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La libertad de Cuba implica una condición de autonomía, pero no de soledad

Un análisis de la propuesta de reforma política de Larrinaga y Cires para Cuba.

Calle en La Habana (Imagen de referencia) © CiberCuba
Calle en La Habana (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Los democristianos Elena Larrinaga de Luis y Yaxys Cires Dib han suscrito un documento titulado Bases para una reforma política consensuada en Cuba, que constituye una convocatoria importante, seria y oportuna a favor de la civilidad política, la democratización del Estado, la reconciliación entre cubanos y el bienestar de la sociedad.

Ambos promotores advierten la necesidad y urgencia de lograrlo, ante la pobreza sistémica y los crecientes peligros que padece nuestra paz, nuestra civilidad. Resulta un llamado importante, cuando nos adentramos en una crisis humanitaria, en una mayor debilidad de los sostenes de la convivencia.

Larrinaga y Cires apelan a un consenso y, a la vez, indican que en la actual circunstancia debería ser mayor al acuerdo ordinario que demanda la política. Para conseguirlo invitan a todos los cubanos, con independencia de la filiación político-ideológica (comunistas, democristianos, liberales, conservadores, socialdemócratas).

Sin embargo, cabe destacar que de tal pluralidad los comunistas se encuentran organizados y establecidos, y la democracia cristiana está instituida en la proporción que le ha sido factible. Pero las zonas políticas tendientes a lo liberal, conservador y socialdemócrata, si bien son amplias y disfrutan de potencialidades futuras, actualmente no están configuradas de manera suficiente y en capacidad de una empresa de tamaña envergadura. Tendrían que asumir el reto de (re)fundarse.

También resaltan el protagonismo que deberían tener en ello los elementos aperturistas del Partido Comunista, del Gobierno y del Estado, los pequeños y medianos empresarios privados, los directivos del sector público empresarial, la Iglesia Católica y otras denominaciones religiosas, así como los actores relevantes de la sociedad, incluidos intelectuales y defensores de los derechos humanos y sociales.

De igual modo solicitan la interlocución con Estados Unidos, la Unión Europea, el Vaticano, España, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Le proponen acompañar el proceso, y aportar propuestas y soluciones. Incluso, no desestiman contactos con países como China y Rusia.

Todo ello con el propósito de alcanzar una reforma política que, definitivamente, amplíe las oportunidades para que todos los ciudadanos construyan con libertad su proyecto personal y, asimismo, asegure las condiciones sociales, culturales, educacionales y económicas que propicien ese desarrollo personal en libertad. Además, capaz de lograr que nadie sienta temor al futuro, y para ello juntarnos, desarrollar la justicia social, y garantizarle a cada cubano el acompañamiento del Estado y de la sociedad civil.

Esta precisión resulta medular porque la libertad implica una condición de autonomía, pero no de soledad, pues ella solo consigue su hábitat en la sociabilidad. Además, dicho compromiso es esencial para todo proceso que pretenda ser realmente compartido y, por ende, capaz de sostener los esfuerzos a favor de los principales desafíos nacionales.

A su vez, los autores proponen como piedra angular de tal proceso el ejercicio de la soberanía del pueblo, las necesarias garantías al pluralismo político y la elección de un órgano constituyente. Igualmente, reconocen el liderazgo que pudieran desplegar el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, y el primer ministro, Manuel Marrero Cruz.

Este acápite, medular en la convocatoria, antes de concluirse a modo de propuesta, debe ser ratificado o ajustado a tenor del contraste con opiniones sustentadas por otras preferencias. Por ejemplo, acerca del desafío constitucional, algunos defienden el retorno a la Constitución del 1940, y otros un proceso que inicie desde la actual Carta Magna, aunque muy pronto sea ampliamente reformada, o quienes consideran una nueva constituyente sólo con posterioridad a unas elecciones competitivas.

En medio de la actual crisis y del desconcierto, de la polarización, Larrinaga y Cires convocan a la serenidad, la inclusión, la búsqueda de soluciones, la madurez política. Ofrezco mi respaldo y, además, lo hago desde el compromiso con aquella frase martiana que acompañó los trabajos del Laboratorio de Ideas Cuba Posible: “La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Roberto Veiga González

Licenciado en Derecho por la Universidad de Matanzas y Maestría en Desarrollo Social por la Universidad Católica de Murcia. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014). Director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (desde 2014) y miembro del Diálogo Interamericano (desde 2015).


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