La noticia de que la cadena de tiendas Caribe habilitó un número único para la recepción de quejas y reclamaciones sobre sus servicios, ofertas y productos, ha sido recibida con desconfianza por la población de la isla.
Si bien la empresa ha dicho que pretende “alcanzar un mejor acercamiento y comunicación con los clientes, mediante la atención personalizada”, los usuarios insisten en que “hace rato las autoridades conocen sobradamente las irregularidades que se permiten en la red minorista y no cambian nada”.
De acuerdo con la elaboradora de alimentos Teresa, de 43 años, “no pueden ser juez y parte. ¿De qué sirve ese número si las respuestas justifican lo mal hecho o aseguran que ‘se encargarán del problema’, pero no mueven un dedo para convencer a nadie? ¿De qué vale que exista ya una ley que deba ‘cuidar’ nuestros intereses si el sistema de atención al consumidor en Cuba es una burla y eso hace que los clientes estemos desprotegidos?
“En 3ra y 70, por ejemplo, que es uno de los principales mercados de La Habana, uno tiene que aguantar el mal olor y la suciedad, la demora y el mal trato de los dependientes. Me he quejado allí personalmente en innumerables ocasiones y lo único que han hecho es trasmitirme la explicación que da el gerente del lugar y punto”, indica la propietaria de una cafetería de Playa.
El nuevo número (800 40294) de la cadena Caribe se encuentra disponible a través de un centro donde se recepcionan las llamadas realizadas desde un teléfono fijo o móvil en cualquier lugar del país, sin costo alguno y de lunes a domingo de 9:00 am a 9:00 pm.
Dicho número se une al teléfono único de la cadena Cimex (800 00724) y al del Ministerio de Finanzas y Precios (78669107), que también están a disposición de los clientes.
No obstante, a tenor con el taxista Eugenio, “está haciendo falta más que habilitar una línea telefónica porque pedimos a gritos desahogarnos, denunciar lo mal hecho. Lo que pasa es que nada se mantiene. Aquí no sabemos lo que significa la constancia. Por eso un día pueden tirarse hasta fotografías dentro de las tiendas y cuando la cosa empeora, quieren impedirlo.
“El consumidor tiene que ser lo primero, aunque haya cada vez más insensibilidad entre los que trabajan detrás de un mostrador. En las tiendas todo el mundo roba a las dos manos. Una de las modas más extendidas es que quieras comprar un estuche de paquetes de galletas o caramelos y te obligan a comprar los paqueticos sueltos por tal de ‘tumbarte’ unos kilos.
“Algo que también se estila mucho es que, sobre todo a las personas mayores, les den el cambio mal y les ponen las monedas en las manos porque saben que pocos van a contarlo. Así, de centavo en centavo, se hacen millonarios”, plantea el chofer de 39 años.
Por otro lado, la profesora universitaria Daniela, de 32 años, se pregunta “¿cuánto demorarán en colapsar las líneas cuando la gente empiece a quejarse por los precios excedidos o porque rebajan lo que cuestan los productos cuando llega el mes en el que se vencen? ¿Por qué no hacen públicas las respuestas a nuestras inquietudes y así será más fácil creer que algo está cambiando realmente?
“No creo que esta nueva iniciativa funcione y mi opinión se basa en las amargas experiencias que he vivido en las tiendas cubanas. Viajo casi todos los meses a México y allá veo cómo las dependientas se desviven por atendernos extraordinariamente.
“Asimismo, aquí se habla de que hace falta que usemos las aplicaciones electrónicas para comprar, pero están desactualizadas. Si los datos no se mantienen al día nos están dando información falsa y uno se queda sin comprar lo que necesita”, señala.
En opinión de la contadora Liudmila, de 39 años, “esto de tener un teléfono al cual llamar ante cualquier problema no es nada nuevo. El número será lo novedoso, pero no de lo que uno se queja a través de él. Lo mal hecho es conocido por todos: clientes, trabajadores y directivos de los establecimientos y no pasa porque no haya suficiente denuncia, sino porque reinan la impunidad y la corrupción.
“¿Quién no sabe en Cuba que a los productos les aplican el porcentaje de rebaja a punto de expirar, que los precios se multan, que el personal es grosero la mayor parte de las veces y tiene mal aspecto, que las mercancías más demandadas entran en grandes cantidades y después de par de horas de venta ya se acabaron?
“De igual forma, los dependientes cierran cada vez que les da la gana en el día y dicen que fueron ‘a comer algo’, ‘están cuadrando’ o ‘entregando el turno’. O no prestan atención cuando uno les habla, como si fueran sordos o no supieran que su trabajo no es estar hablando o jugando con el celular.
“¿Cuál de estas dificultades que existen desde hace décadas se resolverá con la respuesta que nos darán 72 horas después de haber hecho la llamada?”, añade.
A eso se suma, según el enfermero Alejandro, que en esta época de verano apagan los aires acondicionados de las tiendas, “aun sabiendo que Salud Pública lo tiene prohibido, entre otras razones, porque puede provocar la transmisión de enfermedades respiratorias y la descomposición de alimentos y aumentar el estrés de los trabajadores del lugar.
“Igualmente hay muchas instalaciones que pudiendo recibir tarjetas magnéticas para el pago alegan que el aparato que las lee está roto porque les es mucho más cómodo que les paguen en efectivo.
“Todo es por rachas. Ahora la cogen con promocionar la nueva línea telefónica incluso con pancartas y en dos semanas todo eso se va a la basura. Ojalá se hiciera un esfuerzo verdaderamente efectivo para acabar con tantas deficiencias”, refiere el joven.
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