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El tardocastrismo teme un estallido social debido al incremento de la pobreza y la desigualdad en Cuba y no ha tenido peor ocurrencia que pregonar su miedo en Granma con la habitual simpleza intelectual que aflige a la nación, donde filósofos de barbería son designados diputados, intelectuales sometidos se ponen a dar recetas de pan con nada y comisarios culturales son elevados a la categoría de ensayistas del descuajeringamiento.
Raúl Castro Ruz lo vio claro con la Primavera Árabe y el asesinato de Muamar el Gadafi y, tras varios discursos aterrado, instruyó a la Cátedra de violencia revolucionaria que intentara conjugar el peligro de un levantamiento de los pobres de Cuba con la habitual baba sin quimbombó que articula el discurso monoteísta y delirante del tardocastrismo.
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El embargo económico norteamericano daña una parte de la economía cubana, pero no habido peor bloqueo contra Cuba que la destrucción de la prosperidad desigual republicana y la sucesión de experimentos baldíos que han conducido a la melancolía revolucionaria de tener un isla sin pescado y sin azúcar, con apenas café y con el dólar norteamericano como moneda de referencia.
La legitimidad de Díaz-Canel es muy escasa porque le ha tocado lidiar con los restos del naufragio, intentar disimular el desastre heredado de sus padres políticos y vender ilusión y confianza donde solo quedan apagones, colas y amarguras.
La tesis oficial apunta al embargo norteamericano y los delincuentes descubiertos por el Noticiero Nacional de Televisión (NTV) como los culpables de la actual crisis económica, que se recrudeció en septiembre de 2019 y no con el coronavirus, como pretende hacer creer el Departamento Ideológico del aparato comunista.
Pero dando por bueno el argumentario falaz de los empobrecedores de Cuba; caben tres preguntas:
¿Por qué Raúl Castro Ruz mordió la mano que le tendió Barack Obama?; ¿Por qué se apuesta ahora por Joe Biden si fue el segundo de Obama?
¿Dónde y con quiénes aprendieron a robar todos esos hombres y mujeres nuevos que ahora aparecen como ladrones despiadados y enemigos del pueblo en el NTV?
Por tanto, hablar de eficacia de gobierno y cultura política masiva, cuando el coronavirus ha rebrotado con fuerza en medio de una aguda escasez de medicinas y alimentos, y la economía ha sido dolarizada a la carrera; pese a los vivaqueos por cobardía de establecer una tasa monetaria realista y empezar a hablar de Día Cero y Tarea Ordenamiento, en medio de tal desorden que los Linea(mientos) se irán al basurero de la historia antes de entrar en vigor; equivale a mencionar la soga en casa del ahorcado.
El miedo es un sentimiento tan humano como la valentía; pero publicarlo en la portada de Granma solo consigue reforzar la desconfianza e incertidumbre de los revolucionarios cubanos, aún cuando se apele sentimentalmente a una periodista brasileña admirada porque los colegiales cubanos conocen a Bolsonaro: ¡como para no conocerlo!, siendo uno de los blancos predilectos del tardocastrismo, desde que les cortó la luz y el agua con la cogioca médica vendida en dólares norteamericanos.
La propaganda oficial cubana se limita a dividir a los mandatarios extranjeros en buenos y malos, y obvia casi siempre ese detalle tan importante de que todos son corregibles mediante el voto democrático; la casta verde oliva y enguayaberada está salvo de elecciones plurales, pero no de la justa ira de los mal gobernados.
Una pena que la comunicadora brasilera no haya tenido la oportunidad de asistir a un motivito en casa de un reconocido periodista cubano, al que llegó su hija desde la calle y -en plena celebración- su padre la cuestionó: ¿qué se dice cuando se llega a un grupo de personas? ¿Quién es el último?, respondió la colegiala aludida.
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