fue tratado en el Punto de Control por parte de los agentes del orden. “Me tuteaban, me decían ‘oye, oye’”, a lo que Manuel requirió con un reclamo de respeto.
El doctor Guerra explicó que su esposa, Maylén Álvarez Ramírez, quien viajaba con él en la motocicleta, tuvo que regresarse a pie, pues no sabe conducir. “En la patrulla canté el Himno de Bayamo, canté Patria y Vida; fue una forma de liberar tensiones, y ahí tuvimos un pequeño debate”, relató el promotor de la Marcha Cívica del 15N y uno de los coordinadores de la plataforma ciudadana Archipiélago.
Según el profesional de la salud, la acusación de desacato no está relacionada con lo sucedido en el Punto de Control, lugar de la detención, sino por una frase del galeno en el carro patrullero mientras era conducido a la estación policial.
Guerra pidió que le aflojaran las esposas y el policía las ajustó aún más, dejándole marcas y escoriaciones en las muñecas, que mostró durante el programa. Fue entonces cuando el joven le dijo que estaban “trabajando al nivel de un hampón, así trabajaban muchos de los esbirros batistianos”.
Más adelante, el médico detalló el intercambio con el oficial. Este le preguntó si había participado en la manifestación del 11 de julio. “Sí, fui al 11 de julio de forma cívica y pacífica porque estoy en contra de la violencia…y estaré el día 15 de noviembre también”, le respondió el doctor, y agregó que lo que anhela “es la liberación de nuestra patria, democracia, que se respetan los derechos humanos, que liberen a los prisioneros de conciencia y que se logren solucionar nuestras diferencias por vía democrática y pacífica”.
“Por ese encuentro de palabras me acusan de desacato que es una condena de tres meses a un año de privación de libertad”, precisó en el programa. Sin embargo, minutos antes, el sanitario había sido amenazado por un oficial que vestía el uniforme verdeolivo de la Unidad de Prevención del Ministerio del Interior que le dijo: “Cállate ya, que te voy a explotar la boca”. No obstante, la amenaza no fue tomada en cuenta por el policía, quien le aseguró a Guerra que “eso es un problema entre tú y él”.
“¿Esta es la Policía Nacional Revolucionaria?”, se pregunta el doctor.
Guerra contó que al llegar a la unidad de policía ubicada en calle Narciso López esquina a Martí pidió una llamada que, por ley le corresponde, sin embargo, ante las evasivas de la autoridad, logró enviar mensajes desde su teléfono antes de que se lo incautaran.
Más tarde llegaron su madre y su esposa muy afectadas por la situación, refirió. La madre, quien es doctora en estomatología, pidió a los oficiales, en vano, por la liberación de su hijo, según había contado este domingo.
De la unidad policial fue trasladado a “Todo el mundo canta”, como se le conoce a Instrucción Penal en Holguín, ubicada en las afueras de la ciudad. Allí dijo sentirse intimidado, “podía pasarme cualquier cosa”, aseguró, cuando las palabras de bienvenida por parte de un oficial fueron “lo vas a pasar mal aquí, se te van a hacer largos los días, vas a comer candela”.
En ese momento, el médico se declaró en huelga de hambre “hasta que se haga justicia”, expresó. Lo pusieron con otros tres reos en una celda de 3 por 4 metros, “con un olor desagradable, sin agua… caluroso, con una luz perenne que solo emana calor”, agregó.
“Me hicieron desnudarme, agacharme… que me quitara una venda de compresión… querían romperme el pantalón”, detalló. “Me dijeron que ya yo no era Manuel Alberto, que ahora era el número 230”, recordó el galeno, a lo que sumó el trato y las condiciones degradantes del lugar, a excepción de la actitud de un oficial de alto rango y una instructora de la seguridad del estado.
En la prisión le informaron que, en efecto, se le acusaba de desacato, con lo que el doctor no estuvo de acuerdo y negó haber faltado el respeto a la autoridad.
“No puede ser que un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria denigre las cualidades humanas de un coterráneo, mas cuando no se está ejerciendo ningún tipo de violencia y por lo que se aboga es por civismo, por paz”, subrayó.
Al liberarlo de prisión, le fue impuesta una medida cautelar con limitación de movimiento, solo para trasladarse a su trabajo, y en espera de juicio.
Desde que se supo la noticia de su arresto, una fuerte campaña por su liberación se hizo sentir en las redes sociales por parte de sus colegas y amigos y fue replicada en la prensa, llegando hasta medios de gran impacto mundial como The Wall Street Journal.
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