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Con la isla sumergida en un calor intenso, al cubano no solo le hacen sudar las altas temperaturas, sino las largas esperas para transportarse de un lugar a otro, que se han hecho más grandes desde que comenzó el verano.
En palabras de Lisbet, quien va a trabajar diariamente a un hospital que queda a diez minutos de su casa en Altahabana, “a mí me duele muchísimo pagar 25 pesos por un tramito que antes me costaba diez, pero no puedo coger al chofer por el cuello. Desgraciadamente, los boteros están actuando en el marco de la ley y es el gobierno el único responsable de que ahora la mayoría de los almendrones haya dejado de circular o lo haga como taxis libres, que pueden cobrar lo que sea por pasaje.
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“Contra la voluntad de mucha gente se hizo el experimento, hicieron que los boteros pagaran los platos rotos y ahora coger un carro es prácticamente imposible. Los pocos que están boteando aún se llenan enseguida y te cobran 1CUC lo mismo por dos cuadras que por 20 kilómetros. Así pasa lo mismo en Playa que en Marianao, Boyeros o Diez de Octubre. En Cuba si no llegamos, nos pasamos. ¿A quién hay que sancionar, al que lo hace o al que lo autorizó para hacerlo?
“Existe una estrategia contra la evasión de impuestos y el desvío de combustible estatal que los boteros compran por la izquierda, pero las medidas han disparado los precios. Muchos de los boteros escogieron la modalidad de taxi libre, pero en realidad siguen haciendo el mismo trabajo de antes en las mismas zonas lo que a mayor precio, es decir, han legalizado el robo al cliente”, alega la enfermera de 29 años.
Desde la óptica del profesor universitario Augusto, “el gasto que se está haciendo en taxis de cinco pasajeros y microbuses de 13 para La Habana es una aspirina para una enfermedad mortal. El precio del pasaje debe ser proporcional a la distancia que el pasajero utiliza o al tiempo que el pasajero va a permanecer en el medio de transporte.
“El transporte debe ser una sociedad anónima. Sólo así el Estado descentralizará esos gastos y poco a poco se verán los crecimientos en cantidad de servicios y en calidad. Una solución para La Habana sería que pusieran trenes y eso sí permitiría que cientos de personas se desplazaran y lo hicieran más rápido.
“Últimamente de lo único que hablan es de los nuevos trenes chinos, cuando deberían estar mirando un poquito más hacia las guaguas, que desde que empezó el mes de julio están desaparecidas. Los llamados P (que siguen las rutas principales) pasan cada 40 minutos. Es una vergüenza que en pleno período vacacional y con el calor que hay uno tenga que pasar horas esperando en qué irse”, explica el profesional de 43 años.
Vale recordar que desde el 2016 en La Habana se desarrolla un reordenamiento en el sector del transporte y que al cierre de 2018 la ciudad contaba con unos 700 carros en explotación, distribuidos en 126 rutas. Sin embargo, esa cifra está muy por debajo de lo que necesita realmente la capital.
Según datos oficiales del Ministerio de Transporte, al cierre de la primera mitad de 2018 solo tres de esos itinerarios (todos pertenecientes a rutas alimentadoras) pasaba con una frecuencia de 10 minutos y 16 lo hacían cada 90 minutos.
Asimismo, asegura la dependiente comercial Ana Miriam, de 48 años, que “la única vez que La Habana dispuso de un parque de ómnibus que satisfacía correctamente la demanda de transportación tenía unos cinco mil ómnibus. Por aquí pasaron ya guaguas Leylan, Ikarus, Skoda, Pegaso, Hinos, Girón, etc., y han desaparecido sin dejar huellas. En La Habana hoy viven más de dos millones de personas por lo que a solución es tener metro, tranvía, ómnibus, microbús y taxis.
“Los estudiantes y los trabajadores estatales y no estatales podrían disponer de un sencillo sistema de prepago del pasaje en sus lugares de trabajo y estudio, con la bonificación que fijen las empresas. Se recaudaría mejor y se desviaría menos dinero. Así lo hacen muchos países del mundo”, acota.
A tenor con lo que considera Julio, un taxista de 52 años que se dedica a hacer viajes de La Habana a Varadero, “no había que desaparecer casi totalmente a los boteros por la fuerza. El Estado solo tenía (tiene) que brindar un buen servicio con precios competitivos para que el privado estuviera obligado a pagar por debajo de esas tarifas. Como están las cosas ahora, solo el que no sale de su casa no sabe la pesadilla que es el transporte en la capital y peor en el resto del país.
“Era el particular quien mantenía a esta ciudad en movimiento y el Estado con sus inventos e intentos de controlarlo solo ha terminado perjudicando al pueblo. El particular siempre ha cobrado más porque tiene que garantizarse él mismo todas sus necesidades: piezas de repuestos, gomas, lubricantes, acumuladores, combustible. Vale un millón de pesos mantener aquí un auto funcionando a no ser que lo haga el Estado.
“Lo que deben es pensar mejor las leyes y no seguir experimentando como si fuéramos ratas de laboratorio. El transporte privado siempre ha sido para el que lo pueda pagar. Los que viven de su salario solo pueden montar guaguas de 40 centavos o ruteros de cinco pesos porque para eso les paga el Estado una miseria. Sin embargo, los que mandan solo saben justificarlo todo y echarle la culpa al botero”, destaca el propietario de un auto moderno.
Por otro lado, indica un usuario de Cubadebate que “el botero no obliga al que le trabaja al Estado a que se robe las piezas para vendérselas, ni que se robe el combustible, ni que se robe todo lo que se roban en este país los trabajadores para poder darle de comer a sus hijos porque lo que cobran se acaba en el primer fin de semana en el agro”.
De acuerdo con la farmacéutica Mariam, que pertenece a una farmacia de Marianao, “para finales de 2019 deben entrar nuevos ómnibus y ya lo hicieron otros hace unos meses, pero seguimos sin darle una solución integral al problema. Hace dos años entraron también ómnibus y no hemos salido de la crisis. Traen microbuses, ómnibus, coches de ferrocarril, pero son los almendrones los únicos que han resuelto un gran problema. Con el tiempo todo se rompe y los almendrones siguen ahí.
“La Habana ha sido sostenida por el servicio particular sencillamente porque el Estado no ha podido solventarlo y debería desprenderse de eso y dejar que empresas extranjeras asuman. En la capital todo está cada vez más malo, pero lo más fácil es culpar al bloqueo de Estados Unidos y limpiarse las manos.
“Para donde quiera que uno se mueve apenas se ven guagüitas rusas, carros amarillos o boteros, cada día más caros. ¿Y qué pasa? Nada, total impunidad. Y no hay ni a quien denunciar porque la situación la ha provocado el Estado con sus medidas de ‘reordenamiento’ que lo que han hecho es armar un gran relajo”, afirma.
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