Para los cubanos ser “de a pie” es lo mismo que ser “de verdad”. En esa frase se incluyen aquellos que son “de la calle”, no porque sean delincuentes o vagabundos, sino porque les toca “bailar con la más fea”, es decir, vivir las más crudas realidades de la isla, sin gozar de ningún privilegio.
En palabras de Ricardo, contador de una pequeña empresa estatal, “los cubanos de a pie somos los que sufrimos las peores consecuencias de los errores que cometen los ‘de arriba’, los acomodados y acaudalados.
Somos los asalariados, los que nos recondenamos y nos quejamos sin que a nadie le importe. Hablando vulgarmente, somos lo que nos comemos un ‘cable sin forro’.
“Somos los más necesitados, los que nos infartamos con el transporte público, los que nos matamos trabajando sin obtener un real beneficio a cambio, los que no robamos ni acaparamos, los que nos alimentamos pésimamente, los que no somos jefes ni ‘hijitos de papá’”, explica el habanero de 43 años.
A tenor con el mecánico Ricardo, de 71 años, “me considero un ciudadano de a pie porque vivo de un retiro miserable y no puedo llegar a fin de mes sin ajustarme el cinturón y vivir sin un montón de productos de primera necesidad. No compro ‘por la izquierda’ y doy mi opinión cada vez que alguien me la pide, sin embargo, paso hambre y ni un vaso de leche puedo tomarme diariamente. No tengo carro, sino una guagua que debo perseguir. No tengo aire acondicionado, sino ventilador.
“No soporto a los burócratas y corruptos porque actúo con honradez, honestidad y respeto y sé que mientras algo en este sistema no cambie no mejorará mi situación, pues siempre habrá un oportunista, un hipócrita o un ladrón que hable en nombre del pueblo y que se enriquezca mientras los que estamos a su alrededor no hacemos más que luchar por sobrevivir”, resalta el anciano con tristeza.
De acuerdo con lo que expresa un usuario de Cubadebate, es un graduado universitario que estudió “lo que le gustaba y al graduarse no corrió con la misma suerte y trabaja en una entidad presupuestada con un salario por debajo de la media del país. Que no quiso irse… creyendo en un futuro mejor, primero en el 2000, después en el 2020 y ahora en el 2030.
“Que no deja de coger los mandados de la libreta, y que hace malabares para el resto del mes, que no falta al trabajo para comprar las papas y por eso las pierde... Que madruga para coger la segunda salida del P (así se le denomina a la línea principal de ómnibus en la capital), que se moja en una parada de guagua cuando llueve por no tener un techo la parada ni paraguas que poder comprar (...)
“Que no viaja a un hotel en Varadero, ni puede comprar por fuera una reservación para un campismo. Que espera respuesta a cartas enviadas a la Vivienda, por no poder tener recursos para reparar su casa, que vive esperando la solución de todo y que jamás llega la de nada… El cubano de a pie, que hay muchos, no puede pagar los cinco pesos del rutero, no puede comprar la malanga a diez pesos para un enfermo, ni tan siquiera comprar algún helado”, afirma el forista.
Desde la óptica de la arrendataria privada Omara, de 35 años, “el cubano de a pie es el que más estrés acumula porque pasa trabajo con todo y por todo. Es el que más colas hace y a la vez el que menos compra o ‘resuelve’. Es al que más le urge buscar soluciones para que la vida fluya sin tantas trabas, pero sigue estancado.
"Es sencillamente, un resignado, y ese es su principal equivocación. No debería darse por vencido nunca en el reclamo de una vida digna porque merece existir como un ser humano, no como un animal”.
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