Miles de consumidores de La Habana reciben "a granel" los espaguetis y la leche en polvo que se les distribuye a través de la libreta de abastecimiento, al parecer por falta de nylon para envasar dichos productos.
De acuerdo con el cuentapropista Ismael Rodríguez, residente en el municipio capitalino de Marianao, desde el pasado mes de diciembre “están dando en jabas la leche que le toca a los niños menores de siete años y a los enfermos que tienen dieta médica.
“Así no solo recibimos productos que no vienen en paquetes sellados, sino que los bodegueros pueden ‘tumbarnos’ con mayor facilidad lo que nos corresponde. Basta con imaginarse cuánta leche pueden vender ‘por la izquierda’ nada más que quitándole dos o tres dedos a cada bolsa que despachan.
“A veces siento como que nos están dando limosnas, como si fuéramos unos pobres infelices. Pero hasta el momento sigue siendo un mal necesario porque el trabajador promedio no puede costear con su salario los alimentos que requiere para el mes”, afirma el arrendatario privado.
Del mismo modo, Blanca Rivero, de 43 años, resalta que en Boyeros “los espaguetis de enero también vinieron sin envase. Hay una crisis con el nylon o al menos eso he oído decir a mi mensajero y al de la bodega. Pero la prensa cubana no se pronuncia como ya es costumbre. Tenemos que enterarnos del porqué de los problemas en la calle.
“Ahora el relajo es menos controlable. Se sabe que hay corrupción en todo el sistema de abastecimiento normado y el mercado negro vive de eso. Cada día disminuye la cantidad y la calidad de lo que cogemos por la libreta. Creo que es bastante insostenible mantenerla si no producimos alimentos suficientes en Cuba”, explica la profesora de Inglés.
Si bien el proceso de transformaciones económicas que se ha generado en la isla en los últimos años responde a una intención gubernamental de llegar a “la eliminación ordenada y gradual de los productos de la libreta de abastecimiento, como forma de distribución normada, igualitaria y a precios subsidiados”, la principal razón por la que existe aún un mecanismo de racionamiento tan macabro es que no pocos acabarían muriéndose de hambre si se extinguiera.
A tenor con el bibliotecario Pedro Marín, “sabemos que el país soporta cada vez menos la carga de proveerle a toda familia cubana algunos alimentos a precios subsidiados. Estamos endeudados hasta el cuello, pero seguimos confundiendo igualdad con igualitarismo. Las gratuidades o las ayudas deben ser para quienes las necesiten, para los desposeídos, para los más vulnerables.
“Hay mucha gente que solo dispone de lo que le otorga la libreta para poder pasar el mes, pero hay muchos otros desempleados y delincuentes que se aprovechan de la cuota que le dan y la venden para comprar ron o cigarro”, denuncia este señor de unos 50 años.
Datos oficiales del Ministerio de Comercio Interior aseguran que hasta junio de 2019, la Canasta Familiar Normada (instaurada en 1963) abarcaba a 11 millones 138 mil 625 consumidores e incluía la venta racionada de 23 productos a precios subsidiados por el Estado: 19 alimenticios y cuatro no alimenticios.
Aunque a la mayoría de los cubanos ‘los mandados’ de la bodega solo le resuelven alrededor de un tercio del consumo del mes, brindan cierta seguridad alimentaria. Con menos de 50 pesos cubanos (el equivalente a dos dólares) cada cubano obtiene al mes algo de arroz, café, frijoles, pastas, huevos, azúcar, sal, pan y otros renglones básicos.
La isla importa unos 1.900 millones de dólares por año, es decir, el 80% de los alimentos que consume. Según lo planteado por el Estado, solo en esos subsidios se gastan alrededor de 1.000 millones.
El propio Raúl Castro ha reconocido que la libreta “se ha venido convirtiendo, con los años, en una carga insoportable y un desestímulo al trabajo, además de generar ilegalidades diversas en la sociedad”. Sin embargo, también ha dicho que la decisión de eliminarla no se tomaría “de golpe”, sin crear las condiciones para ello.
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