Un trabajador privado en Cuba se ha puesto en contacto con este diario para denunciar la mala calidad de las dos libras de carne de res que el gobierno cubano concede, a través de la libreta de abastecimiento, a mujeres embarazadas, como su esposa.
"Esa carne es un asco. Es puro pellejo y cebo. Al ver esto me dio indignación con un gobierno que tanto dice apoyar a las mujeres embarazadas", asegura por WhatsApp a CiberCuba.
A sus seis meses de embarazo, la esposa de este 'pizzero', de 31 años, no ha recibido por la libreta ninguna de las dos libras de pollo que le corresponden mensualmente.
Ella se queda al margen de la promesa hecha por el gobierno cubano en julio de este 2020, cuando el Ministerio de Comercio Interior dijo que habría "una atención diferenciada" para niños de hasta 13 años y adultos mayores de 65 años con la venta por la libreta de una libra adicional de pollo este verano.
Sólo ha podido coger viandas y dos envíos de carne de res "de dieta", de baja calidad. "La leche en polvo le toca una vez al mes, pero en agosto no ha llegado (a la bodega)", añade.
Padre de un hijo de casi 6 años, este joven emprendedor cubano espera a su nuevo bebé en una situación muy difícil. Él trabaja en una paladar y tiene licencia de servicios gastronómicos, pero ahora mismo no hay materia prima para seguir con el negocio. Está parado. "Llevo cinco meses sin trabajar. Desde marzo, que empezó la pandemia aquí en Cuba. He llamado al teléfono de atención para saber si me dan ayuda económica y me dijeron que no", comenta a CiberCuba.
Por eso le preocupa la alimentación de su esposa. "Realmente lo que le da el comunismo a ella es una vergüenza. Su principal alimentación se la busco yo, arriesgándome a que me metan preso. Todo lo que consigo es ilegal en la calle. Muchas cosas de mi trabajo son del mercado negro y la policía está como perro lobo", recalca.
Tampoco tiene una buena opinión sobre la atención médica que están recibiendo. "Mi esposa estuvo ingresada quince días. Le recomendaron reposo, pero en el hospital tenía que cargar el agua para bañarse y para descargar el baño", añade.
En estos momentos, la familia de este joven autónomo cubano vive de lo que todavía le pagan a su esposa, de 29 años. "Pero no alcanza. Tengo que alquilar carros para llevarla a las consultas porque no hay transporte. Se me pasan muchas cosas por la cabeza. Pienso muchas cosas. Pienso en el futuro de mis hijos en este país, pero me mantengo firme porque yo soy su único apoyo", se queja.
No tiene trabajo: pasa mucho trabajo, pero reconoce que no le queda otra que aguantar. "A veces me dan ganas de salir y manifestarme contra el comunismo, pero pienso en mi familia y en qué será de ellos si yo no estoy. No sé qué va a ser de nosotros si no puedo volver a vender pizzas. Es triste", concluye.
La libreta: entre el racionamiento y la calidad
No es la primera vez que un cubano denuncia la mala calidad de los productos que el Estado vende a los consumidores a través de la libreta de abastecimiento. En julio pasado la habanera Emma Gronlier Blanco se quejó del picadillo de soya. "El que se coma esto va a parar en el hospital, pero a la mayoría de los cubanos no les importa eso, pues no tienen más opciones. En Cuba no hay nada, estamos pasando tremenda hambre”, dijo entonces.
La libreta de abastecimiento está vigente en Cuba desde el 12 de julio de 1963, con la intención de regular la distribución de alimentos a un precio subsidiado. Con el tiempo ha perdido variedad y calidad de productos.
Así, por ejemplo, a principios de agosto pasado el Gobierno cubano suprimió los fósforos de la libreta con la promesa de que pasarían a venderse por la libre.
A pesar dela críticas, los productos subvencionados que el Estado vende por esta vía representan un alivio para la maltrecha economía de las familias cubanas, con un sueldo medio por trabajador de 35 dólares al mes en 2019, muy por debajo de los 68 dólares que cuesta un pomo de espárragos en las tiendas MLC (en dólares) del país.
Para aliviar los temores, en mayo de este año el Ministerio de Comercio Exterior aclaró que no cerraría las bodegas, pero dijo que serían reorganizadas para evitar aglomeraciones no recomendadas en época de COVID-19.
Una economía cuesta abajo
En estos momentos Cuba atraviesa una situación económica difícil, que está dejando largas colas a lo largo y ancho de la Isla. A la escasez crónica que vive el país se suman ahora las restricciones y consecuencias del coronavirus.
Las autoridades cubanas, que mantienen las fronteras aéreas cerradas desde el 24 de marzo, tienen que hacer frente a la caída del turismo, una de las principales industrias del país. Este descenso de la llegada de visitantes empezó a notarse ya a finales de 2019 (antes de la COVID-19) con un recorte del 6% en el arribo de turistas debido a los efectos de las limitaciones de Whashington a los cruceros, viajes en barco de recreo y aviones privados de ciudadanos estadounidenses que iban a la Isla.
En abril pasado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronosticó que la economía cubana caería un 3,7 por ciento en 2020, debido a los efectos globales de la pandemia del coronavirus. Poco, comparado con el hundimiento de hasta un 12,1 por ciento del PIB en la zona euro en el mes de junio, según el FMI.
A esto hay que sumar que la Isla está considerada como uno de los tres países con menos libertad económica del mundo, sólo superada por Venezuela y Corea del Norte.
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